ORACIONES INICIALES
- Pequeño Catecismo de la Divina Voluntad
- (1) Febrero 14
- 11-28 214 de 1912 con su vida oculta Jesús santificó divinisó todas las acciones humanas
- 14-68 Octubre 24
- 1912 » En la Divina Voluntad todas las cosas tienen el mismo valor
- 1922
- 1933
- ANUNCIACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN ( PADRE PEDRO RUBIO)
- Actos en el Querer Divino: rayos del acto de Dios Unico- Eterno
- CAP 5.6.7
- CAPITULO 48 1935
- CARTA 124 DE LUISA
- CUARTA HORA De las 8 a las 9 de la noche La Cena Eucarística
- DECIMA HORA De las 2 a las 3 de la mañana Jesús es presentado a Anás
- DECIMOCTAVA HORA DE LAS 10 A LAS 11 DE LA MAÑANA JESÚS TOMA LA CRUZ Y SE DIRIGE AL CALVARIO DONDE ES DESNUDADO
- DECIMOCUARTA HORA DE LAS 6 A LAS 7 DE LA MAÑANAJESÚS DE NUEVO ANTE CAIFÁS Y DESPUÉS ES LLEVADO A PILATOS
- DECIMOQUINTA HORA DE LAS 7 A LAS 8 DE LA MAÑANA JESÚS ANTE PILATOS. PILATOS LO ENVÍA A HERODES
- DECIMOSEXTA HORA DE LAS 8 A LAS 9 DE LA MAÑANA JESÚS DE NUEVO ANTE PILATOS ES POSPUESTO A BARRABÁS. JESÚS ES FLAGELADO
- DECIMOSÉPTIMA HORA DE LAS 9 A LAS 10 DE LA MAÑANA JESÚS CORONADO DE ESPINAS “ECCE HOMO” JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
- DECIMOTERCERA HORA DE LAS 5 A LAS 6 DE LA MAÑANA JESÚS EN PRISIÓN
- DUODÉCIMA HORA De las 4 a las 5 de la mañana Jesús en medio de los soldados
- Divina Voluntad Oraciones
- EL ALMA EN LA DIVINA VOLUNTAD PUEDE FORMAR LAS HOSTIAS (FORMAS) PARA ALIMENTAR A JESÚS.
- EL MARTIRIO DE LA ATENCION EN D V
- EL TERCER FIAT
- FIAT CREANDOR-REDENTOR-SANTIFICADOR
- HOMILIAS sobre "El Arbol de la Vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal" Padre Pedro Rubio hdv
- LA SANTÍSIMA TRINIDAD PADRE FORTEA
- LAS 24 HORAS DE LA PASION CON LECTURAS INCORPORADAS DEL LIBRO DEL CIELO
- LAS HORAS DE LA PASION CON LECTURAS DEL LIBRO DEL CIELO INCORPORADAS
- LECCIONES SOBRE LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO DADOS POR JESUS A MARIA VALTORTA
- LOS 144.000 SELLADOS
- LOS TRES FIAT
- LOS TRES FIATS Y ACTO PREVENTIVO y ACTO ACTUAL
- Los actos en el Divino Querer
- MES DE JULIO
- MES DE JULIO LIBRO DEL CIELO VOL 2- 36
- Manual para Sacerdotes Instruyendo a los laicos sobre el Don de Vivir en la Divina Voluntad
- NOVENA AL ESPIRITU SANTO DV
- NOVENA HORA
- OCTAVA HORA De las 12 de la noche a la 1 de la mañana La captura de Jesús
- ORACIONES INICIALES
- PRIMERA HORA De las 5 a las 6 de la tarde Jesús se despide de su Madre Santísima
- Primera hora de agonía en el Huerto de Getsemaní
- QUINTA HORA De las 9 a las 10 de la noche
- SANTA VIRGEN MARÍA REINA DEL CIELO Y DE LA TIERRA
- SEGUNDA HORA De las 6 a las 7 de la tarde Jesús se separa de su Madre Santísima y se encamina al Cenáculo.
- SEXTA HORA De las 10 a las 11 de la noche Segunda hora de agonía en el Huerto de Getsemaní
- SÉPTIMA HORA De las 11 a las 12 de la noche Tercera hora de agonía en el Huerto de Getsemaní
- TEMAS DE LA DOCTRINA CATOLICA EN LOS ESCRITOS DE LA SIERVA DE DIOS LUISA PICARRETA
- TERCERA HORA De las 7 a las 8 de la noche La Cena Legal
- UNDÉCIMA HORA De la 3 a las 4 de la mañana Jesús en casa de Caifás
- VOLUMEN 33 7 OCTUBRE
- VOLUMEN 33-3 Diciembre 10
- VOLUMEN11
miércoles, 18 de agosto de 2021
DECIMOCTAVA HORA DE LAS 10 A LAS 11 DE LA MAÑANA JESÚS TOMA LA CRUZ Y SE DIRIGE AL CALVARIO DONDE ES DESNUDADO.
lunes, 16 de agosto de 2021
DECIMOSÉPTIMA HORA DE LAS 9 A LAS 10 DE LA MAÑANA JESÚS CORONADO DE ESPINAS “ECCE HOMO” JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión
contigo
por medio de la oración, y tomando tus pensamientos,
tu
lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y
en tu
amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi
cabeza sobre tu corazón empiezo:
Mi Jesús, amor infinito, mientras más te miro más
comprendo cuánto sufres. Ya estás todo lacerado y no
hay
parte sana en Ti; los verdugos enfurecidos al ver que
Tú en
medio de tantas penas los miras con tanto amor, que tu
mirada
amorosa formando un dulce encanto, casi como tantas
voces
ruegan y suplican más penas y nuevas penas, y estos,
si bien
inhumanos, pero también forzados por tu amor, te ponen
de
pie, y Tú, no sosteniéndote caes de nuevo en tu propia
sangre,
y ellos, irritados, con patadas y con empujones te
hacen llegar
al lugar donde te coronarán de espinas.
