ORACIONES INICIALES

jueves, 5 de agosto de 2021

CUARTA HORA De las 8 a las 9 de la noche La Cena Eucarística

 

CUARTA HORA

De las 8 a las 9 de la noche

La Cena Eucarística

Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo

por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu

lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu

amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi

cabeza sobre tu corazón empiezo:

Dulce amor mío, incontentable siempre en tu amor, veo que

al terminar la cena legal te levantas de la mesa y junto con tus

amados discípulos elevas el himno de agradecimiento al Padre

por haberles dado el alimento, queriendo reparar con esto

todas las faltas de agradecimiento de las criaturas por los

tantos medios como nos das para la conservación de la vida

corporal. Por eso Tú, oh Jesús, en lo que haces, tocas o ves,

tienes siempre en tus labios las palabras:

«¡Gracias te sean dadas, oh Padre!»

También yo, oh Jesús, unida contigo tomo las palabras de

tus labios y diré siempre y en todo: “Gracias por mí y por

todos”, para continuar la reparación por las faltas de agradecimiento.

Lavatorio de los pies

Pero, oh mi Jesús, parece que tu amor no tiene reposo, veo que de nuevo haces sentarse a tus amados discípulos, tomas una palangana con agua, te ciñes una blanca toalla y te postras a los pies de los apóstoles, en un acto tan humilde que

te atrae la mirada de todo el Cielo y lo hace permanecer

estático, los mismos apóstoles se quedan casi sin movimiento

al verte postrado a sus pies. Pero dime amor mío, ¿qué

quieres? ¿Qué pretendes con este acto tan humilde, humildad

jamás vista y que jamás se verá?

«¡Ah hija mía, quiero todas las almas, y postrado ante ellas

como un pobre mendigo, las pido, las urjo, y llorando tramo mis

insidias de amor para tenerlas! Quiero, postrado a sus pies,

con esta agua mezclada con mis lágrimas lavarlas de cualquier

imperfección y prepararlas a recibirme en el sacramento. Me

importa tanto este acto de recibirme en la Eucaristía, que no

quiero confiar este oficio ni a los ángeles, ni siquiera a mi

amada Mamá, sino que Yo mismo quiero purificarlas, aun las

fibras más íntimas, para disponerlas a recibir el fruto del

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sacramento, y en los apóstoles era mi intención preparar a

todas las almas.

Intento reparar todas las obras santas y la administración de

los sacramentos, sobre todo hechas por sacerdotes con

espíritu de soberbia, vacías de espíritu divino y de desinterés.

¡Ah, cuántas obras buenas me llegan más para deshonrarme

que para darme honor! ¡Más para amargarme que para

complacerme! ¡Más para darme muerte que para darme vida!

Éstas son las ofensas que más me afligen. Ah, sí hija mía,

numera todas las ofensas más íntimas que se me hacen y

repárame con mis mismas reparaciones, consuela mi corazón

amargado».

¡Oh mi afligido bien, hago mía tu vida y junto contigo intento

reparar todas estas ofensas! Quiero entrar en los más íntimos

escondites de tu corazón divino y reparar con tu mismo

corazón las ofensas más íntimas y secretas que recibes de tus

más amados, y junto contigo quiero girar en todas las almas

que te deben recibir en la Eucaristía, y entrar en sus

corazones, y junto a tus manos pongo las mías para

purificarlas.

Ah, Jesús, con estas tus lágrimas y esta agua con las cuales

lavaste los pies de los apóstoles, lavemos a las almas que te

deben recibir, purifiquemos sus corazones, incendiémoslos,

sacudamos de ellos el polvo con el cual están manchados, a fin

de que recibiéndote, Tú puedas encontrar en ellas tus

complacencias en vez de tus amarguras.

Pero, afectuoso bien mío, mientras estás atento a lavar los

pies de los apóstoles, te miro y veo que otro dolor traspasa tu

corazón santísimo. Estos apóstoles representan a todos los

futuros hijos de la Iglesia, y cada uno de ellos representa la

serie de cada uno de tus dolores: en uno las debilidades; en

otro los engaños; en otro las hipocresías; en otro el amor

desmedido a los intereses; en San Pedro, la falla a los buenos

propósitos y todas las ofensas de los jefes de la Iglesia; en San

Juan, las ofensas de tus más fieles; en Judas todos los

apóstatas, con toda la serie de los graves males causados por

ellos.

¡Ah! Tu corazón está sofocado por el dolor y por el amor,

tanto, que no pudiendo resistir te detienes a los pies de cada

apóstol y rompes en llanto, y ruegas y reparas por cada una de

estas ofensas, e imploras y consigues para todos el remedio

oportuno.

Jesús mío, también yo me uno a Ti, hago mías tus plegarias,

tus reparaciones, tus oportunos remedios para cada alma.

