SANTA VIRGEN MARÍA
REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA
MADRE DEL VERDADERO DIOS POR QUIEN SE VIVE
-REFUGIO Y CAMINO SEGURO-
“…desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre…” Lucas 1: 48, 49
PRIMERA PARTE
EXTRACTOS
Nihil Obstat: 12 de Octubre de 1926 –San
Hannibale di Francia, Revisor Eclesiástico Imprimatur: 16 de Octubre de 1926 -
Arzobispo Joseph M. Leo.
Julio 4,
1899
Jesús habla de la Mamá Celestial. Las turbaciones.
Esta mañana, habiéndome renovado Jesús las penas de la crucifixión, se encontraba también nuestra Mamá Reina, y Jesús hablando de Ella ha dicho:
“Mi propio
reino estuvo en el corazón de mi Madre, y esto porque su corazón no fue
jamás ni mínimamente turbado, tanto, que en el mar inmenso de la Pasión
sufrió penas inmensas, su corazón fue traspasado de lado a lado por la espada
del dolor, pero no recibió ni un mínimo aliento de turbación. Por eso,
siendo mi reino un reino de paz, pude extender en Ella mi reino, y sin
encontrar ningún obstáculo pude libremente reinar”.
Agosto 15,
1899
Fiesta de la Mamá Celestial.
Mi solo y único
tesoro, ni siquiera me has dejado ver la fiesta de nuestra Reina Madre, ni
escuchar los primeros cánticos que le cantaron los ángeles y los santos en el
ingreso que hizo en el Paraíso.
Y Jesús: “El primer
canto que hicieron a mi Mamá fue el Ave María, porque en el Ave María están las
alabanzas más bellas, los honores más grandes, y se le renueva el gozo que
tuvo al ser hecha Madre de Dios, por eso, recitémosla juntos para honrarla
y cuando tú vengas al Paraíso te la haré encontrar como si la hubieras dicho
junto con los ángeles aquella primera vez en el Cielo”.
Y así hemos
recitado la primera parte del Ave María juntos. ¡Oh, cómo era tierno y
conmovedor saludar a nuestra Mamá Santísima junto con su amado Hijo! Cada
palabra que Él decía, llevaba una luz inmensa en la cual se comprendían muchas
cosas sobre la Virgen Santísima, ¿pero quién puede decirlas todas? Mucho más
por mi incapacidad, por eso las paso en silencio.
Septiembre
26, 1899
Causa por la que Jesús no toma en cuenta las oposiciones.
... En mi
interior sentía un contento indescriptible, y dirigiéndome a Él le he dicho:
“Dulcísimo Amor mío, si yo siento tanto deleite al verte, ¿qué habrá sentido
nuestra Mamá Reina cuando te encerraste en su seno purísimo? ¿Qué contentos,
cuántas gracias no le diste?”
Y Él: “Hija mía,
fueron tales y tantas las delicias y las gracias que vertí en Ella, que basta
decirte que lo que Yo soy por naturaleza, nuestra Madre lo llegó a ser por
gracia; mucho más, pues no teniendo culpa, mi gracia pudo dominar en Ella
libremente, así que no hay cosa de mi Ser, que no le conferí a Ella”.
En aquel
instante me parecía ver a nuestra Reina Madre como si fuese otro Dios, con esta
sola diferencia: Que en Dios es naturaleza propia, y en María Santísima es
gracia conseguida. ¿Quién puede decir cómo he quedado asombrada? ¿Cómo mi mente
se perdía al ver un portento de gracia tan prodigioso?
Diciembre
25, 1900
Ve el Nacimiento de Jesús.
Encontrándome
en mi habitual estado me he sentido fuera de mí misma, y después de haber
girado me encontré dentro de una cueva, y he visto a la Reina Mamá que
estaba en el momento de dar a luz al Niñito Jesús.
¡Qué
estupendo prodigio! Me parecía que tanto la Madre como el Hijo estaban cambiados
en luz purísima, pero en esa luz se distinguía muy bien la naturaleza humana
de Jesús, que contenía en sí la Divinidad, que le servía como de velo para
cubrir a la Divinidad, de modo que abriendo el velo de la naturaleza humana era
Dios, y cubierto con ese velo era hombre, y he aquí el prodigio de los
prodigios: Dios y Hombre, Hombre y Dios, que sin dejar al Padre y al Espíritu
Santo viene a habitar con nosotros y toma carne humana, porque el verdadero
amor no se desune jamás.
Ahora, me
ha parecido que la Madre y el Hijo en ese felicísimo instante quedaron como
espiritualizados, y sin el mínimo obstáculo Jesús salió del seno materno,
desbordándose ambos en un exceso de amor, o sea, esos Santísimos cuerpos
transformados en Luz, sin el mínimo impedimento, Jesús luz ha salido de dentro
de la luz Madre, quedando sanos e intactos tanto el Uno como la Otra,
regresando después al estado natural.
¿Pero quién
puede decir la belleza del Niñito, que en ese momento de su nacimiento
traslucía aun externamente los rayos de su Divinidad? ¿Quién puede decir la
belleza de la Madre que quedaba toda absorbida en aquellos rayos Divinos? Me
parecía que San José no estaba presente en el momento del parto, sino que
permanecía en otro rincón de la cueva, todo absorto en aquel profundo misterio,
y si no vio con los ojos del cuerpo, vio muy bien con los ojos del alma, porque
estaba raptado en éxtasis sublime.
Agosto 21, 1901
La Celestial Mamá le enseña el secreto de la felicidad.
Encontrándome
en mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma, y después de haber
girado y girado en busca de Jesús, he encontrado en cambio a la Reina Mamá, y
oprimida y cansada como estaba le he dicho:
“Dulcísima
Mamá mía, he perdido el camino para encontrar a Jesús, no sé más a donde ir ni
qué hacer para encontrarlo de nuevo”. Y mientras esto decía lloraba, y Ella me
ha dicho:
“Hija
mía, ven junto a Mí y encontrarás el camino a Jesús, es más, quiero
enseñarte el secreto para poder estar siempre con Jesús y para vivir siempre
contenta y feliz aun sobre esta tierra, y éste es, tener fijo en tu interior
que sólo Jesús y tú están en el mundo, y nadie más, y sólo a Él debes agradar,
complacer y amar, y sólo de Él debes esperar ser amada y contentada en todo.
Estando en
este modo tú y Jesús, no te hará más impresión si estarás circundada de
desprecios o alabanzas, de parientes o extraños, de amigos o enemigos, sólo
Jesús será todo tu contento y sólo Jesús te bastará por todos. Hija mía,
hasta en tanto que todo lo que existe acá abajo no desaparezca del todo del
alma, no se puede encontrar verdadero y perpetuo contento”.
Enero 26,
1902
La Reina Mamá está enriquecida con las tres prerrogativas de la Santísima Trinidad.
Esta mañana
mientras me encontraba en mi habitual estado, veía ante mí una luz
interminable, y comprendía que en aquella luz moraba la Santísima Trinidad, y
al mismo tiempo veía delante a esa luz a la Reina Mamá que quedaba toda
absorbida por la Santísima Trinidad, y Ella absorbía en Sí a las Tres Divinas
Personas, de modo tal, que quedaba enriquecida con las tres prerrogativas
de la Trinidad Sacrosanta, es decir: Potencia, Sabiduría y Caridad, y así como
Dios ama al género humano como parte de Sí, y como partícula salida de Sí, y
desea ardientemente que esta parte de Sí mismo regrese a Él mismo, así la
Mamá Reina, participando en esto ama al género humano con amor apasionado.
Ahora,
mientras esto comprendía he visto al confesor y le pedí a la Virgen Santísima
que intercediera ante la Santísima Trinidad por él. Ella hizo una inclinación
llevando mi oración al Trono de Dios, y he visto que del Trono Divino salía un
flujo de luz que cubría todo al confesor, y me he encontrado en mí misma.
Febrero 24,
1902
La Reina Mamá le habla de sus dolores.
Estando en
mi habitual estado, ha venido la Reina Madre y me ha dicho:
“Hija mía,
mis dolores, como dicen los profetas, fueron un mar de dolores, y en el Cielo
se han cambiado en un mar de gloria, y cada uno de mis dolores ha fructificado
otros tantos tesoros de gracia; y así como en la tierra me llaman estrella del
mar, que con seguridad guía al puerto, así en el Cielo me llaman estrella de
luz para todos los bienaventurados, de modo que son recreados por esta luz que
me produjeron mis dolores”.
Enero 10,
1903
Las palabras que más consuelan a la dulce
Mamá son: “Dominus Tecum”.
Esta
mañana, después de haber esperado mucho ha venido la Reina Madre con el Niño en
brazos, y me lo ha dado diciéndome que lo tuviera cortejado con actos continuos
de amor. Por cuanto he podido lo he hecho, y mientras esto hacía Jesús me ha
dicho:
“Amada mía,
las palabras más agradables y que más consuelan a mi Madre son el “Dominus
Tecum”, porque no apenas fueron pronunciadas por el arcángel, sintió
comunicarse en Ella todo el Ser Divino, y por eso se sintió investida del poder
divino, de modo que el suyo, frente al poder divino se perdió, y mi Madre quedó
con el poder divino en sus manos”.
Junio 30,
1903
Belleza del alma interior.
Encontrándome fuera de mí misma, he visto a la Reina Madre, y postrándome a sus pies le he dicho: “Dulcísima Madre mía, en qué terrible estrechez me encuentro privada del único bien mío y de mi misma vida, me siento llegar a los extremos”.
Y mientras
esto decía lloraba, y la Virgen Santísima abriéndose una parte del
corazón, como si se abriera una custodia ha tomado al niño de dentro y me lo ha
dado diciéndome:
“Hija mía,
no llores, aquí está tu bien, tu vida, tu todo, tómalo y tenlo siempre contigo,
y mientras lo tengas contigo, ten tu mirada fija en tu interior sobre Él, no
te preocupes si no te dice nada, o si tú no sabes decir nada, sólo míralo en tu
interior, porque con mirarlo comprenderás todo, harás todo, y satisfarás por
todos; esta es la belleza del alma interior, que sin voz, sin instrucciones,
como no hay ninguna cosa externa que la atraiga o la inquiete, sino que toda su
atracción, todos sus bienes están encerrados en el interior, fácilmente, con el
simple mirar a Jesús todo entiende y todo obra. En este modo caminarás hasta a
la cumbre del Calvario, y una vez que hayas llegado, no más como niño lo verás,
sino Crucificado y tú quedarás junto con Él crucificada”.
Por eso
parecía que con el niño en brazos y la Virgen Santísima hacíamos el camino del
Calvario; mientras se caminaba alguna vez encontraba alguno que me quería
quitar a Jesús, y llamaba en ayuda a la Reina Madre diciéndole: “Mamá mía,
ayúdame, que quieren quitarme a Jesús”. Y Ella me respondía: “No
temas, tu empeño sea tener la mirada interna fija sobre Él, y esto tiene
tanta fuerza, que todas las otras fuerzas humanas y diabólicas quedarán
debilitadas y derrotadas”.
Diciembre
17, 1903
La adoración de la Santísima Virgen cuando encontró a
Jesús llevando la Cruz.
Continuando
mi habitual estado, por pocos instantes he visto al bendito Jesús con la cruz
sobre la espalda, en el momento de encontrarse con su Santísima Madre, y yo le
he dicho: “Señor, ¿qué cosa hizo tu Madre en este encuentro dolorosísimo?
Y Él: “Hija mía,
no hizo otra cosa que un acto de adoración profundísimo y simplísimo, y como el
acto por cuanto más simple, tanto más fácil para unirse con Dios, Espíritu
simplísimo, por eso en este acto se fundió en Mí y continuó lo que obraba
Yo mismo en mi interior; y esto me fue sumamente más grato que si me hubiese
hecho cualquier otra cosa más grande, porque el verdadero espíritu de
adoración consiste en esto, que la criatura se pierda a sí misma y se encuentre
en el ambiente divino, y adore todo lo que obra Dios, y con Él se una.
¿Crees tú
que sea verdadera adoración aquella en que la boca adora mientras la mente está
en otra parte, o sea, la mente adora y la voluntad está lejos de Mí? O bien,
¿que una potencia me adora y las otras están todas desordenadas? No, Yo quiero
todo para Mí, y todo lo que le he dado en Mí, y éste es el acto de culto y
de adoración más grande que la criatura puede hacerme”.
Diciembre
21, 1903
Gloria que goza en el Cielo la Celestial Mamá
Esta mañana
me he encontrado fuera de mí misma, y viendo en la bóveda del cielo veía siete
soles muy resplandecientes, pero la forma era diversa del sol que nosotros
vemos, comenzaban en forma de cruz y terminaban en punta, y esta punta estaba
dentro de un corazón.
Al principio
no se veía bien, porque era tanta la luz de estos soles que no dejaba ver quién
estaba adentro, pero por cuanto más me acercaba, más se distinguía que dentro
estaba la Reina Mamá, y en mi interior iba diciendo: “Cuánto quisiera
preguntarle si quiere que me esfuerce en salir de este estado sin que esperara
al sacerdote”.
Mientras
esto pasaba me he encontrado a su lado y se lo he dicho, y me ha respondido un
“no” tajante. Yo he quedado mortificada por esta respuesta, y la Santísima
Virgen se ha volteado hacia una multitud de personas que le hacían corona y
les ha dicho:
“Escuchen
lo que quiere hacer”.
Y todos han
dicho: “No, no”.
Después,
acercándose a mí, toda bondad me ha dicho:
“Hija mía,
ánimo en el camino del dolor, ve estos siete soles que me salen del corazón,
son mis siete dolores que me fructificaron tanta gloria y esplendor; estos
soles, fruto de mis dolores, saetean continuamente el trono de la Santísima
Trinidad, la cual al sentirse herida me envía siete canales de gracia continuamente,
convirtiéndome en dueña de ellos, y Yo los dispongo para gloria de todo el
Cielo, para alivio de las almas purgantes, y para beneficio de todos los
viadores”.
Septiembre 17, 1905
Cómo se puede participar de los dolores de la Reina Mamá.
Habiendo sufrido
mucho por la privación de mi dulcísimo Jesús, esta mañana, día de los dolores
de María Santísima, después de haberme en algún modo fatigado, ha venido y me
ha dicho:
“Hija mía,
¿qué quieres que tanto me anhelas?
Y yo:
“Señor, lo que tienes para Ti, es lo que anhelo para mí”.
Y Él: “Hija
mía, para Mí tengo espinas, clavos y cruz”.
Y yo: “Pues
bien, eso quiero para mí”. Y me ha dado su corona de espinas y me participaba
los dolores de la cruz, y después ha agregado:
“Todos
pueden participar en los méritos y en los bienes que fructificaron de los
dolores de mi Madre. Quien anticipadamente se pone en las manos de la
Providencia, ofreciéndose a sufrir cualquier tipo de penas, miserias,
enfermedades, calumnias y todo lo que el Señor disponga sobre ella, viene a
participar del primer dolor de la profecía de Simeón.
Quien
actualmente se encuentra en los sufrimientos y está resignado, está más
estrechado Conmigo y no me ofende, es como si me salvara de las manos de
Herodes, y sano y salvo me custodia en el Egipto de su corazón y así participa
del segundo dolor.