Amor mío, si Tú no me sostienes con tu mirada de amor,
yo
no puedo continuar viéndote sufrir. Siento ya un
escalofrío en
los huesos, el corazón me late fuertemente, me siento
morir,
¡Jesús, Jesús, ayúdame! Y mi amable Jesús me dice:
«Animo, no pierdas nada de lo que he sufrido; sé
atenta a
mis enseñanzas. Yo debo rehacer en todo al hombre, la
culpa
le ha quitado la corona y lo ha coronado de oprobios y
de
confusión, así que no puede comparecer ante mi
Majestad, la
culpa lo ha deshonrado haciéndole perder todo derecho
a los
honores y a la gloria, por eso quiero ser coronado de
espinas,
para poner sobre la frente del hombre la corona y
restituirle
todos los derechos a cualquier honor y gloria; y mis
espinas
serán ante mi Padre reparaciones y voces de disculpa
por los
tantos pecados de pensamiento y especialmente de
soberbia; y
serán voces de luz y de súplica a cada mente creada
para que
no me ofendan; por eso, tú únete conmigo y ora y
repara junto
conmigo».
Coronado Jesús, tus crueles enemigos te hacen sentar,
te
ponen encima un trapo de púrpura, toman la corona de
espinas
y con furia infernal te la ponen sobre tu adorable
cabeza, y a
golpes de palo te hacen penetrar las espinas en la
frente, y
algunas te llegan hasta los ojos, a las orejas, al
cráneo y hasta
166
detrás en la nuca. ¡Amor mío, qué desgarro, qué penas
tan
inenarrables! ¡Cuántas muertes crueles no sufres!
La sangre te corre sobre tu rostro, de manera que no
se ve
más que sangre, pero bajo esas espinas y esa sangre se
descubre tu rostro santísimo radiante de dulzura, de
paz y de
amor, y los verdugos queriendo completar la tragedia
te
vendan los ojos, te ponen una caña en la mano por
cetro y
comienzan sus burlas. Te saludan como rey de los
judíos, te
golpean la corona, te dan bofetadas y te dicen:
«Adivina quién te ha golpeado». (Lc 22, 64)
Y Tú callas y respondes con reparar las ambiciones de
quienes aspiran a reinos, a las dignidades, a los
honores, y por
aquellos que encontrándose en estos puestos, no
comportándose bien forman la ruina de los pueblos y de
las
almas confiadas a ellos, y cuyos malos ejemplos son
causa de
empujar al mal y de que se pierdan almas.
Con esa caña que tienes en la mano reparas por tantas
obras buenas vacías de espíritu interior, e incluso
hechas con
malas intenciones. En los insultos y en esa venda
reparas por
aquellos que ponen en ridículo las cosas más santas,
desacreditándolas y profanándolas, y reparas por
aquellos que
se vendan la vista de la inteligencia para no ver la
luz de la
verdad.
Con esta venda impetras para nosotros el que nos
quitemos
las vendas de las pasiones, de las riquezas y los
placeres. Mi
Rey Jesús, tus enemigos continúan sus insultos, y la
sangre
que escurre de tu santísima cabeza es tanta, que
llegándote
hasta la boca te impide hacerme oír claramente tu
dulcísima
voz, y por eso no puedo hacer lo que haces Tú, por eso
vengo
a tus brazos, quiero sostener tu cabeza traspasada y
dolorida,
quiero poner mi cabeza bajo esas espinas para sentir
sus
pinchazos.
Pero mientras digo esto, mi Jesús me llama con su
mirada
de amor y yo corro, me abrazo a su corazón y trato de
sostener
su cabeza. ¡Oh, cómo es bello estar con Jesús, aun en
medio
de mil tormentos! Y Él me dice:
«Hija mía, estas espinas dicen que quiero ser
constituido rey
de cada corazón; a Mí me corresponde todo dominio; tú
toma
estas espinas y pincha tu corazón y haz salir de él
todo lo que
a Mí no pertenece y deja las espinas dentro de tu
corazón
como señal de que Yo soy tu Rey y para impedir que
ninguna
otra cosa entre en ti. Después gira por todos los
corazones, y
pinchándolos haz salir de ellos todos los humos de
soberbia, la
podredumbre que contienen, y constitúyeme Rey de
todos».
