Te recomiendo no apartarte jamás de la Divina Voluntad. Vive siempre en sus brazos maternos, como una niña en los brazos de su madre. Tus sufrimientos ponlos en sus manos maternas, para que se sirva de ellos para haceros santa y para hacer bien a todas las criaturas. ¡Cómo te sentirás feliz, pensando que tus penas sirven para salvar a las almas, para consolar a Jesús, para besar sus llagas, para decirle que Lo amas! En cada pena que sufres, dile a Jesús que le llevas su Amor. Ámalo siempre, y Jesús quedará herido por tu amor y te amará más… Cada pena que sufres… piensa que es un “TE AMO”, un beso, un afecto, un abrazo que te manda Jesús; así sentirás la fuerza en el sufrir, la alegría que llevan las penas sufridas por Jesús. La Divina Voluntad sea tu habitación, tu alimento, tu vida. La palabra continua sobre tus labios sea: “¡Quiero hacer y vivir en tu Voluntad!” Así te sentirás fortalecida y endulzar las penas que sufres.
Carta 124 S. D. Luisa Piccarreta
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