Quien se
encuentra abatido de ánimo, árido y privado de mi presencia, y está firme y es
fiel a sus acostumbrados ejercicios, es más, toma de eso la ocasión de amarme y
buscarme más sin cansarse, viene a participar de los méritos y bienes que
adquirió mi Madre en mi extravío.
Quien en
cualquier ocasión que se encuentre, especialmente de verme ofendido gravemente,
despreciado, pisoteado, y busca repararme, compadecerme y rogar por aquellos mismos
que me ofenden, es como si encontrara en aquella alma a mi misma Madre, que si
hubiera podido me hubiera liberado de mis enemigos, y participa en el cuarto
dolor. Quien crucifica sus sentidos por amor de mi crucifixión, y trata de
copiar en sí las virtudes de mi crucifixión, participa del quinto dolor.
Quien está
en continua actitud de adorar, de besar mis llagas, de reparaciones, de
agradecimientos y más, a nombre de todo el género humano, es como si me tuviera
en sus brazos, como me tuvo mi Madre cuando fui depuesto de la cruz, y
participa del sexto dolor. Quien se mantiene en mi gracia y me corresponde, y
no da morada a ningún otro en su corazón sino a Mí sólo, es como si me
sepultara en el centro del corazón, y participa en el séptimo dolor”.
Abril 5,
1908
Todo lo que contiene la Reina Mamá,
tiene su principio en el Fiat.
Continuando
mi habitual estado, me he encontrado fuera de mí misma dentro de un jardín, en
el cual veía a la Reina Mamá sentada sobre un altísimo trono. Yo ardía por el
deseo de subir hasta arriba para besarle la mano, y mientras me esforzaba por
subir, Ella ha venido a mi encuentro dándome un beso en el rostro.
Al mirarla
he visto en su interior como un globo de luz, y dentro de aquella luz estaba la
palabra Fiat, y de esa palabra descendían tantos, diversos, interminables mares
de virtud, de gracias, de grandezas, de gloria, de alegrías, de bellezas, y de
todo lo que contiene nuestra Reina Mamá, así que todo estaba radicado en aquel
Fiat, y del Fiat tenían principio todos sus bienes.
¡Oh, Fiat
omnipotente, fecundo, santo, ¿quién te puede comprender? Yo me siento muda; es
tan grande que no sé decir nada; por eso mejor pongo punto. Entonces yo la
miraba maravillada y Ella me ha dicho:
“Hija mía,
toda mi Santidad ha salido de dentro de la palabra Fiat. Yo no me movía ni
siquiera para un respiro, para un paso, ni ninguna otra acción, si no lo
hacía dentro de la Voluntad de Dios; mi vida era la Voluntad de Dios, mi
alimento, mi todo, y esto me producía santidad, riquezas, glorias, honores,
pero no humanos sino Divinos.
Así que por
cuanto más el alma está unida, fundida con la Voluntad de Dios, tanto más se
puede decir santa, tanto más es amada por Dios, y por cuanto más amada más
favorita, porque la vida de esa alma no es otra cosa que la reproducción de
la Voluntad de Dios, ¿y podrá no amarla si es Ella misma? Así que no se
debe mirar lo mucho o lo poco que se hace, sino más bien si es querido por
Dios, porque el Señor mira más el pequeño hacer si es según su Voluntad, que el
grande sin ella”.
Diciembre
27, 1908
El te amo de la criatura es correspondido con el te amo del Creador.
Estaba meditando en el momento cuando la Reina Mamá daba la leche al niño Jesús y decía entre mí: “¿Qué podía pasar entre la Mamá Santísima y el pequeño Jesús en este acto?” En este momento lo sentí moverse en mi interior, y oí que me decía:
“Hija mía,
cuando chupaba la leche del pecho de mi dulcísima Madre, unido a la leche
chupaba el amor de su corazón, y era más amor que chupaba que leche; y Yo como
en aquellas chupadas oía decirme: “Te amo, te amo, ¡oh, Hijo!”. Yo le repetía a
Ella: “Te amo, te amo, ¡oh, Mamá!”.
Y no era Yo
solo el que lo decía; a mi te amo, el Padre y el Espíritu Santo, la Creación
toda, los ángeles, los santos, las estrellas, el sol, las gotas de agua, las
plantas, las flores, los granitos de arena, todos los elementos corrían junto a
mi te amo y repetían: “Te amamos, te amamos oh Madre de nuestro Dios en el amor
de nuestro Creador”.
Mi Madre
veía todo esto y quedaba inundada, no encontraba ni siquiera un pequeño espacio
en el que no oyera decirse que Yo la amaba; su amor quedaba atrás y casi solo,
y repetía: “Te amo, te amo”. Pero jamás podía igualarme, porque el amor de
la criatura tiene sus límites, su tiempo; mi amor es increado, interminable,
eterno. Y esto sucede a cada alma, cuando me dice te amo también Yo le
repito te amo, y Conmigo está toda la Creación para amarla en mi amor. ¡Oh,
si las criaturas comprendieran cual es el bien, el honor que se procuran con
sólo decirme te amo!, bastaría que supieran sólo esto, que un Dios a su lado,
honrándolas, les responda: También Yo te amo”.
Junio 21,
1911
No hay santidad si el alma no muere en Jesús.
Estaba
pensando en la Celestial Mamá cuando tenía a mi siempre amable Jesús muerto en
sus brazos, en qué hacía y cómo se ocupaba de Jesús. Y una luz acompañada de
una voz en mi interior decía:
“Hija mía,
el amor obraba potentemente en mi Madre. El amor la consumía toda en Mí, en mis
llagas, en mi sangre, en mi misma muerte y la hacía morir en mi amor; y mi
amor, consumiendo el amor y a toda mi Madre, la hacía resurgir de amor nuevo, o
sea, toda de mi amor. Así que su amor la hacía morir y mi amor la hacía
resurgir a una vida nueva toda en Mí, de una mayor santidad y toda divina.
Así que no hay santidad si el alma no muere en Mí; no hay verdadera vida si
no se consume toda en mi amor”.
Mayo 9,
1913
Jesús y su Mamá fueron inseparables.
Mientras
rezaba estaba pensando en el momento cuando Jesús se despidió de la Madre
Santísima para ir a sufrir su Pasión, y decía entre mí: “¿Cómo es posible que
Jesús se haya podido separar de la querida Mamá, y Ella de Jesús?” Y el bendito
Jesús me ha dicho:
“Hija mía,
ciertamente que no podía haber separación entre Yo y mi dulce Mamá, la separación
fue sólo aparentemente, Yo y Ella estábamos fundidos juntos, y era tal y tanta
la fusión, que Yo quedé con Ella, y Ella vino Conmigo, así que se puede decir
que hubo una especie de bilocación. Esto sucede también a las almas cuando
están unidas verdaderamente Conmigo, y si rezando hacen entrar en sus almas
como vida la oración, sucede una especie de fusión y de bilocación, Yo
dondequiera que me encuentre las llevo Conmigo y Yo quedo con ellas.
Hija mía,
tú no puedes comprender bien lo que fue mi querida Mamá para Mí. Yo, viniendo a
la tierra no podía estar sin Cielo, y mi Cielo fue mi Mamá.
Entre Yo y
Ella pasaba tal electricidad, que ni siquiera un pensamiento hubo en Ella que
no lo tomara de mi mente, y este tomar de Mí la palabra, y la voluntad, y el
deseo, y la acción, y el paso, en suma, todo, formaba en este Cielo el sol, las
estrellas, la luna y todos los gozos posibles que puede darme la criatura y que
puede ella misma gozar. ¡Oh cómo me deleitaba en este Cielo, cómo me sentía
consolado y rehecho de todo!
También los
besos que me daba mi Mamá encerraban el beso de toda la humanidad y me
restituían el beso de todas las criaturas; en todo me sentía a mi dulce
Mamá, me la sentía en el respiro, y si era afanoso me lo aliviaba; me la sentía
en el corazón, y si estaba amargado me lo endulzaba; en el paso, y si estaba
cansado me daba aliento y reposo; ¿y quién puede decirte como me la sentía en
la Pasión? En cada flagelo, en cada espina, en cada llaga, en cada gota de mi
sangre, en todo me la sentía y me hacía el oficio de mi verdadera Madre. ¡Ah,
si las almas me correspondieran, si todo tomaran de Mí, cuántos cielos y
cuántas madres tendría sobre la tierra!”
Enero 27,
1919
Las tres heridas mortales del corazón de Jesús.
Encontrándome
en mi habitual estado, mi siempre amable Jesús, al venir me hacía ver su
adorable corazón todo lleno de heridas de las que brotaban ríos de sangre, y
todo doliente me ha dicho:
“Hija mía,
entre tantas heridas que contiene mi corazón, hay tres heridas que me dan penas
mortales y tal acerbidad de dolor, que sobrepasan a todas las demás heridas
juntas, y éstas son: Las penas de mis almas amantes.
Cuando veo
a un alma toda mía sufrir por causa mía, torturada, humillada, dispuesta a
sufrir aun la muerte más dolorosa por Mí, Yo siento sus penas como si fueran
mías, y tal vez más. ¡Ah! el amor sabe abrir heridas más profundas, de no dejar
sentir las otras penas.
En esta
primera herida entra en primer lugar mi querida Mamá, ¡oh! cómo su corazón
traspasado por causa de mis penas se vertía en el mío, y Yo sentía a lo vivo
todas sus heridas, y al verla agonizante y no morir por causa de mi muerte, Yo
sentía en mi corazón el desgarro, la crudeza de su martirio, y sentía las penas
de mi muerte que sentía el corazón de mi amada Mamá, y por ello mi corazón
moría junto.
Así que todas
mis penas unidas con las penas de mi Mamá, sobrepasaban todo; por eso era
justo que mi Celestial Mamá tuviera el primer puesto en mi corazón, tanto en el
dolor como en el amor, porque cada pena sufrida por amor mío, abría mares de
gracias y de amor que se volcaban en su corazón traspasado”.
Noviembre
28, 1920
Cuando Jesús quiere dar, pide. Efectos de la bendición de Jesús.
Estaba pensando cuando mi
Jesús, para dar principio a su dolorosa Pasión, quiso ir con su Mamá a pedirle
su bendición, y el bendito Jesús me ha dicho:
“Hija mía,
cuántas cosas dice este misterio, Yo quise ir a pedir la bendición a mi amada
Mamá para darle ocasión de que también Ella me la pidiera a Mí. Eran demasiados
los dolores que debía soportar, y era justo que mi bendición la reforzara.
Es mi
costumbre que cuando quiero dar, pido; y mi Mamá me comprendió
inmediatamente, tan es verdad, que no me bendijo sino hasta que me pidió mi
bendición, y después de haber sido bendecida por Mí, me bendijo Ella.
Pero esto
no es todo, para crear el universo pronuncié un Fiat, y con ese solo Fiat
reordené y embellecí cielo y tierra. Al crear al hombre, mi aliento omnipotente
le infundió la vida. Al dar principio a mi Pasión, quise con mi palabra
creadora y omnipotente bendecir a mi Mamá, pero no era sólo a Ella a quien
bendecía, en mi Mamá veía a todas las criaturas, era Ella quien tenía el
primado sobre todo, y en Ella bendecía a todas y a cada una, es más,
bendecía cada pensamiento, palabra, acto, etc.
Bendecía
cada cosa que debía servir a la criatura, al igual que cuando mi Fiat
omnipotente creó el sol, y este sol sin disminuir ni en su luz ni en su calor
continúa su carrera para todos y para cada uno de los mortales; así mi palabra
creadora, bendiciendo quedaba en acto de bendecir siempre, siempre, sin cesar
nunca de bendecir, como jamás cesará de dar su luz el sol a todas las
criaturas.
Pero esto
no es todo aún, con mi bendición quise renovar el valor de la Creación; quise
llamar a mi Padre Celestial a bendecir para comunicar a la criatura la
potencia.
Quise
bendecirla a nombre mío y del Espíritu Santo para comunicarle la sabiduría y el
amor, y así renovar la memoria, la inteligencia y la voluntad de la criatura,
restableciéndola como soberana de todo. Debes saber que al dar, quiero, y
mi amada Mamá comprendió y súbito me bendijo, no sólo por Ella sino a nombre de
todos.
¡Oh! si
todos pudieran ver esta mi bendición, la sentirían en el agua que beben, en el
fuego que los calienta, en el alimento que toman, en el dolor que los aflige,
en los gemidos de la oración, en los remordimientos de la culpa, en el abandono
de las criaturas, en todo escucharían mi palabra creadora que les dice, pero
desafortunadamente no escuchada: “Te bendigo en el nombre del Padre, de Mí,
Hijo, y del Espíritu Santo.
Te bendigo
para ayudarte, te bendigo para defenderte, para perdonarte, para consolarte, te
bendigo para hacerte santo.” Y la criatura haría eco a mis bendiciones,
bendiciéndome también ella en todo.
Estos son
algunos de los efectos de mi bendición, de los cuales mi Iglesia, enseñada por
Mí, me hace eco, y en casi todas las circunstancias, en la administración de
los sacramentos y en otras ocasiones da su bendición”.
Diciembre
18, 1920
Correspondencia de amor y de agradecimiento por todo lo que Dios obró en la Mamá Celestial.
…Después de
esto me he sentido fuera de mí misma y me he encontrado junto con mi dulce
Jesús, pero tan estrechada con Él y Él conmigo, que casi no podía ver su Divina
Persona; y no sé cómo le he dicho: “Mi dulce Jesús, mientras estoy estrechada a
Ti quiero testimoniarte mi amor, mi agradecimiento y todo lo que la criatura
está en deber de hacer por haber Tú creado a nuestra Reina Mamá Inmaculada, la
más bella, la más santa, y un portento de gracia, enriqueciéndola con todos los
dones y haciéndola nuestra Madre.
Y esto lo
hago a nombre de las criaturas pasadas, presentes y futuras; quiero tomar cada
acto de criatura, palabra, pensamiento, latido, paso, y en cada uno de ellos decirte
que te amo, te agradezco, te bendigo, te adoro por todo lo que has hecho a mi y
tu Celestial Mamá”. Jesús ha agradecido mi acto, pero tanto que me ha dicho:
“Hija mía,
con ansia esperaba este acto tuyo a nombre de todas las generaciones; mi
justicia, mi amor, sentían la necesidad de esta correspondencia, porque grandes
son las gracias que descienden sobre todos por haber enriquecido tanto a mi
Mamá, sin embargo no tienen nunca una palabra, un gracias que decirme”.
Enero 10,
1921
El Fiat Mihi de la Santísima Virgen.
Jesús
moviéndose en mi interior me ha dicho:
“Hija mía,
el primer “sí” en mi Fiat lo he pedido a mi querida Mamá, y ¡oh potencia de
su Fiat en mi Querer! En cuanto el Fiat Divino se encontró con el Fiat de
mi Mamá, se hicieron uno solo; mi Fiat la elevó, la divinizó, la cubrió,
y sin obra humana me concibió a Mí, Hijo de Dios. Sólo en mi Fiat podía
concebirme; mi Fiat le comunicó la inmensidad, la infinitud, la fecundidad en
modo divino, y por eso pude quedar concebido en Ella, Yo, el inmenso, el
eterno, el infinito.