167
Amor mío, el corazón se me oprime al dejarte, por eso
te
ruego que ensordezcas mis oídos con tus espinas para
que
sólo pueda oír tu voz; que me cubras los ojos con tus
espinas
para poder mirarte sólo a Ti; que me llenes con tus
espinas la
boca, de modo que mi lengua quede muda a todo lo que
pudiera ofenderte, y tenga libre la lengua para
alabarte y
bendecirte en todo.
Oh mi Rey Jesús, circúndame de espinas, y estas
espinas
me custodien, me defiendan y me tengan toda atenta a
Ti. Y
ahora quiero limpiarte la sangre y besarte, porque veo
que tus
enemigos te conducen a Pilatos, el cual te condenará a
muerte.
Amor mío, ayúdame a continuar tu dolorosa vida y
bendíceme.
Jesús de nuevo ante Pilatos
Mi coronado Jesús, mi pobre corazón herido por tu amor
y
traspasado por tus penas no puede vivir sin Ti, por
eso te
busco y te encuentro nuevamente ante Pilatos. ¡Pero
qué
espectáculo conmovedor! ¡Los Cielos se horrorizan y el
infierno
tiembla de espanto y de rabia! Vida de mi corazón, mi
mirada
no puede soportar el mirarte sin sentirme morir; pero
la fuerza
raptora de tu amor me obliga a mirarte para hacerme
comprender bien tus penas; y yo entre lágrimas y
suspiros te
contemplo.
Mi Jesús, estás desnudo, y en vez de vestidos te veo
vestido
de sangre, las carnes abiertas y destrozadas, los
huesos al
descubierto, tu santísimo rostro irreconocible; las
espinas
clavadas en tu santísima cabeza te llegan a los ojos,
al rostro,
y yo no veo más que sangre, que corriendo hasta la
tierra
forma un arroyo sanguinolento bajo tus pies.
¡Mi Jesús, no te reconozco más por como has quedado
reducido! ¡Tu estado ha llegado a los excesos más
profundos
de las humillaciones y de los dolores! ¡Ah, no puedo
soportar tu
visión tan dolorosa!
Me siento morir, quisiera arrebatarte de la presencia
de
Pilatos para encerrarte en mi corazón y darte
descanso;
quisiera sanar tus llagas con mi amor, y con tu sangre
quisiera
inundar todo el mundo para encerrar en ella a todas
las almas
y conducirlas a Ti como conquista de tus penas. Y Tú,
oh
paciente Jesús, a duras penas parece que me miras por
entre
las espinas y me dices:
«Hija mía, ven entre mis atados brazos, apoya tu
cabeza
sobre mi seno y verás dolores más intensos y acerbos,
porque
lo que ves por fuera de mi Humanidad no es otra cosa
que el
168
desahogo de mis penas interiores. Pon atención a los
latidos
de mi corazón y oirás que reparo las injusticias de
los que
mandan, la opresión de los pobres, de los inocentes
pospuestos a los culpables, la soberbia de aquellos
que para
conservar las dignidades, los cargos, las riquezas, no
dudan en
romper cualquier ley y en hacer mal al prójimo,
cerrando los
ojos a la luz de la verdad.
Con estas espinas quiero romper el espíritu de
soberbia de
“sus señorías”, y con las heridas que forman en mi
cabeza
quiero abrirme camino en sus mentes, para reordenar en
ellas
todas las cosas según la luz de la verdad. Con estar
así
humillado ante este injusto juez, quiero hacer
comprender a
todos que solamente la virtud es la que constituye al
hombre
rey de sí mismo, y enseño a quien manda, que solamente
la
virtud, unida al recto saber, es la única digna y
capaz de
gobernar y regir a los demás, mientras que todas las
otras
dignidades, sin la virtud, son cosas peligrosas y
deplorables.
Hija mía, haz eco a mis reparaciones y sigue poniendo
atención a mis penas».
Amor mío, veo que Pilatos, al verte tan malamente
reducido,
se siente estremecer y todo impresionado exclama:
«¿Será posible tanta crueldad en los corazones
humanos?
¡Ah, no era esta mi voluntad al condenarlo a los
azotes!»
Y queriendo liberarte de las manos de tus enemigos,
para
poder encontrar razones más convenientes, todo hastiado
y
apartando la mirada, porque no puede sostener tu
visión
demasiado dolorosa, vuelve a interrogarte:
«Pero dime, ¿qué has hecho? Tu gente te ha entregado
en
mis manos, dime, ¿Tú eres rey? ¿Cuál es tu reino?»
A las preguntas apresuradas de Pilatos, Tú, oh mi
Jesús, no
respondes, y ensimismado en Ti mismo piensas en salvar
mi
pobre alma a costa de tantas penas. Y Pilatos, porque
no
respondes, añade:
«¿No sabes Tú que está en mi poder el liberarte o el
condenarte?» (Jn 19, 10)
Pero Tú, oh amor mío, queriendo hacer resplandecer en
la
mente de Pilatos la luz de la verdad le respondes:
«No tendrías ningún poder sobre Mí si no te viniera de
lo
alto, pero aquellos que me han entregado en tus manos
han
cometido un pecado más grave que el tuyo». (Jn 19, 11)
Entonces Pilatos, como movido por la dulzura de tu
voz,
indeciso como está, con el corazón en tempestad,
creyendo
que los corazones de los judíos fuesen más piadosos,
se
169
decide a mostrarte desde la terraza, esperando que se
muevan
a compasión al verte tan desgarrado, y así poderte
liberar.