En cuanto
dijo “Fiat Mihi”, no sólo se posesionó de Mí, sino cubrió también a todas las
criaturas, a todas las cosas creadas, sentía todas las vidas de las criaturas
en Ella, y desde entonces comenzó a hacerla de Madre y de Reina de todos.
¡Cuántos portentos no contiene este “sí” de mi Mamá! Si los quisiera decir
todos, jamás terminarías de escucharlos!
… Tú
sígueme y profundízate más en el mar inmenso de mi Voluntad, y Yo me pensaré en
todo. Mi Mamá no pensó cómo habría hecho para concebirme en Ella, sino sólo
dijo “Fiat Mihi” y Yo pensé en el modo cómo concebirme. Así harás tú”.
Enero 17,
1921
El Fiat Mihi de la Santísima Virgen
tuvo la misma potencia del Fiat creador.
… Después mi
dulce Jesús ha tomado mis manos entre las suyas, y estrechándolas fuerte me ha
dicho:
“Hija mía,
el Fiat está todo lleno de vida, más bien es la misma vida, y por eso de dentro
del Fiat salen todas las vidas y todas las cosas. De mi Fiat salió la Creación,
por eso en cada cosa creada se ve la marca del Fiat.
Del Fiat
Mihi de mi amada Mamá, dicho en mi Querer, el cual tuvo la misma potencia de mi
Fiat Creador, salió la Redención, así que no hay cosa de la Redención que no
contenga la marca del Fiat Mihi de mi Mamá.
Aún mi
misma Humanidad, mis pasos, mis obras, mis palabras, estaban sellados por el
Fiat Mihi de Ella; mis penas, mis llagas, las espinas, la cruz, mi sangre, todo
tenía el sello de su Fiat Mihi, porque todas las cosas llevan el sello y la
marca del origen de donde han salido.
Mi origen
en el tiempo fue el Fiat Mihi de mi Inmaculada Mamá, por eso todo mi obrar
lleva el sello de su Fiat Mihi. Así que en cada hostia sacramental
está su Fiat Mihi; si el hombre surge de la culpa, si el recién nacido es
bautizado, si el Cielo se abre para recibir las almas, es el Fiat Mihi de mi
Mamá que sella, que sigue y procede a todo.
Febrero 2,
1921
Potencia del Fiat Mihi de la Santísima Virgen.
Continuando
mi habitual estado, estaba fundiéndome toda en el Querer Divino y mi dulce
Jesús, moviéndose en mi interior me ha dicho:
“Hija mía,
es cierto, en mi Querer está la fuerza creadora; de dentro de un solo Fiat mío
salieron millones y millones de estrellas; del Fiat Mihi de mi Mamá, del cual
tuvo origen mi Redención, salen millones y millones de actos de gracia que se
comunican a las almas; estos actos de gracia son más bellos, más
resplandecientes, más multiformes que las estrellas, y mientras las estrellas
están fijas y no se multiplican, los actos de la gracia se multiplican al
infinito, a cada instante corren, atraen a las criaturas, las hacen felices,
las fortifican y les dan vida.
¡Ah, si las
criaturas pudiesen ver en el orden sobrenatural de la gracia, oirían tales
armonías, verían tal espectáculo encantador, que pensarían que fuera su
paraíso!”.
Marzo 8,
1921
La Virgen con su amor llamó al Verbo a encarnarse en su seno.
Mientras rezaba estaba fundiéndome toda en la Divina Voluntad, mi
dulce Jesús ha salido de dentro de mi interior, y poniendo un brazo en el
cuello me ha dicho:
“Hija mía, mi Mamá con su amor, con sus oraciones y con su
aniquilamiento, me llamó del Cielo a la tierra a encarnarme en su seno.
Ahora, has
de saber que mi Mamá con haberme llamado del Cielo a la tierra en su seno,
siendo esto que hizo, acto único, que no se repetirá, Yo la enriquecí de
todas las gracias, la doté de tanto amor, de hacerla sobrepasar el amor de
todas las criaturas unidas juntas; la hice ser primera en los privilegios,
en la gloria, en todo, podría decir que todo el Eterno se redujo a un solo
punto y se vertió en Ella a torrentes, a mares inmensos, tanto, que todos
quedan muy por debajo de Ella”.
Marzo 16, 1922
Vivir en la Divina Voluntad no tiene nada de grande exteriormente, todo se desenvuelve entre el alma y Dios.
Continuando
mi habitual estado, estaba pensando entre mí: “Me siento la más mala de todos,
sin embargo mi dulce Jesús me dice que sus designios sobre mí son grandes, que
la obra que realiza en mí es tan importante que no quiere confiarla ni siquiera
a los ángeles, sino que Él mismo quiere ser el custodio, el actor y el
espectador, pero, ¿qué cosa hago de grande? Nada, mi vida externa es tan
ordinaria que hago menos que los demás”. Pero mientras esto pensaba, mi siempre
amable Jesús, interrumpiendo mi pensamiento me ha dicho:
“Hija mía,
se ve que sin tu Jesús no sabes pensar, ni decir otra cosa que disparates,
tampoco mi querida Mamá hacía nada de extraordinario en su vida exterior, es
más, aparentemente hizo menos que cualquier otro, Ella se abajaba a las
acciones más ordinarias de la vida, hilaba, cosía, barría, encendía el fuego,
¿quién habría pensado que Ella era la Madre de Dios?
Sus
acciones externas nada hacían entreverlo, y cuando me llevó en su seno,
conteniendo en Ella al Verbo Eterno, cada movimiento suyo, cada acción humana
de Ella obtenía adoración de todo lo creado, de Ella salía la vida y la
conservación de todas las criaturas, el sol dependía de Ella y de Ella esperaba
la conservación de su luz y de su calor, la tierra y el desarrollo de la vida
de las plantas, todo giraba en torno a Ella; Cielos y tierra estaban pendientes
de sus indicaciones, sin embargo ¿quién veía algo? Nadie.
Toda su
grandeza, potencia y santidad, los mares inmensos de bienes que de Ella salían
era de su interior; cada latido suyo, respiro, pensamiento, palabra, eran un
desahogo en su Creador. Entre Ella y Dios había continuas corrientes que
recibía y daba, nada salía de Ella que no hiriese a su Creador y en lo que Ella
no quedase herida por Él.
Estas
corrientes la engrandecían, la elevaban, la hacían superar todo, pero nadie
veía nada, sólo Yo, su Dios e Hijo estaba al corriente de todo; entre Yo y
mi Mamá corría tal corriente, que su latido corría en el mío y el mío corría en
el suyo, así que Ella vivía de mi latido eterno y Yo de su latido materno,
por eso, nuestras vidas se fundían juntas, y era precisamente esto lo que ante
Mí la hacía distinguirse como mi Madre. Las acciones externas no me
satisfacen, ni me agradan, si no parten de un interior del que Yo sea vida”.
Agosto 15,
1922
Los actos de Jesús y los de la Santísima Virgen en la Divina Voluntad.
Encontrándome en mi habitual estado, estaba abandonándome en los
brazos de la Santísima Voluntad de Dios, y mi dulce Jesús me ha dicho:
“Hija mía, en mi Querer no sólo encontrarás todos los actos que
hizo mi Humanidad, en los cuales entretejía a todas las criaturas juntas, sino
que encontrarás también todo lo que hizo mi amada Mamá, que entretejiéndose
junto Conmigo, sus actos formaban uno solo con los míos.
En cuanto fui concebido en su seno, Ella empezó el entretejido con
mis actos, y como mi Humanidad no tenía otra vida, otro alimento, otra
finalidad que la sola Voluntad de mi Padre, que corriendo en todo me constituía
acto de cada criatura, para restituir al Padre los derechos de Creador por
parte de las criaturas, y para darme como vida a todas ellas, por eso, en
cuanto comenzó su entrelazamiento Conmigo, así también Ella restituía a
nombre de todos, los derechos de Creador, y se daba a todas las criaturas,
así que todas las criaturas recibían como vida, junto a mis actos los de mi
Mamá.
Ahora en el Cielo abraza toda la gloria de cada criatura, y por
parte de cada una mi Querer le da tal gloria, que no hay gloria que Ella no
contenga, ni gloria que de Ella no descienda.
Y como entretejió Conmigo sus obras, su amor, sus penas, etc.,
ahora en el Cielo está circundada de tal gloria por cuantos entretejidos hizo
en mi Voluntad, por eso supera todo, abraza todo y concurre a todo. He aquí qué
significa vivir en mi Querer. Jamás mi amada Mamá habría podido recibir tanta
gloria, si todos sus actos no hubieran corrido en mi Querer, los cuales la
constituyen Reina y corona de todos”.
Octubre 3,
1922
Necesidad de que la Virgen estuviera al día de las penas internas de Jesús
Continuando mi habitual estado, me sentía oprimida porque el
bendito Jesús frecuentemente permite que yo sufra mientras está presente el
confesor, y me lamentaba con Él diciéndole: “Amor mío, te pido, te suplico, no
permitas más que sufra en presencia de alguien, haz que todo pase entre Tú y
yo, y que únicamente Tú conozcas mis penas. ¡Ah! conténtame, dame tu palabra de
que no lo harás más, es más, hazme sufrir el doble, estaré contenta con tal de
que todo quede oculto entre Tú y yo”. Y Jesús interrumpiéndome me ha dicho:
“Hija mía, no te abatas, cuando mi Voluntad lo quiere, también tú
debes ceder, y además, esto no es otra cosa que un paso de mi Vida. Mi misma
Vida oculta, mis penas internas y todo lo que hice, tuvieron siempre al menos
uno o dos espectadores, y esto con razón, por necesidad y para obtener la
finalidad de mis mismas penas.
El primer espectador fue mi Padre Celestial, a quien nada podía
escaparle siendo Él mismo el que me infligía las penas, era actor y espectador;
si mi Padre no hubiera visto ni hubiera sabido nada, ¿cómo podía darle
satisfacción, darle la gloria, e inclinarlo ante la vista de mis penas a
misericordia para el género humano? Entonces la finalidad no se hubiera
logrado.
En segundo lugar mi Mamá fue espectadora de todas las penas de
mi Vida oculta, y esto era necesario, pues si Yo había venido del Cielo a
la tierra para sufrir, no para Mí sino para bien de los demás, debía tener por
lo menos a una criatura en la cual debía apoyar aquel bien que contenían mis
penas, y así mover a mi amada Mamá a agradecerme, a alabarme, a amarme, a
bendecirme, y a hacerla admirar el exceso de mi bondad.
Y tanto, que Ella, conmovida y raptada ante la vista de mis
penas, me rogaba que en vista del gran bien que le llevaban mis penas, no la
eximiera de fundirse con mis mismas penas para sufrirlas, para darme la
correspondencia y ser mi perfecta imitadora.
Si mi Mamá no hubiera visto nada, no habría tenido mi primera
imitadora, no habría tenido ningún gracias, ninguna alabanza; mis penas, el
bien que contenían, habrían quedado sin efecto, porque no conociéndolas
ninguno, no podía hacer el primer apoyo, así que la finalidad del gran bien que
debía recibir la criatura se habría perdido. Mira cuán necesario era que al
menos una sola criatura estuviera al tanto de mis penas”.
Diciembre 8, 1922
Diciembre 8, 1922
Sobre la Inmaculada Concepción.
Estaba pensando en el gran portento de la Inmaculada Concepción de
mi Reina y Celestial Mamá, y en mi interior he oído decirme:
"Hija
mía, la Inmaculada Concepción de mi amada Mamá fue prodigiosa y del todo
maravillosa, tanto que Cielos y tierra quedaron estupefactos e hicieron fiesta.
Las Tres Divinas Personas hicieron competencia: El Padre hizo salir un mar
inmenso de potencia; Yo, Hijo, saqué un mar infinito de sabiduría; y el
Espíritu Santo un mar inmenso de eterno amor, que fundiéndose formaron un solo
mar y en medio de este mar fue formada la Concepción de esta Virgen, elegida
entre las elegidas.
Así que la Divinidad suministró la sustancia
de esta Concepción, y no sólo era centro de vida de esta admirable y singular
criatura, sino que este mar le estaba alrededor, no sólo para tenerla defendida
de todo lo que pudiera ensombrecerla, sino para darle a cada instante nuevas
bellezas, nuevas gracias, potencia, sabiduría, amor, privilegios, etc.
Así que su
pequeña naturaleza fue concebida en el centro de este mar, y se formó y creció
bajo el influjo de estas olas divinas, tanto, que
no apenas fue formada esta noble y singular criatura, la Divinidad no quiso
esperar como es su costumbre con las demás criaturas, quería sus abrazos, la
correspondencia de su amor, sus besos, gozarse sus inocentes sonrisas, y por
eso no apenas fue formada su Concepción le di el uso de razón a su alma, la
doté de todas las ciencias, le hice conocer nuestras alegrías y nuestros
dolores con relación a la Creación.
Y desde el
seno materno Ella venía al Cielo, a los pies de nuestro trono para darnos los
abrazos, la correspondencia de su amor, sus tiernos besos, y arrojándose en
nuestros brazos nos sonreía con tal complacencia de gratitud y de
agradecimiento, que arrancaba nuestras sonrisas.
¡Oh!, cómo
era bello ver a esta inocente y privilegiada criatura, enriquecida con todas
las cualidades divinas, venir en medio de Nosotros toda amor, toda confianza,
sin temor, porque solamente el pecado es lo que pone distancia entre Creador y
criatura, rompe el amor, hace perder la confianza e infunde temor, así que Ella
venía en medio de Nosotros como Reina, que con su amor, dado por Nosotros, nos
dominaba, nos raptaba, nos ponía en fiesta y se hacía raptora de otro amor, y
Nosotros la hacíamos hacer, gozábamos del amor que nos arrebataba y la
constituimos Reina del Cielo y de la tierra.
Cielo y
tierra exultaron e hicieron fiesta junto con Nosotros, por tener después de
tantos siglos a su Reina; el sol sonrió en su luz, y se creyó afortunado por
tener que servir a su Reina con darle luz; el cielo, las estrellas y todo el
universo sonrieron de alegría e hicieron fiesta, porque debían alegrar a su
Reina haciéndole ver la armonía y belleza del firmamento; sonrieron las
plantas, pues debían nutrir a su Reina, y también la tierra sonrió y se sintió
ennoblecida al deber dar habitación y por tener que hacerse pisar por los pasos
de su Emperatriz. Sólo el infierno lloró y sintió perder las fuerzas por el
dominio de esta Soberana Señora.
¿Pero sabes
tú cuál fue el primer acto que hizo el alma de esta Celestial criatura cuando
se encontró la primera vez ante nuestro trono? Ella conoció que todo el mal del
hombre había sido la ruptura entre su voluntad y la de su Creador, y Ella se
estremeció, y sin dejar pasar el tiempo ató su voluntad a los pies de mi trono,
sin ni siquiera quererla conocer, y mi Voluntad se ató a Ella y se constituyó
centro de vida, tanto que entre Ella y Nosotros se abrieron todas las
corrientes, todas las relaciones, todas las comunicaciones, y no hubo secreto
que no le confiáramos. Fue propiamente esto el acto más bello, más grande,
más heroico que hizo, el poner a nuestros pies su voluntad, y que a Nosotros,
como raptados, nos hizo constituirla Reina de todos. ¿Ves entonces qué
significa atarse con mi Voluntad y no conocer la propia?
El segundo acto que hizo fue ofrecerse a cualquier sacrificio por
amor nuestro.
El tercero fue restituirnos el honor y la gloria de toda la
Creación, que el hombre nos había quitado con hacer su voluntad; y aun desde el
seno materno lloró por amor nuestro, porque nos vio ofendidos, y lloró de dolor
por el hombre culpable. ¡Oh! cómo nos enternecían estas lágrimas inocentes y
apresuraban la suspirada Redención. Esta Reina nos dominaba, nos ataba, nos
arrancaba gracias infinitas, nos inclinaba tanto hacia el género humano que no
podíamos ni sabíamos resistir a sus repetidas instancias; ¿pero de dónde le
venía tal poder y tanta ascendencia sobre la misma Divinidad? ¡Ah! tú lo has
entendido, era la potencia de nuestro Querer que obraba en Ella, que mientras
la dominaba la hacía dominadora de Dios mismo.
Además ¿cómo podíamos resistir a tan inocente criatura poseída por
la potencia y santidad de Nuestro Querer? Sería resistir a Nosotros mismos,
Nosotros descubríamos en Ella nuestras cualidades divinas, como olas afluían
sobre Ella los reflejos de nuestra santidad, los reflejos de los modos divinos,
de nuestro amor, de nuestra potencia, etc., y nuestro Querer, que era su
centro, atraía todos los reflejos de nuestras cualidades divinas y se hacía
corona y defensa de la Divinidad habitante en Ella.
Si esta Virgen Inmaculada no hubiera tenido el Querer Divino como
centro de vida, todas las demás prerrogativas y privilegios con los cuales
tanto la enriquecimos habrían sido una nada frente a eso. Fue esto lo que le
confirmó y le conservó los tantos privilegios, y no sólo, sino que a cada
instante le multiplicaba nuevos.
He aquí la causa por la qué la constituimos Reina de todos, porque
cuando Nosotros obramos lo hacemos con razón, sabiduría y justicia, porque
jamás dio vida a su querer humano, sino que nuestro Querer fue siempre íntegro
en Ella. ¿Cómo podíamos decir a otra criatura, tú eres Reina del cielo, del
sol, de las estrellas, etc., si en lugar de tener nuestro Querer por dominio
fuera dominada por su querer humano? Todos los elementos, cielo, sol, tierra,
se habrían sustraído del régimen y dominio de esta criatura, todos habrían
gritado en su mudo lenguaje: ‘No la queremos, nosotros somos superiores a ella
porque jamás nos hemos sustraído de tu Eterno Querer; tal como nos creaste así
somos.’ Habría gritado el sol con su luz, las estrellas con su centelleo, el
mar con sus olas, y así todo lo demás.
En cambio, como todos sintieron el dominio de esta Virgen excelsa,
que casi como hermana suya jamás quiso conocer su voluntad sino sólo la de
Dios, no sólo hicieron fiesta, sino que se sintieron honrados por tener su Reina
y corrieron en torno a Ella para hacerle cortejo y tributarle sus homenajes,
con ponerse la luna como escabel de sus pies, las estrellas como corona, el sol
como diadema, los ángeles como siervos, los hombres como esperando; todos,
todos le rindieron honores y le hicieron sus homenajes. No hay honor y gloria
que no se pueda dar a nuestro Querer, sea que obre en Nosotros, en su propia
sede, sea que habite en la criatura.
¿Pero sabes tú cuál fue el primer acto que hizo esta noble Reina
cuando saliendo del seno materno abrió los ojos a la luz de este bajo mundo?
Cuando Ella nació, los ángeles le cantaron canciones de cuna a la Celestial
Bebita y Ella quedó extasiada, y su bella alma salió de su cuerpecito,
acompañada por legiones angélicas y giró por tierra y Cielo y fue recogiendo
todo el amor que Dios había esparcido en todo lo creado, y penetrando en el
empíreo vino a los pies de nuestro trono y nos ofreció la correspondencia del
amor de todo lo creado, y pronunció su primer gracias a nombre de todos.
¡Oh! cómo nos sentimos felices al oír el gracias de esta bebita
Reina, y le confirmamos todas las gracias, todos los dones, para hacerla
superar a todas las demás criaturas unidas juntas.
Después, arrojándose en nuestros brazos se deleitó con Nosotros,
nadando en el océano de todos los contentos, quedando embellecida de nueva
belleza, de nueva luz y de nuevo amor; suplicó de nuevo por el género humano,
pidiéndonos con lágrimas que descendiera el Verbo Eterno para salvar a sus
hermanos, pero mientras esto hacía, nuestro Querer le hizo saber que bajara a
la tierra, y Ella de inmediato dejó nuestros contentos y las alegrías y partió,
¿para hacer qué cosa? ¡Nuestro Querer!
¡Qué potente imán era nuestro Querer habitante en la tierra en
esta recién nacida Reina! No nos parecía ya extraña la tierra, no nos sentíamos
ya para castigarla haciendo uso de nuestra justicia; teníamos la potencia de
nuestra Voluntad que en esta inocente niña nos despedazaba los brazos, nos
sonreía desde la tierra, y cambiaba la Justicia en gracias y en dulce sonrisa,
tanto, que no pudiendo resistir al dulce encanto, el Verbo Eterno apresuró su
carrera.
¡Oh prodigio de mi Querer Divino, a Ti todo se debe, por Ti se
cumple todo y no hay prodigio más grande que mi Querer habitando en la criatura!".
Marzo 23,
1923
Dolores de la Celestial Mamá, y cómo el Fiat Divino obró en ellos.
Estaba pensando en los dolores de mi Mamá Celestial, y mi amable
Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:
"Hija mía, el primer Rey de los dolores fui Yo, y siendo Yo
Hombre y Dios, debía concentrar todo en Mí para tener el primado sobre todo,
aun sobre los mismos dolores. Los dolores de mi Mamá no eran otra cosa que los
reflejos de los míos, que reflejándose en Ella le participaban todos mis
dolores, que traspasándola, la llenaron de tal amargura y pena, de sentirse
morir a cada reflejo de mis dolores, pero el amor la sostenía y le daba de
nuevo la vida. Por eso, no sólo por honor, sino con derecho de justicia, fue
la primera Reina del inmenso mar de sus dolores".
Mientras esto decía, me parecía ver a mi Mamá frente a Jesús, y
todo lo que contenía Jesús, los dolores y los traspasos de ese Corazón
santísimo se reflejaban en el corazón de la dolorosa Reina, y por cada uno de
los reflejos se formaban tantas espadas en el corazón de la traspasada Mamá, y
estas espadas eran selladas por un Fiat de luz, en la cual Ella quedaba rodeada
en medio a tantos Fiat de luz fulgidísima que le daban tanta gloria, que faltan
las palabras para narrarla. Entonces Jesús ha continuado diciéndome:
"No fueron los dolores los que constituyeron Reina a mi Mamá
y la hicieron refulgir de tanta gloria, sino mi Fiat Omnipotente, el cual
entrelazaba cada acto y dolor suyo y se constituía vida de cada dolor; así que
mi Fiat era el acto primero que formaba la espada, dándole la intensidad del
dolor que quería; mi Fiat podía poner en aquel corazón traspasado cuantos
dolores quería, agregar heridas a heridas, penas sobre penas, sin la sombra de
la mínima resistencia, es más, se sentía honrada de que mi Fiat se constituía
vida aun de un solo latido, y mi Fiat le dio la gloria completa y la constituyó
verdadera y legítima Reina".
Abril 14, 1923
La fecundidad divina en la Santísima Virgen.
Estaba pensando en todo lo que mi
siempre amable Jesús me va manifestando acerca de su Santísima Voluntad, y
muchas dudas y dificultades aparecían en mi mente, que no creo que sea
necesario decirlas aquí. Después, moviéndose en mi interior y estrechándome
fuerte a su corazón me ha dicho:
"Hija amada de mi Voluntad, tú
debes saber que cuando quiero hacer obras grandes, obras en que toda la familia
humana debe tomar parte, siempre y cuando lo quiera, es mi costumbre el
concentrar en una sola criatura todos los bienes, todas las gracias que esta
obra contiene, a fin de que todos los demás, como de una fuente, puedan tomar
aquel bien por cuanto quieran. Cuando hago obras individuales doy cosas
limitadas, en cambio cuando hago obras que deben servir al bien general, doy
cosas sin límite.
Esto hice en la obra de la
Redención, para poder elevar a una criatura a concebir a un hombre y Dios,
debí concentrar en Ella todos los bienes posibles e imaginables, debí elevarla
tanto, de poner en Ella el germen de la misma fecundidad Paterna, y así como
mi Padre Celestial me generó virgen en su seno con el germen virginal de su
fecundidad eterna, sin obra de mujer, y en este mismo germen procedió el
Espíritu Santo, así mi Celestial Mamá, con este germen eterno, todo virginal
de la fecundidad Paterna, me concibió en su seno virgen, sin obra de hombre.
La Trinidad Sacrosanta debió dar de
lo suyo a esta Virgen Divina para poder concebirme a Mí, Hijo de Dios. Jamás
hubiera podido concebirme mi Santa Mamá sin tener ningún germen; ahora, como
Ella era de la raza humana, este germen de la fecundidad eterna dio virtud de
concebirme hombre, y como el germen era divino, al mismo tiempo me concibió
Dios; y así como al generarme el Padre al mismo tiempo procedió el Espíritu
Santo, así al mismo tiempo que me generé en el seno de mi Mamá, procedió la
generación de las almas, así que todo lo que ‘ab eterno’ sucedió a la
Santísima Trinidad en el Cielo, se repite en el seno de mi amada Mamá.
La obra era grandísima e
incalculable a mente creada, debía concentrar todos los bienes y aún a Mí mismo
para hacer que todos pudieran encontrar lo que querían, por eso debiendo ser la
obra de la Redención tan grande de arrollar a todas las generaciones, quise por
tantos siglos las oraciones, los suspiros, las lágrimas, las penitencias de
tantos patriarcas, profetas y de todo el pueblo del antiguo testamento, y esto
lo hice para disponerlos a recibir un bien tan grande y para disponerme a concentrar
en esta Celestial Criatura todos los bienes que todos debían disfrutar ".
Julio 11,
1923
Por cuanto más grande es la obra que Dios quiere hacer, tanto más es necesario que sea única y singular la criatura que elige.
Estaba rezando y abandonándome toda en los brazos de mi dulcísimo
Jesús, y el bendito Jesús ha venido, todo bondad y amor, y poniéndose junto a
mí me ha dicho:
"Hija mía, por cuanto más grande es la obra que quiero hacer,
tanto más es necesario que sea única y singular la criatura que elijo. La obra
de la Redención era la más grande y para ella elegí a una sola criatura,
dotándola de todos los dones, jamás concedidos a ninguno, para hacer que esta
criatura contuviera tanta gracia de poderme hacer de Madre, y pudiese deponer
en Ella todos los bienes de la Redención; y para custodiar mis mismos dones, desde
que fue concebida hasta que me concibió la tuve oculta en la luz de la Santísima
Trinidad, la cual se hacía custodia y tenía el oficio de dirigirla en todo; después,
cuando quedé concebido en su seno virginal, siendo Yo el verdadero, la cabeza y
el primero de todos los sacerdotes, tomé Yo la tarea de custodiarla y de
dirigirla en todo, hasta el movimiento de su latido; y cuando Yo morí la confié
a otro sacerdote, el cual fue San Juan.
Un alma tan privilegiada que contenía todas las gracias, única
en la mente divina, única en la historia, no quise dejarla hasta el último de
sus respiros sin la asistencia de un representante mío. ¿Acaso he hecho esto a
otras almas? No, porque no conteniendo tanto bien, tantos dones y gracias, no
es necesaria tanta custodia y asistencia.
… nuestra Mamá la confiamos a San Juan, para poner en él, y de él
a la Iglesia, los tesoros, las gracias, todas mis enseñanzas que en el curso de
mi Vida cuando Ella estaba confiada a Mí y haciéndole de sacerdote Yo puse en
Ella como en un santuario todas las leyes, los preceptos, las doctrinas que la
Iglesia debía poseer, y así Ella, fiel como era y celosa aun de una sola
palabra mía, para que no se perdieran, las puso en mi fiel discípulo Juan, así
que mi Mamá tiene el primado sobre toda la Iglesia".
Agosto 20, 1923
La santidad del vivir en el Divino Querer, a ejemplo de la
Santísima Virgen, no tiene nada de prodigioso exteriormente.
“Hija mía, …está el ejemplo de mi Mamá, verdadera santidad del
vivir en mi Querer, todo eclipsado su interior en el Eterno Sol de la Voluntad
Suprema, y que debiendo ser la Reina de la santidad de los santos, Madre y
portadora de mi Vida a todos, y por lo tanto de todos los bienes, quedaba
como escondida en todos, llevando el bien sin hacerse conocer.
Más que silencioso sol portaba la luz sin palabra, el fuego sin
estrépito, el bien sin hacerse notar, no había bien que no partiera de Ella,
no había milagro que de Ella no saliera; viviendo en mi Querer vivía
escondida en todos, y era, y es origen de los bienes de todos.
Estaba tan raptada en Dios, tan fijada y ordenada en la Divina Voluntad,
que todo su interior nadaba en el mar del Eterno Querer, estaba al día de todo
el interior de todas las criaturas y ponía el suyo para reordenarlas delante de
Dios. Era propiamente el interior del hombre lo que tenía más necesidad de ser
rehecho, reordenado, más que el exterior, y debiendo hacer lo más, parecía que
dejaba de hacer lo menos, mientras que era origen del bien externo y del
interno, sin embargo aparentemente parecía que no hacía obras grandes y
estrepitosas. Ella, más que sol, pasaba inobservada y oculta en la nube de luz
de la Divina Voluntad, tanto que los mismos santos han dado de ellos
aparentemente más, haciendo cosas más estrepitosas que mi misma Mamá, no
obstante, ¿qué cosa son los más grandes santos ante mi Celestial Mamá? Son apenas
las pequeñas estrellas comparadas con el gran sol, y si quedan iluminadas, la
causa es el sol.
Pero a pesar de que no hacía cosas estrepitosas, no cesaba, aun visiblemente,
de ser majestuosa y bella, rozando apenas la tierra, toda ocupada en aquél
Querer Eterno que con tanto amor y violencia atraía, raptaba, para
transportarlo del Cielo a la tierra y que la humana familia había tan
brutalmente exiliado hasta el Empíreo. Y Ella, con su interior todo ordenado en
el Divino Querer, no daba tiempo al tiempo, si pensaba, si latía, si respiraba,
y todo lo que hacía, eran vínculos fascinantes para atraer el Verbo Eterno a la
tierra, y en efecto venció e hizo el más grande milagro, que ningún otro
puede hacer”.