Dolorido Jesús mío, mi corazón desfallece al verte
seguir a
Pilatos, con trabajos caminas y encorvado bajo aquella
horrible
corona de espinas, la sangre marca tus pasos, y en
cuanto
sales fuera escuchas a la muchedumbre escandalosa que,
ansiosa espera tu condena.
Pilatos imponiendo silencio para llamar la atención de
todos
y hacerse escuchar por todos, toma con repugnancia los
dos
extremos de la púrpura que te cubre el pecho y los
hombros,
los levanta para hacer que todos vean a qué estado has
quedado reducido, y en voz alta dice:
«¡Ecce Homo!» (“¡Aquí tienen al hombre!”)
Mírenlo, no tiene más figura de hombre, observen sus
llagas;
ya no se le reconoce; si ha hecho mal ya ha sufrido
suficiente,
más bien demasiado; yo estoy arrepentido de haberle
hecho
sufrir tanto, por eso dejémoslo libre».
Jesús, amor mío, deja que te sostenga, porque veo que
no
sosteniéndote en pie bajo el peso de tantas penas,
vacilas. Ah,
en este momento solemne se decide tu suerte, a las palabras
de Pilatos se hace un profundo silencio en el Cielo,
en la tierra
y en el infierno. Y después, como en una sola voz oigo
el grito
de todos:
«¡Crucifícalo, crucifícalo, a cualquier costo lo
queremos
muerto!» (Lc 23, 21)
Vida mía, Jesús, veo que tiemblas, el grito de muerte
desciende en tu corazón, y en estas voces descubres la
voz de
tu amado Padre que dice:
«¡Hijo mío, te quiero muerto, y muerto crucificado!»
Ah, oyes también a tu Mamá, que si bien traspasada,
desolada, hace eco a tu amado Padre: «¡Hijo, te quiero
muerto!» Los ángeles, los santos, el infierno, todos a
voz
unánime gritan: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Así que
no hay
alma que te quiera vivo. Y, ay, ay, con mi mayor
rubor, dolor y
horror, también yo me siento obligada por una fuerza
suprema
a gritar: «¡Crucifícalo!»
Mi Jesús, perdóname si también yo, miserable alma
pecadora, te quiero muerto. Sin embargo, te ruego que
me
hagas morir junto contigo. Y Tú, mientras tanto, oh mi
destrozado Jesús, movido por mi dolor parece que me
dices:
«Hija mía, estréchate a mi corazón y toma parte en mis
penas y en mis reparaciones; el momento es solemne, se
debe
decidir, o mi muerte, o la muerte de todas las
criaturas. En este
momento dos corrientes se vierten en mi corazón, en
una están
170
las almas que, si me quieren muerto es porque quieren
hallar
en Mí la vida, y así, al aceptar Yo la muerte por
ellas son
absueltas de la condenación eterna y las puertas del
Cielo se
abren para recibirlas; en la otra corriente están
aquellas que
me quieren muerto por odio y como confirmación de su
condenación y mi corazón está lacerado y siente la
muerte de
cada una de éstas y sus mismas penas del infierno.
Mi corazón no soporta estos acerbos dolores; siento la
muerte a cada latido y a cada respiro, y voy repitiendo:
«¿Por qué tanta sangre será derramada en vano? ¿Por
qué
mis penas serán inútiles para tantos? ¡Ah, hija,
sostenme que
no puedo más, toma parte en mis penas, tu vida sea un
continuo ofrecimiento para salvar las almas y para
mitigarme
penas tan desgarradoras!»
Corazón mío, Jesús, tus penas son las mías y hago eco
a
tus reparaciones. Pero veo que Pilatos queda atónito y
se
apresura a decir:
«¿Cómo? ¿Debo crucificar a vuestro Rey? Yo no
encuentro
culpa en Él para condenarlo». (Jn 19, 6)
Y los judíos haciendo escándalo gritan:
«No tenemos otro rey que el Cesar, y si tú no lo
condenas
no eres amigo del Cesar; loco, insensato, crucifícalo,
crucifícalo». (Jn 19, 15)
Pilatos, no sabiendo qué más hacer, por temor a ser
destituido hace traer un recipiente con agua y
lavándose las
manos dice:
«Yo soy inocente de la sangre de este Justo». (Mt 27,
24)
Y te condena a muerte. Pero los judíos gritan:
«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros
hijos!»
(Mt 27, 25)
Y al verte condenado estallan en fiesta, aplauden,
silban,
gritan; mientras Tú, oh Jesús, reparas por aquellos
que
encontrándose en el poder, por vano temor y por no
perder su
puesto rompen las leyes más sagradas, no importándoles
la
ruina de pueblos enteros, favoreciendo a los impíos y
condenando a los inocentes; reparas también por
aquellos que
después de la culpa instigan a la Ira divina a
castigarlos.
Pero mientras reparas todo esto, el corazón te sangra
por el
dolor de ver al pueblo escogido por Ti, fulminado por
la
maldición del Cielo, que ellos mismos con plena
voluntad han
querido, sellándola con tu sangre que han imprecado.
Ah, tu
corazón desfallece, déjame que lo sostenga entre mis
manos
haciendo mías tus reparaciones y tus penas; pero tu
amor te
empuja aún más alto, e impaciente ya buscas la cruz.
Vida
171
mía, te seguiré, pero por ahora repósate en mis
brazos, y
después llegaremos juntos al monte calvario; por eso
permanece en mí y bendíceme.
+ + +
Reflexiones de la Decimoséptima Hora (9 AM)
CUARTA MEDITACIÓN NOVENA DE NAVIDAD
“Hija mía, del amor devorante pasa a mirar mi Amor
obrante.
Cada alma concebida me llevó el fardo de sus pecados,
de sus
debilidades y pasiones, y mi Amor me ordenó tomar el
fardo de
cada uno, y no sólo concebí a las almas, sino las
penas de
cada una, las satisfacciones que cada una de ellas
debía dar a
mi Celestial Padre. Así que mi Pasión fue concebida
junto
Conmigo. Mírame bien en el seno de mi Celestial Mamá.
Oh
cómo mi pequeña Humanidad era desgarrada, mira bien
como
mi pequeña cabecita está circundada por una corona de
espinas, que ciñéndome fuerte las sienes me hace
derramar
ríos de lágrimas de los ojos, y no puedo moverme para
secarlas. Ah, muévete a compasión de Mí, sécame los
ojos de
tanto llanto, tú que tienes los brazos libres para
podérmelo
hacer, estas espinas son la corona de los tantos
pensamientos
malos que se agolpan en las mentes humanas, oh, como
me
pinchan más estos pensamientos que las espinas que
produce
la tierra.
+ + +
4-181
Marzo 6, 1903
Después de haber esperado mucho, el bendito Jesús se
hacía ver dentro de mi interior, diciéndome:
“¿Quieres que vayamos a ver si las criaturas me
quieren?”
Y yo: “Seguro que te querrán; siendo Tú el Ser más
amable,
¿quién tendrá la osadía de no quererte?”
Y Él: “Vayamos y después verás lo que harán”.
Nos hemos ido, y cuando llegamos a un punto donde
había
mucha gente, ha sacado su cabeza de dentro de mi
interior y
ha dicho aquellas palabras que dijo Pilatos cuando lo
mostró al
pueblo: “Ecce Homo”. Y comprendía que aquellas
palabras
significaban si querían que el Señor reinase como su
Rey, y
tuviese el dominio en sus corazones, en las mentes, y
obras; y
aquellos respondieron: “Quítenlo, no lo queremos, más
bien
172
crucifíquenlo, a fin de que sea destruida toda memoria
suya”.
¡Oh, cuántas veces se repiten estas escenas! Entonces
el
Señor ha dicho a todos: “Ecce Homo”.
Al decir esto sucedió un murmullo, una confusión,
quién
decía: “No lo quiero por Rey mío, quiero la riqueza,
otro el
placer, otro el honor, quién las dignidades y quién
tantas otras
cosas más. Con horror yo escuchaba estas voces y el
Señor
me ha dicho:
“Has comprendido como nadie me quiere, sin embargo
esto
es nada, dirijámonos a la clase religiosa y veamos si
me
quieren”.
Entonces me he encontrado en medio de sacerdotes,
obispos, religiosas, consagrados; y Jesús con voz
sonora ha
repetido: “Ecce Homo”.
Y aquellos decían: “Lo queremos, pero queremos también
nuestra conveniencia”. Otros: “Lo queremos, pero junto
con el
interés”. Respondían otros: “Lo queremos, pero unido a
la
estima, al honor, ¿qué hace un religioso sin estima?”
Replicaban otros: “Lo queremos, pero unido a alguna
satisfacción de criatura, ¿cómo se puede vivir solo y
sin que
nadie nos satisfaga?” Y algunos llegaban a querer al
menos la
satisfacción en el sacramento de la confesión. Pero
solo, solo,
casi ninguno lo quería, no faltando también que alguno
no se
ocupara de hecho de Jesucristo.
Entonces todo afligido me ha dicho: “Hija mía,
retirémonos,
has visto cómo ninguno me quiere, o a lo más me
quieren
unido con alguna cosa que a ellos les agrada, Yo no me
contento con esto, porque el verdadero reinar es
cuando se
reina solo”.
Mientras esto decía me he encontrado en mí misma.
+ + +
5-21
Octubre 12, 1903
Esta mañana veía a mi adorable Jesús en mi interior
coronado de espinas, y viéndolo en aquel modo le he
dicho:
“Dulce Señor mío, ¿por qué vuestra cabeza envidió a
vuestro
flagelado cuerpo que había sufrido tanto y tanta
sangre había
derramado, y no queriendo la cabeza quedarse atrás del
cuerpo, honrado con el adorno del sufrir, instigaste
Tú mismo a
los enemigos a coronarte con una corona de espinas tan
dolorosa y tormentosa?”.