Noviembre 24, 1923
La Virgen para la obra de la Redención hizo suyos todos los actos de la Divina Voluntad y preparó el alimento a sus hijos.
Estaba haciendo la hora de la pasión en la que mi Mamá Dolorosa
recibió en sus brazos a su Hijo muerto y lo depositó en el sepulcro, y en mi
interior decía: “Mamá mía, junto con Jesús pongo en tus brazos todas las almas,
a fin de que a todas las reconozcas como hijas tuyas, y una por una las
escribas en tu corazón y las pongas en las llagas de Jesús; son hijas de tu
dolor inmenso y esto basta para que las reconozcas y las ames; y quiero poner
todas las generaciones en la Voluntad Suprema, a fin de que ninguna falte, y a
nombre de todas te doy consuelos, compadecimientos y alivios divinos”. Ahora,
mientras esto decía, mi dulce Jesús se ha movido en mi interior y me ha dicho:
“Hija mía, …el origen de mi Voluntad es eterno, jamás entró el
dolor en Ella; entre las Divinas Personas esta Voluntad estaba en suma
concordia, es más, era una sola; en cada acto que emitía fuera, tanto ‘ad
intra’ cuanto ‘ad extra’, nos daba infinitas alegrías, nuevos contentos,
felicidad inmensa, y cuando quisimos poner fuera la máquina de la Creación,
¿cuánta gloria, cuántas armonías y honor no nos dio? En cuanto brotó el Fiat,
este Fiat difundió nuestra belleza, nuestra luz, nuestra potencia, el orden, la
armonía, el amor, la santidad, todo, y Nosotros quedamos glorificados por las
mismas virtudes nuestras, viendo por medio de nuestro Fiat el florecimiento de
nuestra Divinidad reflejada en todo el universo.
Nuestro Querer no se detuvo, henchido de amor como estaba quiso
crear al hombre, y tú sabes la historia de él, por eso sigo adelante. ¡Ah! fue
precisamente él quien llevó el primer dolor a mi Querer, trató de amargar a
Aquél que tanto lo amaba, que lo había hecho feliz. Mi Querer lloró más que una
tierna madre, lloró a su hijo lisiado y ciego sólo porque se ha sustraído de la
Voluntad de la madre; mi Querer quería ser el primero en obrar en el hombre, no
para otra cosa sino para darle nuevas sorpresas de amor, de alegrías, de
felicidad, de luz, de riquezas, quería siempre dar, he aquí el por qué quería
obrar, pero el hombre quiso hacer su voluntad y rompió con la Divina; ¡jamás lo
hubiese hecho! Mi Querer se retiró y él se precipitó en el abismo de todos los
males.
Ahora, para volver a anudar a estas dos voluntades, se necesitaba
Uno que contuviera en Sí una Voluntad Divina, y por eso Yo, Verbo Eterno,
amando con un amor eterno a este hombre, decretamos entre las Divinas Personas
que tomara carne humana para venir a salvarlo y volver a unir las dos
voluntades separadas. ¿Pero dónde descender? ¿Quién debía ser Aquélla que
debía prestar su carne a su Creador?
He aquí por qué elegimos una criatura, y en virtud de los
méritos previstos del futuro Redentor fue exentada de la culpa de origen, su
querer y el Nuestro fueron uno solo, fue esta Celestial Criatura la que
comprendió la historia de nuestra Voluntad. Nosotros, como a pequeñita, todo le
narramos, el dolor de nuestro Querer y cómo el hombre ingrato con el romper su
voluntad con la nuestra, había encerrado nuestro Querer en el cerco divino,
como obstruyéndolo en sus designios, impidiendo que pudiera comunicarle sus
bienes y la finalidad para la que había sido creado.
Para Nosotros el dar es hacernos felices y hacer feliz a quien de
Nosotros recibe, es enriquecer sin Nosotros empobrecer, es dar lo que Nosotros
somos por naturaleza y formarlo en la criatura por gracia, es salir de Nosotros
para dar lo que poseemos, con el dar, nuestro Amor se desahoga, nuestro Querer
hace fiesta; ¿si no debíamos dar, para qué formar la Creación?
Así que el sólo no poder dar a nuestros hijos, a nuestras amadas
imágenes, era como un luto para nuestra Suprema Voluntad; sólo con ver al
hombre obrar, hablar, caminar, sin la conexión con nuestro Querer, porque él la
había destrozado, y que debían correr hacia él si estaba con Nosotros,
corrientes de gracias, de luz, de santidad, de ciencia, etc., y no pudiéndolo
hacer, nuestro Querer se ponía en actitud de dolor; en cada acto de criatura
era un dolor, porque veíamos aquel acto vacío de valor divino, privado de
belleza y de santidad, todo desemejante de nuestros actos.
¡Oh! cómo comprendió la Celestial Pequeña este nuestro sumo dolor
y el gran mal del hombre al sustraerse de Nuestro Querer, ¡oh! cuántas veces
Ella lloró ardientes lágrimas por nuestro dolor y por la gran desventura del
hombre, y por eso Ella, temiendo, no quiso conceder ni siquiera un acto de
vida a su voluntad, por eso se mantuvo pequeña, porque su querer no tuvo vida
en Ella, ¿cómo podía hacerse grande?
Pero lo que no hizo Ella lo hizo nuestro Querer, la hizo crecer
toda bella, santa, divina; la enriqueció tanto que la hizo la más grande de
todos; era un prodigio de nuestro Querer, prodigio de gracia, de belleza,
de santidad, pero Ella se mantuvo siempre pequeña, tanto que no descendía jamás
de nuestros brazos, y tomando a pecho nuestra defensa correspondió a todos
los actos dolientes del Supremo Querer, y no sólo estaba Ella toda en orden
a nuestra Voluntad, sino que hizo suyos todos los actos de las criaturas, y absorbiendo
en Sí toda nuestra Voluntad rechazada por ellas, la reparó, la amó, y
teniéndola como en depósito en su corazón virginal, preparó el alimento de
nuestra Voluntad a todas las criaturas.
¿Ves entonces con qué alimento nutre a sus hijos esta Madre amantísima?
Le costó toda su vida, penas inauditas, la misma Vida de su Hijo, para hacer en
Ella el depósito abundante de este alimento de mi Voluntad, para tenerlo
dispuesto para alimentar a todos sus hijos cual Madre tierna y amorosa; Ella no
podía amar más a sus hijos; con darles este alimento su amor había llegado al
último grado, así que entre tantos títulos que Ella tiene, el más bello título
que a Ella se le podría dar es el de Madre y Reina de la Voluntad Divina”.
Diciembre 6, 1923
La tarea de la Santísima Virgen y la tarea de Jesús
para hacer que venga el reino de la Divina Voluntad a la tierra.
“Pequeña mía, …Debes saber que para atraer al Verbo y hacerlo
descender del Cielo, mi Mamá tomó la tarea de girar por todas las generaciones,
y haciendo suyos todos los actos de voluntad humana, Ella ponía en ellos el
Querer Divino, porque tenía tanto de este capital de Querer Supremo, de
sobrepasar todo lo que debían tener todas las criaturas juntas, y en cada giro
que hacía multiplicaba este capital. Entonces Yo, Verbo Eterno, viendo que la
más fiel de nuestras criaturas con tanta gracia y amor había llenado todos los
actos humanos con el Querer Divino, habiendo Ella tomado a pecho lo que se
necesitaba para hacer esto, viendo que en el mundo estaba nuestro Querer,
atraído descendí del Cielo.
La segunda tarea me tocó a Mí para formar la Redención. Cuánto
debí girar por todos los actos humanos, tomarlos todos como en un puño y
cubrirlos, sellarlos, esmaltarlos de mi Querer Divino, para atraer a mi Padre Celestial
y hacerlo mirar todos los actos humanos cubiertos de aquel Querer Divino que el
hombre había rechazado a las regiones celestiales, a fin de que mi Padre Divino
pudiese abrir las puertas del Cielo, cerradas por la voluntad humana. No hay
bien que no descienda sino sólo por medio de mi Voluntad”.
Diciembre 8, 1923
Sobre la Inmaculada Concepción de María.
Estaba pensando en la Inmaculada Concepción de mi Mamá Reina, y mi
siempre amable Jesús, después de haber recibido la santa comunión, se hacía ver
en mi interior como dentro de una estancia toda luz, y en esta luz hacía ver
todo lo que había hecho en todo el curso de su Vida; se veían como alineados en
orden todos sus méritos, sus obras, sus penas, sus llagas, su sangre, todo lo
que contenía la Vida de un Hombre y Dios, como en acto de proteger a un alma, a
Él tan querida, de cualquier mínimo mal que pudiese ensombrecerla. Yo me
asombraba al ver tanta atención de Jesús, y Él me ha dicho:
“A mi pequeña recién nacida quiero hacerle conocer la Inmaculada
Concepción de la Virgen, concebida sin pecado. Pero primero tú debes saber
que mi Divinidad es un acto solo, todos los actos suyos se concentran en uno
solo, esto significa ser Dios, el portento más grande de nuestra Esencia Divina,
no estar sujeta a sucesión de actos, y si a la criatura le parece que ahora
hacemos una cosa, y ahora otra, es más bien que hacemos conocer lo que hay en
aquel acto solo, porque la criatura, incapaz de conocerlo todo de un solo
golpe, se lo hacemos conocer poco a poco.
Ahora, todo lo que Yo, Verbo Eterno debía hacer en mi asumida
Humanidad, formaba un solo acto con aquel acto único que contiene mi Divinidad,
así que antes de que esta noble Criatura fuese concebida, ya existía todo lo
que debía hacer en la tierra el Verbo Eterno, por lo tanto, en el acto en
que esta Virgen fue concebida, se alinearon en torno a su Concepción todos mis
méritos, mis penas, mi sangre, todo lo que contenía la Vida de un Hombre Dios,
y quedó concebida en los interminables abismos de mis méritos, de mi sangre
divina, en el mar inmenso de mis penas.
En virtud de ellos quedó inmaculada, bella y pura; al enemigo le
quedó cerrado el paso por los incalculables méritos míos y no pudo hacerle
ningún daño.
Era justo que quien debía concebir el Hijo de un Dios, debía primero ser Ella concebida en las obras de este Dios, para poder tener virtud de concebir al Verbo que debía venir a redimir al género humano. Así que Ella primero quedó concebida en Mí, y Yo quedé concebido en Ella, no quedaba más que a tiempo oportuno hacerlo conocer a las criaturas, pero en la Divinidad estaba como ya hecho. Por eso, la que más recibió los frutos de la Redención, más bien tuvo el fruto completo, fue esta excelsa Criatura, que siendo concebido en Ella, amó, estimó y conservó como cosa suya todo lo que el Hijo de Dios obró sobre la tierra. ¡Oh! la belleza de esta tierna pequeñita, era un prodigio de la gracia, un portento de nuestra Divinidad, creció como Hija nuestra, fue nuestro decoro, nuestra alegría, el honor y la gloria nuestra”.
Entonces, mientras mi dulce Jesús decía todo esto, yo pensaba en
mi mente: “Es cierto que mi Reina Mamá fue concebida en los interminables
méritos de mi Jesús, pero la sangre, el cuerpo, fueron concebidos en el seno de
Santa Ana, la cual no estaba exenta de la mancha de origen; entonces, ¿cómo
puede ser que nada heredó de los tantos males que todos hemos heredado por el
pecado de nuestro primer padre Adán?”
Y Jesús: “Hija mía, tú no has entendido aún que todo el mal
está en la voluntad. La voluntad arrolló al hombre, es decir a su naturaleza,
no la naturaleza arrolló a la voluntad del hombre; así que la naturaleza quedó
en su lugar, tal como fue creada por Mí, nada cambió, fue su voluntad la que se
cambió y se puso, nada menos, que contra una Voluntad Divina, y esta voluntad
rebelde arrastró su naturaleza, la debilitó, la contaminó y la volvió esclava
de vilísimas pasiones; sucedió como a un recipiente lleno de perfumes o de
cosas preciosas, si se vaciara de eso y se llenase de podredumbre o de cosas
viles, ¿acaso cambia el recipiente? Cambia lo que se pone dentro, pero él es
siempre lo que es, a lo más se vuelve más o menos apreciable según lo que
contiene, así fue del hombre.
Ahora mi Mamá, el ser concebida en una criatura de la raza humana
no le causó ningún daño, porque su alma era inmune de toda culpa, entre su
voluntad y la de su Dios no había división, las corrientes divinas no
encontraban obstáculo ni oposición para derramarse sobre Ella, a cada instante
estaba bajo la tupida lluvia de nuevas gracias. Entonces, con esta voluntad y
esta alma toda santa, toda pura, toda bella, el recipiente de su cuerpo que
tomó de su madre quedó perfumado, rehabilitado, ordenado, divinizado, en modo
de quedar exenta aun de todos los males naturales de los que está invadida la
naturaleza humana.
¡Ah! fue propiamente Ella la que recibió el germen del Fiat
Voluntas Tua como en el Cielo así en la tierra, que la ennobleció y la
restituyó a su principio, tal como el hombre fue creado por Nosotros antes
de que pecara; es más, lo sobrepasó, la embelleció aún más a los continuos
flujos de aquel Fiat que tiene sólo virtud de reproducir imágenes todas
semejantes a Aquél que las ha creado, y en virtud de esta Voluntad Divina que
obraba en Ella, se puede decir que lo que Dios es por naturaleza, Ella lo es
por gracia.
Nuestra Voluntad todo puede hacer, a todo puede llegar cuando el
alma nos da libertad de obrar y no interrumpe con su voluntad humana nuestro
obrar”.
Marzo 22, 1924
La Virgen hizo el más grande milagro.
“Hija mía… mi Mamá tenía por Vida mi Querer, no obstante el mundo
hacía su curso en el mal, nada se vio cambiado, ningún milagro externo se vio
en Ella, sin embargo lo que no hizo en el bajo mundo lo hizo en el Cielo, con
su Creador; con su vivir continuo en el Querer Divino formó lugar en Ella
para atraer al Verbo a la tierra, cambió la suerte del género humano e hizo el
más grande de los milagros, que ningún otro ha hecho y que jamás podrá hacer,
fue milagro único: ‘Transportar el Cielo a la tierra’. Quien debe hacer lo
más no es necesario que haga lo menos; sin embargo, ¿quién sabía algo de lo que
hacía mi Mamá? ¿Quién sabía lo que hacía con el Eterno para obtener el gran
portento del descendimiento del Verbo en medio de las criaturas?
Se supo sólo por algunos, en mi Concepción, que fue Ella la causa,
y por muchos cuando me vieron expirar sobre la Cruz. Hija mía, por cuanto más
grande es el bien que quiero hacer al alma, y que este bien debe descender para
bien de las generaciones humanas y que debe darme una gloria completa, tanto
más la atraigo a Mí y hago madurar, conservar este bien entre Yo y el alma, la
segrego de todos, la vuelvo ignorada, y cuando mi Querer quiere que se acerque
a alguna criatura, se necesita todo mi poder para hacerla someterse al
sacrificio, por eso deja hacer a tu Jesús y tranquilízate”.
Diciembre
8, 1924
Acerca de la Inmaculada Concepción.