173
Y Jesús: “Hija mía, muchos significados tiene esta
coronación de espinas, y por cuanto dijera queda
siempre
mucho por decir, porque es casi incomprensible a la
mente
creada el por qué mi cabeza quiso ser honrada con
tener su
porción distinta y especial, no general, de un
sufrimiento y
esparcimiento de sangre, haciendo casi competencia con
el
cuerpo, el por qué fue que siendo la cabeza la que une
todo el
cuerpo y toda el alma, de modo que el cuerpo sin la
cabeza es
nada tanto que se puede vivir sin los otros miembros,
pero sin
la cabeza es imposible, siendo la parte esencial de
todo el
hombre, tan es verdad, que si el cuerpo peca o hace el
bien, es
la cabeza la que dirige, no siendo el cuerpo otra cosa
que un
instrumento, entonces, debiendo mi cabeza restituir el
régimen
y el dominio, y merecer que en las mentes humanas
entraran
nuevos cielos de gracias, nuevos mundos de verdad, y destruir
los nuevos infiernos de pecados, por los que llegarían
hasta
hacerse viles esclavos de viles pasiones, y queriendo
coronar a
toda la familia humana de gloria, de honor y de
decoro, por eso
quise coronar y honrar en primer lugar mi Humanidad,
si bien
con una corona de espinas dolorosísima, símbolo de la
corona
inmortal que restituía a las criaturas, quitada por el
pecado.
Además de esto, la corona de espinas significa que no
hay
gloria y honor sin espinas, que no puede haber jamás
dominio
de pasiones, adquisición de virtudes, sin sentirse
pinchar hasta
dentro de la carne y el espíritu, y que el verdadero
reinar está
en el donarse a sí mismo, con las pinchaduras de la
mortificación y del sacrificio; además estas espinas
significaban
que verdadero y único Rey soy Yo, y sólo quien me
constituye
Rey del propio corazón, goza de paz y felicidad, y Yo
la
constituyo reina de mi propio reino. Además, todos
aquellos
ríos de sangre que brotaban de mi cabeza eran tantos
riachuelos que ataban la inteligencia humana al
conocimiento
de mi supremacía sobre ellos”.
¿Pero quién puede decir todo lo que oigo en mi
interior? No
tengo palabras para expresarlo; más bien lo poco que
he dicho
me parece haberlo dicho incoherente, y así creo que
debe ser
al hablar de las cosas de Dios, por cuan alto y
sublime uno
pueda hablar, siendo Él increado y nosotros creados,
no se
puede decir de Dios mas que balbuceos.
+ + +
174
11-91
Abril 24, 1915
Encontrándome en mi habitual estado, estaba pensando
cuánto sufrió el bendito Jesús al ser coronado de
espinas, y
Jesús haciéndose ver me ha dicho:
“Hija mía, los dolores que sufrí son incomprensibles a
mente
creada; pero mucho más dolorosos que aquellas espinas
se
clavaban en mi mente todos los pensamientos malos de
las
criaturas, de modo que de todos estos pensamientos de
las
criaturas ninguno se me escapaba, todos los sentía en
Mí, así
que no sólo sentía las espinas, sino también el horror
de las
culpas que aquellas espinas clavaban en Mí”.
Entonces, traté de ver al amable Jesús, y veía su
santísima
cabeza circundada como por una corona de espinas que
le
salían de dentro. Todos los pensamientos de las
criaturas
estaban en Jesús, y de Jesús pasaban a ellas y de
ellas a
Jesús y en Él quedaban como concatenados juntos. ¡Oh,
cómo
sufría Jesús! Después ha agregado:
“Hija mía, sólo las almas que viven en mi Voluntad
pueden
darme verdaderas reparaciones y endulzarme espinas tan
punzantes, porque viviendo en mi Voluntad, mi Voluntad
se
encuentra en todas partes, y ellas encontrándose en Mí
y en
todos, descienden en las criaturas y suben a Mí y me
traen
todas las reparaciones y me endulzan, y hacen cambiar
en las
mentes las tinieblas en luz”.
+ + +
12-7
Mayo 2, 1917
“Hija mía, ánimo y firmeza en todo, o qué, ¿no quieres
imitarme? También Yo moría poco a poco, conforme las
criaturas me ofendían en sus pasos, Yo sentía el
desgarro en
mis pies, pero con tal acerbidad de espasmos, capaces
de
darme la muerte, y mientras me sentía morir no moría;
conforme me ofendían con sus obras Yo sentía la muerte
en
mis manos, y por el cruel desgarro Yo agonizaba, me
sentía
desfallecer, pero la Voluntad del Padre me sostenía,
moría y no
moría; conforme las malas palabras, las blasfemias
horrendas
de las criaturas se repercutían en mi voz, Yo me
sentía
sofocar, ahogar, amargar la palabra y sentía la muerte
en mi
voz, pero no moría. Y mi desgarrado corazón conforme
palpitaba, sentía en mi latido las vidas malas, las
almas que se
175
arrancaban, y mi corazón estaba en continuos desgarros
y
laceraciones; agonizaba y moría continuamente en cada
criatura, en cada ofensa, no obstante, el amor, el
Querer
Divino, me obligaban a vivir. He aquí el porqué de tu
morir poco
a poco, te quiero junto Conmigo, quiero tu compañía en
mis
muertes, ¿no estás contenta?”