Prueba a la cual fue sometida la Virgen.
Estaba pensando acerca de la Inmaculada Concepción de mi Soberana
Reina Mamá, a mi mente afluían los méritos, las bellezas y los prodigios de su
Inmaculada Concepción, prodigio que supera todos los demás prodigios hechos por
Dios en toda la Creación.
Ahora, mientras esto pensaba decía entre mí: “Grande es el
prodigio de la Inmaculada Concepción, pero mi Mamá Celestial no tuvo ninguna
prueba en su Concepción, todo le fue propicio, tanto de parte de Dios como de
parte de su naturaleza creada por Dios tan feliz, tan santa, tan privilegiada;
entonces, ¿cuál fue su heroísmo y su prueba?
Si de la prueba no fue excluido el ángel en el Cielo, ni Adán en
el Edén, ¿acaso sólo la Reina de todos debía ser excluida de la aureola más
bella, que la prueba debía poner sobre su cabeza augusta de Reina y de Madre
del Hijo de Dios?” Mientras esto pensaba, mi amable Jesús moviéndose en mi
interior me ha dicho:
“Hija mía, nadie puede ser aceptable a Mí sin la prueba. Si no
hubiera estado la prueba habría tenido una Madre esclava, no libre, y la
esclavitud no entra en nuestras relaciones ni en nuestras obras, ni puede tomar
parte en nuestro libre amor.
Mi Mamá tuvo su primera prueba desde el primer instante de su
Concepción, en cuanto su alma tuvo su primer acto de razón, conoció su
voluntad humana por una parte y la Voluntad Divina por la otra, y fue dejada
libre para elegir a cuál de las dos voluntades debía adherirse, y Ella, sin
perder un instante y conociendo toda la magnitud del sacrificio que hacía, nos
donó su voluntad sin quererla conocer más, y Nosotros le hicimos don de la
nuestra, y en este intercambio de donación de voluntades por ambas partes,
concurrieron todos los méritos, las bellezas, los prodigios, los mares inmensos
de gracia en la Inmaculada Concepción de la más privilegiada de todas las
criaturas.
Es siempre la voluntad la que tengo costumbre de probar; todos los
sacrificios, aun la muerte, sin la voluntad me darían asco y no atraerían ni
siquiera una de mis miradas. ¿Pero quieres saber tú cuál fue el más grande
prodigio obrado por Nosotros en esta criatura tan santa, y el más grande
heroísmo que ninguno, ninguno podrá jamás igualar de tan bella criatura?
Su vida la comenzó con nuestra Voluntad, la siguió y la cumplió,
así que se puede decir que cumplió desde que comenzó, y comenzó desde que
cumplió; y nuestro más grande prodigio fue que en cada pensamiento suyo,
palabra, respiro, latido, movimiento y paso, nuestro Querer desahogaba sobre de
Ella y Ella nos ofrecía el heroísmo de un pensamiento, de una palabra, de un
respiro, de un latido divino y eterno obrante en Ella.
Esto la elevaba tanto, que lo que Nosotros éramos por
naturaleza, Ella lo era por gracia; todas sus demás prerrogativas, sus
privilegios, su misma Inmaculada Concepción, habrían sido un bello nada en
comparación de este gran prodigio; más bien, fue esto lo que la confirmó y la
volvió estable y fuerte durante toda su vida. Mi Voluntad continua, desbordante
sobre de Ella, le participaba la Naturaleza Divina, y su continuo
recibirla la hizo fuerte en el amor, fuerte en el dolor, distinta entre todos.
Fue esta nuestra Voluntad obrante en Ella la que atrajo al Verbo a
la tierra, lo que formó la semilla de la fecundidad divina para poder concebir
un Hombre y Dios sin obra humana, y la hizo digna de ser Madre de su mismo
Creador.
Por eso Yo insisto siempre sobre mi Voluntad, porque conserva al
alma bella como salió de nuestras manos, la hace crecer como copia original de
su Creador; y por cuantas obras grandes y sacrificios uno pueda hacer, si mi
Voluntad no entra dentro, Yo los rechazo, no los reconozco, no es alimento para
Mí; y las obras más bellas sin mi Voluntad llegan a ser alimento de la
voluntad humana, de la propia estima y de la avidez de la criatura”.
Mayo 1,
1925
La misión de Maria Santísima de Madre del Hijo de Dios.
“Hija mía, en ciertas misiones u oficios van encerrados juntos
tales dones, gracias, riquezas y prerrogativas, los cuales, si no fuera por la
misión o por ocupación de oficio, no sería necesario que se poseyeran, pero que
debido a la necesidad de desempeñar el oficio le han sido dados.
Mi Humanidad tuvo por misión de mi Divinidad la salvación de todas
las almas y el oficio de Redentor, de redimirlas, por este oficio me fueron
confiadas sus almas, sus penas, sus satisfacciones.
Así que Yo encerré todo, y si mi Humanidad no hubiera encerrado en
Ella un alma, una pena, una satisfacción, el oficio de Redentor no habría
estado completo, por lo tanto no habría encerrado en Mí todas las gracias, los
bienes, la luz que era necesario dar a cada alma.
Y si bien no todas las almas se salvan, esto dice nada, Yo debía
encerrar los bienes de todas, para hacer que por todas tuviera, por parte mía,
gracias necesarias y sobreabundantes para poder salvar a todas; esto me
convenía por decoro y por justo honor a mi oficio de Redentor.
Además de Mí está mi Celestial Mamá, que tuvo la misión única de
Madre del Hijo de Dios y el oficio de CORREDENTORA DEL GÉNERO HUMANO.
Como misión de Maternidad Divina fue enriquecida de tanta Gracia,
que unido todo junto lo de todas las demás criaturas, celestes y terrestres, jamás
podrán igualarla; pero esto no bastó para atraer al Verbo a su seno
materno, abrazó a todas las criaturas, amó, reparó, adoró a la Majestad Suprema
por todas, de manera de poder hacer Ella sola todo lo que las generaciones
humanas debían hacer hacia Dios; entonces en su corazón virginal tenía una
vena inagotable hacia Dios y hacia todas las criaturas.
Cuando la Divinidad encontró en esta Virgen la compensación del
amor de todos, se sintió raptar y en Ella hizo su Concepción, y AL
CONCEBIRME ELLA TOMÓ EL OFICIO DE CORREDENTORA y tomó parte y abrazó junto
Conmigo todas las penas, las satisfacciones, las reparaciones, el amor materno
hacia todos; así que en el corazón de mi Mamá había una fibra de amor
materno hacia cada criatura. Por eso, con verdad y con justicia la declaré,
cuando Yo estaba sobre la cruz, Madre de todos. Ella corría junto
Conmigo en el amor, en las penas, en todo, no me dejaba jamás solo; y si el
Eterno no le hubiera dado tanta gracia de poder recibir de Ella sola el amor
de todos, jamás se habría movido del Cielo para venir a la tierra a redimir
al género humano.
He aquí la necesidad, la conveniencia de que debido a la misión de
Madre del Verbo tenía que abrazar todo y sobrepasar todo.
Cuando un oficio es único, viene como de consecuencia que nada se
le debe escapar, debe tener bajo su mirada todo, para poder dar ese bien que
posee, debe ser como un verdadero sol que puede dar luz a todos. Esto fue de Mí
y de mi Mamá Celestial”.
Agosto 15, 1925
La fiesta de la Asunción se debería llamar la fiesta de la Divina Voluntad.
…Después de esto me he puesto a pensar en la fiesta de mi Celestial
Mamá Asunta al Cielo, y mi dulce Jesús con un acento tierno y conmovedor ha
agregado:
“Hija mía, el verdadero nombre de esta fiesta, debería ser: ‘La
fiesta de la Divina Voluntad’. Fue la voluntad humana la que cerró el Cielo,
que destrozó los vínculos con su Creador, la que hizo salir todas las miserias,
el dolor, y que puso término a las fiestas que la criatura debía gozar en el
Cielo. Ahora, esta criatura, Reina de todos, con hacer siempre y en todo
la Voluntad del Eterno, es más, se puede decir que su vida fue sólo la Voluntad
Divina, abrió el Cielo, se vinculó con el Eterno e hizo volver las fiestas en
el Cielo con la criatura; cada acto que hacía en la Voluntad Suprema era una
fiesta que iniciaba en el Cielo, eran soles que formaba como ornamentos de esta
fiesta, eran músicas que enviaba para alegrar la Jerusalén Celestial.
Así que la verdadera causa de esta fiesta es la Voluntad Eterna
obrante y cumplida en mi Mamá Celestial, que obró tales prodigios en Ella, que
dejó estupefactos a Cielos y tierra, encadenó al Eterno con los vínculos
indisolubles de amor, raptó al Verbo Eterno hasta su seno, los mismos ángeles,
raptados, repetían entre ellos: ‘¿De dónde tanta gloria, tanto honor, tanta
grandeza y tantos prodigios jamás vistos, en esta excelsa Criatura? No obstante
es del exilio que viene’. Y atónitos reconocían la Voluntad de su Creador como
vida y obrante en Ella, y estremeciéndose decían: ‘¡Santa, Santa, Santa, honor
y gloria a la Voluntad de nuestro Soberano Señor y gloria y tres veces Santa
Aquella que ha hecho obrar a esta Suprema Voluntad!’
Así que es mi Voluntad la que más que todo fue y es festejada en
el día de la Asunción al Cielo de mi Madre Santísima; fue mi Voluntad
únicamente la que la hizo ascender tan alto que la distinguió entre todas las
criaturas, todo lo demás habría sido nada si no hubiera poseído el prodigio de
mi Querer.
Fue mi Voluntad que le dio la Fecundidad Divina y la hizo Madre del Verbo, fue mi Voluntad la que le hizo ver y abrazar a todas las criaturas juntas, haciéndose Madre de todas y amando a todas con un amor de Maternidad Divina, y haciéndola Reina de todos la hacía imperar y dominar.
En aquel día mi Voluntad recibió los primeros honores, la gloria y
el fruto abundante de su labor en la Creación, y comenzó su fiesta que jamás
interrumpe por la glorificación de su obrar en mi amada Madre; y si bien el
Cielo fue abierto por Mí, y muchos santos estaban ya en posesión de la Patria
Celestial cuando la Reina Celestial fue asunta al Cielo, sin embargo la
causa primaria era precisamente Ella, que había cumplido en todo la Suprema
Voluntad, y por eso se esperó a Aquélla que tanto la había honrado y contenía
el verdadero prodigio de la Santísima Voluntad para hacer la primera fiesta al
Supremo Querer.
¡Oh, cómo todo el Cielo glorificaba, bendecía, alababa a la Eterna
Voluntad cuando veía a esta sublime Reina entrar en el Empíreo, en medio de la
corte celestial, toda fundida en el Sol Eterno del Querer Supremo! La veían
toda adornada por la potencia del Fiat Supremo, no había habido en Ella ni
siquiera un latido que no tuviera impreso este Fiat, y atónitos la miraban y le
decían: ‘Asciende, asciende más arriba, es justo que Aquélla que tanto ha
honrado al Fiat Supremo y que por medio suyo nos encontramos en la Patria
Celestial, tenga el trono más alto y que sea nuestra Reina’. Y el más
grande honor que recibió mi Mamá fue el ver glorificada la Divina Voluntad”.
Abril 16, 1926
La Mamá Celestial superó a todos en la santidad y en el amor.
Me sentía
tan pequeña e incapaz de hacer nada, que he llamado en mi ayuda a mi Reina
Mamá, a fin de que juntas pudiésemos amar, adorar, glorificar a mi sumo y único
Bien por todos y a nombre de todos. Mientras estaba en esto me he encontrado en
una inmensidad de Luz y toda abandonada en los brazos de mi Padre Celestial,
más bien, tan fundida como si formase una sola cosa con Él, de modo que no
sentía más mi vida sino la de Dios. Pero, ¿quién puede decir lo que sentía y
hacía? Después de esto mi dulce Jesús ha salido de dentro de mi interior y me
ha dicho:
“Hija mía,
todo lo que has sentido, tu pleno abandono en los brazos de nuestro Padre
Celestial, el no sentir más tu misma vida, es la imagen del vivir en mi Querer,
porque para vivir en Él se debe vivir más de Dios que de sí misma, es
más, la nada debe ceder la vida al Todo para poder hacer todo y tener su acto
en la cima de todos los actos de cada una de las criaturas.
Así fue la
Vida de mi Mamá Divina, Ella fue la verdadera imagen del
vivir en mi Querer, su vivir fue tan perfecto en Él, que no hacía otra cosa que
recibir continuamente de Dios lo que le convenía hacer para vivir en el Supremo
Querer, así que recibía el acto de la adoración suprema, para poderse poner en
la cima de cada adoración que todas las criaturas estaban obligadas a hacer
hacia su Creador, porque la verdadera adoración tiene vida en la Tres
Divinas Personas: Nuestra concordia perfecta, nuestro Amor mutuo, nuestra
única Voluntad, forman la adoración más profunda y perfecta en la Trinidad
Sacrosanta. Por lo tanto, si la criatura me adora y su voluntad no está en
acuerdo conmigo, es palabra vana pero no adoración.
Por eso mi
Mamá todo tomaba de Nosotros, para poderse difundir en todo y ponerse en la
cima de cada acto de criatura: en la cima de cada amor, de cada paso, de cada
palabra, de cada pensamiento; en la cima de cada cosa creada. Ella ponía su
acto primero sobre todas las cosas y esto le dio el derecho de Reina de todos y
de todo, y superó en santidad, en amor, en gracia, a todos los santos que
han sido y serán y a todos los ángeles unidos juntos.
El Creador
se vertió sobre de Ella para darle tanto amor, para que tuviera amor suficiente
para poderlo amar por todos, le comunicó la suma concordia y la Voluntad
única de las Tres Divinas Personas, de modo que pudo adorar en modo divino por
todos y suplir a todos los deberes de las criaturas; si esto no hubiese
sido así, no sería una verdad que la Mamá Celestial superó a todos en la santidad
y en el amor, sino un modo de decir, pero Nosotros cuando hablamos, son hechos
y no palabras. Por eso todo encontramos en Ella, y así habiendo
encontrado todo y a todos, todo le dimos, constituyéndola Reina y
Madre del mismo Creador.”
Abril 28, 1926
La Creación y la Mamá Celestial son los ejemplares más perfectos del vivir en el Divino Querer. La Virgen superó a todos en el sufrir.
Estaba
pensando entre mí: “Mi dulce Jesús cuando habla de su Querer, une junto, casi
siempre a la Soberana Reina del Cielo o bien a la Creación, parece que se
deleita tanto de hablar de Una o de la otra, que va buscando ocasiones,
pretextos, reencuentros para manifestar lo que hace su Santísima Voluntad tanto
en la Mamá Celestial como en la Creación.” Ahora, mientras esto pensaba, mi
amable Jesús se ha movido en mi interior y todo ternura me ha estrechado a Sí y
me ha dicho:
“Hija mía,
si esto hago tengo fuertes razones para hacerlo. Tú debes saber que mi
Voluntad solamente en la Creación y en mi Mamá Celestial ha sido siempre
íntegra y ha tenido libre su campo de acción. Ahora, debiendo llamarte a ti
a vivir en mi Querer como una de ellas, debía proponértelas como ejemplo, como
una imagen a la cual tú debes imitar. Así que para poder hacer cosas grandes,
de manera que todos puedan recibir de aquel bien, a menos de que no lo quieran,
la primera cosa es que mi Voluntad debe obrar integralmente en el alma.
Mira la
Creación, cómo mi Voluntad está íntegra en ella, y porque Ella está íntegra, la
Creación está en su puesto y contiene la plenitud de aquel bien con el cual fue
creada, y por eso se mantiene siempre nueva, noble, pura, fresca, y puede
participar a todos el bien que posee, pero lo bello es que mientras se da a
todos, ella nada pierde y está siempre tal como fue creada por Dios.
¿Qué cosa
ha perdido el sol con dar tanta luz y calor a la tierra? Nada; ¿qué ha perdido
el cielo azul con estar distendido en la atmósfera, la tierra con producir
tantas y tan variadas plantas? Nada; y así de todas las cosas creadas por Mí.
¡Oh, cómo la Creación exalta en modo admirable aquel dicho que dicen de Mí: Es
siempre antiguo y siempre nuevo!
Así que mi
Voluntad en la Creación es centro de vida, es plenitud de bien, es orden,
armonía; todas las cosas las tiene en el puesto querido por Ella. ¿Dónde podrás
encontrar tú un ejemplo más bello, una imagen más perfecta del vivir en mi
Querer, si no es en la Creación?
Pero la que
sobrepasa a todos es mi Mamá Celestial; Ella es el
nuevo cielo, es el sol más fulgurante, es la luna más brillante, es la tierra
más florida, todo, todo encierra en Sí, y si cada una de las cosas creadas
encierra la plenitud de su bien recibido por Dios, mi Mamá encierra todos
los bienes juntos, porque dotada de razón y viviendo mi Voluntad íntegra en
Ella, la plenitud de la Gracia, de la Luz, de la Santidad, crecía a cada
instante, cada acto que hacía eran soles, estrellas que mi Querer formaba en
Ella, así que sobrepasó a toda la Creación, y mi Voluntad íntegra y
permanente en Ella hizo la cosa más grande y consiguió el suspirado Redentor.
Por eso mi
Mamá es Reina en medio a la Creación, porque sobrepasó todo y mi Voluntad
encontró en Ella el alimento de su razón, que íntegra y permanentemente la
hacía vivir en Ella, había sumo acuerdo, se daban la mano mutuamente; no había
fibra de su corazón, palabra, pensamiento sobre del cual mi Voluntad no
poseyera su Vida. ¿Y qué cosa no puede hacer un Querer Divino? Todo. No hay
potencia que le falte ni cosa que no pueda hacer, por eso se puede decir que
todo hizo y todo lo que los demás no pudieron hacer, ni podrán hacer todos
juntos, lo hizo Ella sola.
Por eso no
te maravilles si te señalo la Creación y a la Soberana Reina, porque debo
señalarte los ejemplares más perfectos donde mi Voluntad tiene Vida perenne y
donde jamás ha encontrado obstáculo a su campo de acción divina para poder
obrar cosas dignas de Sí.
Por eso
hija mía, si quieres que mi Fiat Supremo reine como en el Cielo, que es
la cosa más grande que nos queda por hacer para las humanas generaciones, haz
que mi Querer tenga el puesto de soberano y que viva íntegro y permanente en
ti, de todo lo demás no tengas ningún pensamiento, ni de tu incapacidad, ni
de las circunstancias, ni de las cosas nuevas que pueden surgir en torno a ti,
porque reinando en ti mi Querer, servirán como materia y alimento para que mi
Fiat tenga su cumplimiento.”
Después
estaba pensando entre mí: “Es verdad que mi Reina Mamá hizo el más grande de
los sacrificios, que ningún otro ha hecho, esto es, el no querer conocer de
ningún modo su voluntad sino sólo la de Dios, y en esto abrazó todos los
dolores, todas las penas, hasta el heroísmo del sacrificio de sacrificar a su
propio Hijo para cumplir el Querer Supremo.
Pero una
vez que hizo este sacrificio, todo lo que sufrió después fue el efecto de su
primer acto. No tuvo que luchar como nosotros en las diversas circunstancias,
en los encuentros imprevistos, en las pérdidas inesperadas; es siempre lucha,
hasta sangrar el propio corazón por temor de ceder a nuestra combatiente
voluntad humana; con cuánta atención se necesita estar para que el Querer
Supremo tenga siempre su puesto de honor y la supremacía sobre todo, y muchas
veces es más dura la lucha que la misma pena.” Pero mientras esto pensaba, mi
amable Jesús se ha movido en mi interior diciéndome:
“Hija mía,
tú te equivocas, no fue uno el máximo sacrificio de mi Mamá, sino fueron tales
y tantos, por cuantos dolores, penas, circunstancias y encuentros fue expuesta
su existencia y la mía; las penas en Ella siempre eran duplicadas, porque mis
penas eran más que penas suyas, y además mi Sabiduría no cambió nunca dirección
con mi Mamá; en cada pena que debía tocarle Yo le preguntaba siempre si
quería aceptarlas, para oírme repetir por Ella aquel Fiat en cada pena, en cada
circunstancia y aun en cada latido; aquel Fiat me sonaba tan dulce, tan
suave y armonioso, que lo quería oír repetir a cada instante de su vida, y por
eso le preguntaba siempre: ¿Mamá, quieres hacer esto? ¿Quieres sufrir esta
pena?
Y a Ella mi
Fiat le llevaba los mares de bienes que contiene y le hacía entender la
inmensidad de la pena que aceptaba, y este entender con Luz divina lo que paso
a paso debía sufrir, le daba tal martirio que supera infinitamente a la
lucha que sufren las criaturas, porque faltando en Ella el germen de la
culpa, faltaba el germen de la lucha, y mi Voluntad debía encontrar otro medio
para hacer que no fuese menor que las otras criaturas en el sufrir, porque
debiendo adquirir con justicia el derecho de Reina de los dolores, debía
superar a todas las criaturas juntas en las penas.
¿Cuántas
veces no lo has sentido tú misma, que mientras no sentías ninguna lucha, mi Querer,
haciéndote entender las penas a las cuales te sometía, tú quedabas petrificada
por la fuerza del dolor, y mientras quedabas destrozada en la pena, tú eras la
pequeña corderita en mis brazos, pronta a aceptar otras penas a las cuales mi
Querer te quería sometida? ¡Ah! ¿No sufrías tú más que con la misma lucha?
La lucha es
señal de pasiones vehementes, mientras que mi Voluntad, si lleva el dolor, al
mismo tiempo da la intrepidez, y con el conocimiento de la intensidad de la
pena le da tal mérito, que sólo una Voluntad Divina puede dar.
Por eso,
como hago contigo, que en cada cosa que quiero de ti primero te pregunto si
quieres, si aceptas, así hacía con mi Mamá, a fin de que el sacrificio sea
siempre nuevo y me dé la ocasión de conversar con la criatura, de entretenerme
con ella, y que mi Querer tenga su campo de acción divino en la voluntad
humana.”
Mayo 18,
1926
La Virgen para obtener al suspirado Redentor y concebirlo en Ella debió abrazar todo, y hacer los actos de todos.
Estaba
fundiéndome en el Santo Querer Divino, y mientras había girado por todas las
cosas creadas para sellar en ellas mi “te amo”, a fin de que dondequiera y
sobre todos resonase mi “te amo” para corresponder a mi Jesús por su tanto
amor, he llegado a aquel punto de corresponder a mi Dios por todo aquel amor
que tuvo en el acto de quedar concebido en el seno de la Mamá Celestial. Mientras
estaba en esto mi amado Jesús ha salido de dentro de mi interior y me ha dicho:
“Hija mía,
mi inseparable Mamá para concebirme a Mí, Verbo Eterno, fue enriquecida de
mares de Gracia, de Luz y de Santidad por la Majestad Suprema, y Ella hizo tales
y tantos actos de virtud, de amor, de oración, de deseos y de ardientes
suspiros, de sobrepasar a todo el amor, virtud y actos de todas las generaciones
que se necesitaban para obtener al suspirado Redentor.
Entonces,
cuando vi en la Soberana Reina el amor completo de todas las criaturas y todos
los actos que se necesitaban para merecer que el Verbo fuese concebido, encontré
en Ella la correspondencia del amor de todos, nuestra gloria reintegrada y
todos los actos de los redimidos, hasta los de aquellos a los que mi Redención
debía servir de condena por su ingratitud, y entonces mi Amor hizo el
último desahogo y quedé concebido.
Por eso el
derecho de nombre de Madre para Ella es connatural, es sagrado, porque con
abrazar todos los actos de las generaciones, sustituyéndose por todos, sucedió
como si a todos los hubiese parido a nueva vida desde sus entrañas maternas”.
Junio 15,
1926
Cómo la Virgen ama a sus hijos celestiales y hace en el Cielo oficio de Madre.
Me sentía
toda llena de defectos, especialmente por la gran repugnancia que siento cuando
se trata de escribir las cosas íntimas entre Nuestro Señor y yo, es tanto el
peso que siento que no sé qué haría para no hacerlo, pero como la obediencia
impuesta por quien está sobre mí se impone, yo quisiera oponerme, quisiera
decir mis razones para no hacerlo, pero termino siempre cediendo. Ahora,
habiendo pasado una oposición similar me sentía llena de defectos y toda mala,
por eso al venir el bendito Jesús le he dicho:
“Jesús,
vida mía, ten piedad de mí, mírame cómo estoy llena de defectos y cuánta maldad
hay en mí.”
Y Él todo
bondad y ternura me ha dicho:
“Hija mía,
no temas, Yo te vigilo y estoy a la custodia de tu alma a fin de que el pecado,
aún mínimo, no entre en tu alma, y donde tú u otros ven defectos y maldad en
ti, Yo no la encuentro, más bien veo que tu nada siente el peso del Todo,
porque por cuanto más te elevo íntimamente a Mí y te hago conocer lo que
quiere hacer el Todo de tu nada, tanto más sientes tu nulidad, y casi
espantada, aplastada bajo el Todo quisieras no manifestar nada y mucho menos
poner sobre el papel lo que el Todo quiere hacer de esta nada; mucho más que
por cuanta renuencia tú sientes, Yo venzo siempre y te hago hacer lo que
quiero.
Esto le
sucedió también a mi Mamá Celestial cuando le fue dicho: ‘Te saludo María,
llena de gracia, Tú concebirás al Hijo de Dios.’ Ella al oír esto se turbó,
tembló y dijo: ‘¿Cómo puede suceder esto?’ Pero terminó diciendo: ‘Fiat Mihi
Secundum Verbum Tuum.’ Ella sintió todo el peso del Todo sobre su nada y
naturalmente se turbó.
Así que
cuando te manifiesto lo que quiero hacer de ti, tu nada se turba; veo repetir
la turbación de la Soberana Reina, y Yo, compadeciéndote, levanto tu nada, la
refuerzo a fin de que pueda resistir para sostener al Todo. Por eso no pienses
en esto, sino piensa más bien en hacer obrar al Todo en ti.”
¿Y te
parece poco que la criatura pueda formar y llevar la fiesta, la alegría, la
felicidad a su Creador, y por todas partes donde reina nuestra Voluntad? Esto
sucedió a mi Mamá Reina, Ella, porque obró siempre en la Unidad de la
Luz del Querer Supremo, todos sus actos, el oficio de Madre, los derechos de
Reina, quedaron inseparables de su Creador, tan es verdad, que la Divinidad
cuando hace salir fuera los actos de la bienaventuranza para hacer feliz a toda
la patria celestial, hace salir junto todos los actos de la Mamá Celestial, así
que todos los santos se sienten investidos no sólo de nuestras alegrías y
bienaventuranzas, sino que quedan también investidos por el amor materno de la
Madre de ellos, de la gloria de su Reina y de todos sus actos convertidos en
alegrías para toda la Celestial Jerusalén.
Así que
todas las fibras de su corazón materno aman con amor de madre a todos los hijos
de la patria celestial y los hace partícipes en todas las alegrías de Madre y
la gloria de Reina; así que Ella fue Madre de amor y de dolor en la tierra
para sus hijos, que le costaron tanto cuanto le costó la Vida de su Hijo
Dios, y en virtud de la Unidad de la Luz del Querer Supremo que poseía, sus
actos permanecieron inseparables de los nuestros; es Madre de amor en el
Cielo, de alegrías y de gloria para todos sus hijos celestiales, así que
todos los santos tienen un amor mayor, gloria y alegrías de más por virtud de
su Madre y Soberana Reina.”
Junio 26,
1926
La Soberana Reina obra en modo universal y posee la gloria universal.
“Hija mía,
… la Soberana Reina obró en modo universal y por eso tuvo un amor, una gloria,
una oración, una reparación, un dolor por su Creador, y por todos y por cada
una de las criaturas.
Ella no dejó escapar ningún acto que las criaturas debían a su Creador, y encerrando a todos en su materno corazón amaba en modo universal a todos y a cada uno, así que en Ella encontramos toda nuestra gloria, no nos negó nada, no sólo lo que le correspondía a Ella directamente el darnos, sino que nos dio lo que las otras criaturas nos negaron, y para hacerla de Madre magnánima, amantísima, que se abre las entrañas por sus propios hijos, generó a todos en su doliente corazón.
Cada fibra
de él era un dolor traspasante en el cual daba la vida a cada uno de sus hijos,
hasta llegar al golpe fatal de la muerte de su Hijo Dios; el dolor de esta
muerte puso el sello de la regeneración de la vida a los nuevos hijos de esta
Madre doliente.
Ahora, una
Virgen Reina que tanto nos ha amado, defendido todos nuestros derechos, una
Madre tan tierna que tuvo amor y dolores por todos, merece que nuestra pequeña
recién nacida de nuestro Supremo Querer la ame por todos, la recambie de todo y
abrazando todos sus actos en nuestro Querer, pongas tu acto unido al suyo.
Porque Ella
es inseparable de Nosotros, su gloria es nuestra, la nuestra es la suya,
pues nuestro Querer pone todo en común.”
“Hija mía,
mi Querer contiene todo, y así como celoso conserva todos sus actos como si
fueran uno solo, así conserva todos los actos de la Soberana Reina como si
todos fuesen suyos… Ahora, tú debes saber que quien ha hecho bien a todos, ha
amado a todos y ha obrado en modo universal para Dios y por todos, tiene con
justicia los derechos sobre todo y sobre de todos. El obrar en modo universal
es el modo divino, y mi Mamá Celestial pudo obrar con los modos de su Creador
porque poseía el reino de nuestra Voluntad; ahora Ella, habiendo obrado en
nuestro Querer Supremo, tiene los derechos de posesión que formó en nuestro
reino.”
Julio 11,
1926
Para formar el reino de la Redención, los que
más sufrieron fueron Jesús y su Mamá.