+ + +
14-52
Agosto 19, 1922
Encontrándome en mi habitual estado, el dulce Jesús me
hacía sufrir parte de sus penas y de sus muertes que
sufrió por
cada una de las criaturas. Por mis pequeñas penas
comprendía cuán atroces y mortales habían sido las
penas de
Jesús, entonces me ha dicho:
“Hija mía, mis penas son incomprensibles a la
naturaleza
humana, las mismas penas de mi Pasión fueron sombras o
semejanzas de mis penas internas. Mis penas internas
me
eran infligidas por un Dios Omnipotente, al cual
ninguna fibra
podía esquivar el golpe; las de mi Pasión me eran
infligidas por
los hombres, los cuales no teniendo ni la omnipotencia
ni la
omnividencia, no podían hacer lo que ellos mismos
querían, ni
podían penetrar en todas mis fibras internas. Mis
penas
internas estaban encarnadas y mi misma Humanidad era
transformada en clavos, en espinas, en flagelos, en
llagas, en
martirio, tan crueles que me daban muertes continuas,
éstas
eran inseparables de Mí, formaban mi misma Vida; en
cambio
las de mi Pasión eran extrañas a Mí, eran espinas y
clavos que
se podían clavar, y queriendo se podían también
quitar, y el
solo pensamiento de que una pena se puede quitar es un
alivio; pero mis penas internas, que eran formadas por
la
misma carne, no había ninguna esperanza de que se me
pudieran quitar, ni disminuir la agudeza de una
espina, del
traspasarme con clavos. Mis penas internas fueron
tales y
tantas, que las penas de mi Pasión las podría llamar
alivios y
besos que daban a mis penas internas, que uniéndose
juntas
daban el último testimonio de mi grande y excesivo
amor por
salvar a las almas. Mis penas externas eran voces que
llamaban a todos a entrar en el océano de mis penas
internas,
para hacerlos comprender cuánto me costaba su
salvación. Y
además, por tus mismas penas internas, comunicadas por
Mí,
puedes comprender en algún modo la intensidad continua
de
176
las mías. Por eso date ánimo, es el amor lo que a esto
me
empuja”.
+ + +
17-26
Diciembre 24, 1924
“Hija mía, las penas que sufrí en este seno virginal
de mi
Mamá son incalculables a la mente humana, ¿pero sabes
tú
cuál fue la primera pena que sufrí desde el primer
instante de
mi Concepción y que me duró toda la vida? La pena de
la
muerte. Mi Divinidad descendía del Cielo plenamente
feliz,
intangible de cualquier pena y de cualquier muerte, y
cuando vi
a mi pequeña Humanidad sujeta a la muerte y a las
penas por
amor a las criaturas, sentí tan a lo vivo la pena de
la muerte,
que por pura pena habría muerto de verdad si la
potencia de mi
Divinidad no me hubiera sostenido con un prodigio,
haciéndome sentir la pena de la muerte y la
continuación de la
vida, así que para Mí fue siempre muerte, sentía la
muerte del
pecado, la muerte del bien en las criaturas y también
su muerte
natural. ¡Qué duro desgarro fue para Mí toda mi Vida!
Yo, que
contenía la vida y era el dueño absoluto de la vida
misma,
debía sujetarme a la pena de la muerte. ¿No ves a mi
pequeña
Humanidad inmóvil y moribunda en el seno de mi querida
Madre? ¿Y no la sientes en ti misma cómo es dura y
desgarradora la pena de sentirse morir y no morir?
Hija mía, es
tu vivir en mi Voluntad lo que te hace partícipe de la
continua
muerte de mi Humanidad”.
Entonces me he pasado casi toda la mañana junto a mi
Jesús en el seno de mi Mamá y lo veía que mientras
estaba en
acto de morir, volvía a tomar vida para abandonarse de
nuevo
a morir. ¡Qué pena ver en ese estado al niño Jesús!
+ + +
19-28
Junio 20, 1926
Después de haber pasado días amarguísimos por la
privación de mi dulce Jesús, me sentía que no podía
más, yo
gemía bajo una prensa que me trituraba alma y cuerpo y
suspiraba por mi patria celestial, donde ni siquiera
por un
instante habría quedado privada de Aquél que es toda
mi vida
y mi sumo y único bien. Luego, cuando me he reducido a
los
extremos sin Jesús, me he sentido llenar toda de Él,
de modo
que yo quedaba como un velo que lo cubría, y como
estaba
177
pensando y acompañándolo en las penas de su Pasión,
especialmente en el momento cuando Pilatos lo mostró
al
pueblo diciendo: “Ecce Homo”, mi dulce Jesús me ha dicho:
“Hija mía, cuando Pilatos dijo ‘Ecce Homo’, todos
gritaron:
‘Crucifícalo, crucifícalo, lo queremos muerto’.
También mi
mismo Padre Celestial y mi inseparable y traspasada
Mamá, y
no sólo aquellos que estaban presentes sino todos los
ausentes y todas las generaciones pasadas y futuras, y
si
alguno no lo dijo con la palabra, lo dijo con las
acciones,
porque no hubo uno solo que dijera que me querían
vivo, y el
callar es confirmar lo que quieren los demás. Este
grito de
muerte de todos fue para Mí dolorosísimo, Yo sentía
tantas
muertes por cuantas personas gritaron crucifícalo, me
sentí
como ahogado de penas y de muerte, mucho más que veía
que cada una de mis muertes no llevaba a cada uno la
vida, y
aquellos que recibían la vida por causa de mi muerte
no
recibían todo el fruto completo de mi pasión y muerte.