“Pequeña
hija mía,… tú debes saber que para formar el reino de la Redención, aquellos
que se distinguieron más en el sufrir, fue mi Mamá, y si bien Ella
aparentemente no sufrió ninguna pena que conocieran las otras criaturas, con
excepción de mi muerte que fue conocida por todos y que fue para su materno
corazón el golpe fatal y más desgarrador que cualquier muerte dolorosísima,
pero como Ella poseía la Unidad de la Luz de mi Querer, esta Luz llevaba a
su corazón traspasado no sólo las siete espadas que dice la Iglesia, sino todas
las espadas, las lanzas, los pinchazos de todas las culpas y penas de las
criaturas, que martirizaban en modo desgarrador su materno corazón.
Pero esto
es nada, esta Luz le llevaba todas mis penas, mis humillaciones, mis
aflicciones, mis espinas, mis clavos, las penas más íntimas de mi corazón;
el corazón de mi Mamá era el verdadero sol, que mientras se ve sólo luz, esta
luz contiene todos los bienes y efectos que recibe y posee la tierra, así que
se puede decir que la tierra está encerrada en el sol.
Así la
Soberana Reina, se veía solamente su persona, pero la Luz de mi Supremo
Querer encerraba en Ella todas las penas posibles e imaginables, y por
cuanto más íntimas y desconocidas estas penas, tanto más estimables y más
potentes sobre el corazón divino para impetrar el suspirado Redentor, y más que
luz solar descendían en los corazones de las criaturas para conquistarlas y
atarlas en el reino de la Redención. Así que la Iglesia, de las penas de la
Celestial Soberana conoce tan poco, que se puede decir que son sólo las penas
aparentes, y por eso da el número de siete espadas; pero si conociera que su
materno corazón era el refugio, el depósito de todas las penas, que la Luz de
mi Voluntad todo le llevaba y nada le ahorraba, no habría dicho siete espadas,
sino millones de espadas, mucho más siendo penas íntimas.
Sólo Dios
conoce la intensidad del dolor de ellas y por eso con derecho fue constituida Reina
de los mártires y de todos los dolores; las criaturas saben dar el peso, el
valor a las penas externas, pero de las internas no atinan a darles el justo
valor. Ahora, para formar en mi Mamá primero el reino de mi Voluntad y después
el de la Redención, no eran necesarias tantas penas, porque no teniendo culpas,
la herencia de las penas no era para Ella. Su herencia era el reino de mi
Voluntad, pero para dar el reino de la Redención a las criaturas, debió
sujetarse a tantas penas, así que los frutos de la Redención fueron
madurados en el reino de mi Voluntad poseído por Mí y por mi Mamá. No hay
cosa bella, buena y útil que no salga de mi Voluntad.
Ahora,
unida a la Soberana Reina vino mi Humanidad, Ella quedó escondida en Mí, en mis
dolores, en mis penas, por eso poco se conoció de Ella, pero de mi Humanidad
fue necesario que se conociera lo que Yo hice, cuánto sufrí y cuánto amé, si
nada se conociera no habría podido formar el reino de la Redención. El
conocimiento de mis penas y de mi Amor es imán y estímulo, incitación, luz para
atraer a las almas a tomar los remedios, los bienes que en Ella hay; el saber
cuánto me cuestan sus culpas, su salvación, es cadena que los ata a Mí e impide
nuevas culpas.
Si en
cambio nada hubieran sabido de mis penas y de mi muerte, no conociendo cuánto
me ha costado su salvación, ninguno habría tenido el pensamiento de amarme y de
salvar su alma.
¿Ves
entonces cuánto es necesario el hacer conocer cuánto ha hecho y sufrido aquél o
aquélla que ha formado en sí un bien universal para darlo a los demás”?
Agosto 22,
1926
Los sufrimientos de la Soberana Reina
Después de
esto estaba pensando entre mí: “Cómo es dura la privación de mi dulce Jesús, se
siente la verdadera muerte del alma y sucede como al cuerpo cuando parte el
alma, que mientras posee los mismos miembros, estos están vacíos de la vida,
están inertes, sin movimiento y no tienen más valor; así me parece mi pequeña
alma sin Jesús, posee las mismas facultades, pero vacías de vida, sin Jesús
termina la vida, el movimiento, el calor, por eso la pena es desgarradora,
indescriptible y no se puede comparar a ninguna otra pena.
¡Ah! la
Mamá Celestial no sufrió esta pena porque su Santidad la volvía inseparable de
Jesús, y por eso no quedó jamás privada de Él.” Pero mientras esto pensaba, mi
amado Jesús se ha movido en mi interior diciéndome:
“Hija mía,
tú te equivocas, la privación de Mí no es separación, sino dolor, y tú
tienes razón al decir que es un dolor más que mortal, y este dolor tiene la
virtud no de separar sino de unir con ataduras más fuertes y más estables la
unión inseparable conmigo, y no sólo esto, sino que cada vez que el alma
queda como privada de Mí, sin culpa suya, Yo resurjo de nuevo para ella a nueva
vida de conocimiento, haciéndome comprender más de nuevo amor, amándola de más,
y doy nueva gracia para enriquecerla y embellecerla, y ella resurge a nueva
Vida Divina, a nuevo amor y a nueva belleza, porque es justo; sufriendo el alma
penas mortales, viene substituida con nueva Vida Divina, si esto no fuese así
me dejaría vencer por el amor de la criatura, lo que no puede ser.
Y además no
es verdad que la Soberana Reina no haya quedado jamás privada de Mí, inseparable
jamás, pero privada sí; esto no perjudicaba la altura de su santidad, más bien
la acrecentaba.
Cuantas
veces la dejé en el estado de pura fe, porque debiendo ser la Reina de los
dolores y la Madre de todos los vivientes, no podía faltarle el adorno más
bello, la gema más refulgente que le daba la característica de Reina de los
mártires y Madre Soberana de todos los dolores; esta pena de ser dejada en
el estado de pura fe la preparó a recibir el depósito de mi doctrina, el tesoro
de los Sacramentos y todos los bienes de mi Redención, porque siendo mi
privación la pena más grande, pone al alma en condición de merecer ser la
depositaria de los dones más grandes de su Creador, de sus conocimientos más
altos y de sus secretos.
Y además la
Soberana Reina como Madre debía poseer todos los estados de ánimo, por lo tanto
también el estado de pura fe, para poder dar a sus hijos aquella fe inmutable
que hace arriesgar la sangre y la misma vida para defender y atestiguar la fe.
Si este don de la fe no lo hubiera poseído, ¿cómo lo podía dar a sus hijos?”
Así hija
mía, quien debe ser cabeza conviene que sufra, que trabaje y que haga él solo
todo lo que los demás harán todos juntos. Esto es lo que hice Yo, porque como
cabeza de la Redención puedo decir que hice todo por amor de todos, para darles
la vida y ponerlos a todos a salvo, como también la Virgen Inmaculada, porque
como Madre y Reina de todos, ¿cuánto no sufrió? ¿Cuánto no amó y obró por todas
las criaturas?
Ninguno
puede decir que nos haya igualado, ya sea en el sufrir como en el amar, a lo
más nos semejan en parte, pero igualarnos, ninguno. Pero con el haber estado a
la cabeza de todos, tanto Yo como la Soberana Reina, encerrábamos todas las
gracias y todos los bienes, la fuerza estaba en nuestro poder, el dominio
era nuestro, Cielo y tierra obedecían a nuestras señas y temblaban delante
nuestra Potencia y Santidad.”
SELLO ESTA COMUNICACIÓN CON ESTAS DOS CITAS DE LA SEGUNDA PARTE DE LOS ESCRITOS, LOS CUALES ESTÁN AL PRESENTE SIENDO
ESTUDIADOS POR EL VATICANO, Y POR LO TANTO, NO AQUÍ INCLUIDOS:
Junio 6 de
1935
“Hija mía, tú debes saber que amo siempre a mis hijos, a mis amadas criaturas. Me desviviría por no verlas golpeadas, tanto, que EN LOS TIEMPOS FUNESTOS QUE VENDRÁN, LOS HE PUESTO A TODOS EN LAS MANOS DE MI MAMÁ CELESTIAL, A ELLA LOS HE CONFIADO PARA QUE ME LOS TENGA SEGUROS BAJO SU MANTO”.
Ahora,
mientras esto decía, mi querido Jesús me hacía ver con hechos, que LA
SOBERANA REINA DESCENDÍA DEL CIELO CON UNA MAJESTAD INDECIBLE Y UNA TERNURA
TODA MATERNA, Y GIRABA EN MEDIO A LAS CRIATURAS, EN TODAS LAS NACIONES, Y
MARCABA A SUS QUERIDOS HIJOS Y A AQUELLOS QUE NO DEBÍAN SER TOCADOS POR LOS
FLAGELOS. A QUIENQUIERA QUE TOCABA MI MAMÁ CELESTIAL, LOS FLAGELOS NO TENÍAN
PODER SOBRE DE ELLOS; EL DULCE JESÚS DABA EL DERECHO A SU MAMÁ DE PONER A SALVO
A QUIEN ELLA QUERÍA.
Cómo era
conmovedor ver girar en todas las partes del mundo a la Emperatriz Celestial,
que los tomaba entre sus manos maternas, se los estrechaba a su pecho, los
escondía bajo su manto a fin de que ningún mal pudiera dañar a aquellos que su
materna bondad tenía bajo su custodia, custodiados y defendidos. ¡Oh! si
todos pudieran ver con cuánto amor y ternura hacía este oficio la Celestial
Reina, llorarían de consuelo y amarían a Aquélla que tanto nos ama”.
Diciembre 8 de 1935
“…Mucho más
que la Soberana Reina con poseer nuestra Voluntad como vida, tenía siempre qué
darnos, siempre qué decir, nos tenía siempre ocupados y Nosotros teníamos
siempre qué dar, y siempre nuestros secretos amorosos para comunicarle, tanto
que NADA HACEMOS SIN ELLA, primero nos entendíamos con Ella, después lo
poníamos en su materno corazón, y de su corazón desciende en el afortunado que
debe recibir aquel bien.
ASÍ QUE NO
HAY GRACIA QUE DESCIENDA SOBRE LA TIERRA, NO HAY SANTIDAD QUE SE FORME, NO HAY
PECADOR QUE SE CONVIERTA, NO HAY AMOR QUE PARTA DE NUESTRO TRONO, QUE PRIMERO
NO SEA PUESTO EN SU CORAZÓN DE MADRE, LA CUAL FORMA LA MADURACIÓN DE AQUEL
BIEN, LO FECUNDA CON SU AMOR, LO ENRIQUECE CON SUS GRACIAS, Y SI ES NECESARIO
CON LA VIRTUD DE SUS DOLORES, Y DESPUÉS LO PONE EN QUIEN LO DEBE RECIBIR, DE
MODO QUE QUIEN LO RECIBE SIENTE LA PATERNIDAD DIVINA Y LA MATERNIDAD DE SU
MADRE CELESTIAL.
Podemos
hacer sin Ella, pero no queremos, ¿quién tendrá corazón de hacerla a un lado?
Nuestro Amor, nuestra Sabiduría infinita, nuestro mismo FIAT se impone sobre
Nosotros, y NO NOS HACE HACER NADA QUE NO DESCIENDA POR MEDIO SUYO”.
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17 de
Septiembre de 1958 – S.S. Pío XII
“…Nosotros
queremos proclamar muy alto, nuestra certeza de que LA RESTAURACIÓN DEL
REINO DE CRISTO POR MARÍA no podrá dejar de realizarse, de manera que, por
su poderosa intercesión y su auxilio constante, se realice por fin el Reino de
Cristo, “Reino de Verdad y de Vida, Reino de Santidad y Gracia, Reino de
Justicia, de Amor y de Paz”.
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INVOCACIÓN
Por
intercesión de Nuestra Santísima Madre, Madre del Verdadero Dios por Quien se
vive, Reina de la Divina Voluntad y Corredentora, Medianera y Abogada nuestra, pido
aquí la Unción del Espíritu Santo para todos los que lean este documento y oren
la siguiente oración; para que sus corazones y sus inteligencias se abran
de par en par a la Luz, Amor y Sabiduría Divina de Dios, y puedan llegar a
vivir en la Plenitud de Vida en la Divina Voluntad que Él ha designado para
cada uno de nosotros desde toda la Eternidad, para Su Gloria, y para la nuestra
en la Suya. ¡AMEN! 55
A NUESTRA SANTÍSIMA MADRE,
REINA Y MADRE DE LA DIVINA VOLUNTAD
Oh Madre
Santísima, yo, (vuestro nombre), pobre e indigno(a) pecador(a), renuevo y
ratifico hoy en tus manos, los votos de mi Bautismo; renuncio para siempre a
Satanás, a sus ostentaciones y maniobras, y me entrego enteramente a
Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, a cargar mi cruz ante El todos los días de
mi vida, y a ser fiel a Él más que nunca lo he sido.
Oh
Inmaculada Madre, en presencia de todas las Cortes Celestiales, te elijo en este
día por Madre, Maestra y Reina. A Ti consagro TODO mi ser, TODA mi vida, mi
voluntad, TODOS mis actos, TODA mi familia, y ABSOLUTAMENTE TODO, para que Tú
hagas con ellos según tu Voluntad para la mayor Gloria de Dios.
Oh Madre
dulcísima, heme aquí postrado a los pies de tu Trono. Soy tu pequeño hijo(a)
y quiero darte TODO mi amor; quiero encerrar en tu Corazón Materno, mis penas,
mis temores, mis debilidades y TODO mi ser.
Oh
Santísima Madre, Reina y Madre de La Divina Voluntad, a Ti entrego mi voluntad
para que Tú me la cambies por la Voluntad Divina. Átala Oh Madre junto con la
Tuya a los pies del Trono Celestial, y dame la Voluntad Divina como CENTRO de
mi vida. Devélame Oh Madre Su Vida.
Te ruego
que me mantengas siempre refugiado en tu Inmaculado Corazón y que suplas por
todos mis actos, para que sean siempre hechos y vividos en el Divino Querer.
Ayúdame Oh Madre a vivir en Su Plenitud. Haz descender el Espíritu Santo a mi
alma para que queme todo lo que es humano, y con Su Soplo refrigerante impere
sobre mí y me confirme en la Divina Voluntad.
Unido a Ti oh
Santísima Madre, me ofrezco contigo a la Santísima Trinidad, para
restituirles el honor y la gloria de toda la Creación que nosotros le habíamos
quitado haciendo nuestra voluntad. Escucha Madre queridísima, para hacer más
solemne la consagración de mi voluntad a Ti, llamo a la Trinidad Sacrosanta, a
todos los Ángeles, a todos los Santos, y delante de todos prometo, y con
juramento, hacer solemne consagración de mi voluntad, de toda mi vida y de
todos mis actos a mi Madre Celestial.
Oh Madre
Santísima, yo soy TOTUS TUUS y acepto y acojo tu sello en mí. He aquí a tu
hijo, llévame a VIVIR en el Reino de la Divina Voluntad, y haz que ELLA sea
siempre mi PRIMER ACTO, mi ALIMENTO, mi VIDA.
Oh Madre Santísima, en la Unidad de la Divina Voluntad, yo pido en unión Contigo,
con Nuestro Señor Jesucristo, y con todos los Ángeles y Santos: "Oh
Padre Eterno, VENGA TU REINO; HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL
CIELO” ¡AMEN!
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