Fue
tanto mi dolor, que mi Humanidad gimiente estaba por
sucumbir y dar el último respiro, pero mientras moría,
mi
Voluntad Suprema con su Omnividencia hizo presentes a
mi
Humanidad muriente a todos aquellos que habrían hecho
reinar en ellos, con dominio absoluto al Eterno
Querer, los
cuales tomarían el fruto completo de mi Pasión y
muerte, entre
los cuales estaba, a la cabeza, mi amada Madre, Ella
tomó
todo el depósito de todos mis bienes y de los frutos
que hay en
mi Vida, Pasión y Muerte, ni siquiera un respiro mío
perdió y
del cual no custodiase el precioso fruto, y de Ella
debían ser
transmitidos a la pequeña recién nacida de mi Voluntad
y a
todos aquellos en los cuales el Supremo Querer habría
tenido
su Vida y su Reino. Cuando mi Humanidad expirante vio
puesto a salvo y asegurado el fruto completo de mi
Vida,
Pasión y Muerte, pudo reemprender y continuar el curso
de la
dolorosa Pasión.
+ + +
20-40
Diciembre 24, 1926
Ahora, mientras esto decía se ha puesto dentro de mí,
en
medio de mi pecho, extendido, en un estado de perfecta
inmovilidad, sus piecitos y manitas estaban tan tiesos
e
inmóviles que daban piedad, le faltaba el espacio para
moverse, para abrir los ojos, para respirar
libremente, y lo que
más desgarraba era verlo en acto de morir
continuamente. Qué
pena ver morir a mi pequeño Jesús, yo me sentía puesta
junto
178
con Él en el mismo estado de inmovilidad. Entonces,
después
de algún tiempo el niñito Jesús estrechándome a Sí me
ha
dicho:
“Hija mía, mi estado en el seno materno fue
dolorosísimo, mi
pequeña Humanidad tenía el uso perfecto de razón y de
sabiduría infinita, por lo tanto desde el primer
instante de mi
concepción comprendía todo mi estado doloroso, la
oscuridad
de la cárcel materna, no tenía ni siquiera un hueco
por donde
entrara un poco de luz. ¡Qué larga noche de nueve
meses! La
estrechez del lugar que me obligaba a una perfecta
inmovilidad, siempre en silencio, no me era dado
gemir, ni
sollozar para desahogar mi dolor, cuántas lágrimas no
derramé
en el sagrario del seno de mi Mamá sin hacer el mínimo
movimiento, y esto era nada, mi pequeña Humanidad
había
tomado el empeño de morir tantas veces, para
satisfacer a la
Divina Justicia, por cuantas veces las criaturas
habían hecho
morir la Voluntad Divina en ellas, haciendo la gran
afrenta de
dar vida a la voluntad humana, haciendo morir en ellas
una
Voluntad Divina. ¡Oh! cómo me costaron estas muertes;
morir y
vivir, vivir y morir, fue para Mí la pena más
desgarradora y
continua, mucho más que mi Divinidad, si bien era
Conmigo
una sola cosa e inseparable de Mí, al recibir de Mí
estas
satisfacciones se ponía en actitud de justicia, y si
bien mi
Humanidad era santa y también era la lamparita delante
al Sol
inmenso de mi Divinidad, Yo sentía todo el peso de las
satisfacciones que debía dar a este Sol Divino y la
pena de la
decaída humanidad que en Mí debía resurgir a costa de
tantas
muertes mías. Fue el rechazar la Voluntad Divina dando
vida a
la propia lo que formó la ruina de la humanidad
decaída, y Yo
debía tener en estado de muerte continua a mi
Humanidad y
voluntad humana, para hacer que la Voluntad Divina
tuviera
vida continua en Mí para extender ahí su reino. Desde
que fui
concebido, Yo pensaba y me ocupaba en extender el reino
del
Fiat Supremo en mi Humanidad, a costa de no dar vida a
mi
voluntad humana, para hacer resurgir a la humanidad
decaída,
a fin de que fundado en Mí este reino, preparase las
gracias,
las cosas necesarias, las penas, las satisfacciones
que se
necesitaban para hacerlo conocer y fundarlo en medio
de las
criaturas. Por eso todo lo que tú haces, lo que hago
en ti para
este reino, no es otra cosa que la continuación de lo
que Yo
hice desde que fui concebido en el seno de mi Mamá.
Por eso
si quieres que desenvuelva en ti el reino del Eterno
Fiat,
déjame libre y no des jamás vida a tu voluntad”.
11-28 214 de 1912 con su vida oculta Jesús santificó divinisó todas las acciones humanas
Buenas noches, cómo estamos? Aquí nuevamente con su programa libro de cielo y acompañados por el doctor buenas un programa en estamos tra...
-
LOS TRES FIATS: Jesús a Luisa: "Hija mía, el primer Fiat fue dicho en la Creación, sin intervención de ninguna criatura. El segund...
-
¿Cuáles son los giros del alma en la Divina Voluntad? GIRO 1: "El alma sigue a la Divina Voluntad en todos los actos que Ella hace ...
-
Invocaciones para llamar a la Divina Voluntad a obrar en todas nuestras acciones Som...