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Quiero mezclar mis lágrimas a las tuyas, a fin de que jamás

estés solo, sino que siempre me tengas contigo para dividir tus

penas.

Veo, dulce amor mío, que ya estás a los pies de Judas, oigo

tu respiro afanoso, veo que no sólo lloras, sino que sollozas, y

mientras lavas aquellos pies, los besas, te los estrechas al

corazón, y no pudiendo hablar porque tu voz está ahogada por

el llanto, lo miras con tus ojos hinchados por el llanto y le dices

con el corazón:

«Hijo mío, ah, te ruego con la voz de mis lágrimas: ¡No te

vayas al infierno, dame tu alma que postrado a tus pies te pido!

Di, ¿qué quieres? ¿Qué pretendes? Todo te daré con tal de

que no te pierdas. ¡Ah, evítame este dolor, a Mí, tu Dios!»

Y te estrechas de nuevo esos pies a tu corazón, pero viendo

la dureza de Judas, tu corazón se ve en apuros, el amor te

sofoca y estás a punto de desfallecer. Corazón mío y vida mía,

permíteme que te sostenga entre mis brazos.

Comprendo que éstas son las estratagemas amorosas que

usas con cada pecador obstinado, y yo te ruego, oh Jesús,

mientras te compadezco y te doy reparación por las ofensas

que recibes de las almas que se obstinan en no quererse

convertir, que me permitas recorrer junto contigo la tierra, y

donde estén los pecadores obstinados démosles tus lágrimas

para ablandarlos, tus besos y tus abrazos de amor para

encadenarlos a Ti, de manera que no te puedan huir, y así

consolarte por el dolor de la pérdida de Judas.

La institución de la santísima Eucaristía

Jesús mío, gozo y delicia mía, veo que tu amor corre, y

rápidamente corre, te levantas, doliente como estás, y casi

corres a la mesa donde está ya preparado el pan y el vino para

la consagración.

Te veo, corazón mío, que tomas un aspecto todo nuevo y

nunca antes visto, tu divina Persona toma un aspecto tierno,

amoroso, afectuoso, tus ojos resplandecen de luz, más que si

fueran soles; tu rostro encendido resplandece; tus labios

sonrientes, abrasados de amor; y tus manos creadoras se

ponen en actitud de crear. Te veo, amor mío, todo

transformado, parece como si tu Divinidad se desbordara fuera

de tu Humanidad.

Corazón mío y vida mía, Jesús, este aspecto tuyo jamás

visto llama la atención de todos los apóstoles, ellos son presa

de un dulce encanto y no se atreven ni siquiera a respirar. La

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dulce Mamá corre en espíritu a los pies del altar para

contemplar los portentos de tu amor; los ángeles descienden

del Cielo y se preguntan entre ellos: «¿Qué sucede? ¿Qué

pasa?» ¡Son verdaderas locuras, verdaderos excesos! ¡Un

Dios que crea, no el cielo o la tierra, sino a Sí mismo! ¿Y

dónde? ¡Dentro de la materia vilísima de un poco de pan y un

poco de vino!

Pero mientras están todos en torno a Ti, oh amor insaciable,

veo que tomas el pan entre las manos, lo ofreces al Padre y

oigo tu voz dulcísima que dice:

«Padre Santo, gracias te sean dadas, pues siempre

escuchas a tu Hijo. Padre Santo, concurre conmigo, Tú un día

me enviaste del Cielo a la tierra a encarnarme en el seno de mi

Mamá para venir a salvar a nuestros hijos, ahora permíteme

que me encarne en cada una de las hostias para continuar su

salvación y ser vida de cada uno de mis hijos. Mira, oh Padre,

pocas horas me quedan de vida, ¿cómo tendré corazón para

dejar solos y huérfanos a mis hijos? Son muchos sus

enemigos, las tinieblas, las pasiones, las debilidades a que

están sujetos, ¿quién los ayudará? ¡Ah, te suplico que Yo

permanezca en cada hostia para ser vida de cada uno y poner

en fuga a sus enemigos, y ser su luz, fuerza y ayuda, de otra

manera, ¿a dónde irán? ¿Quién los ayudará? Nuestras obras

son eternas, mi amor es irresistible, no puedo ni quiero dejar a

mis hijos».

El Padre se enternece ante la voz tierna y afectuosa del Hijo,

y desciende del Cielo. Está ya sobre el altar y unido con el

Espíritu Santo para concurrir con el Hijo. Y Jesús con voz

sonora y conmovedora pronuncia las palabras de la

consagración, y sin dejarse a Si mismo, crea a Si mismo en

aquel pan y en aquel vino. Después te das en comunión a tus

apóstoles, y creo que nuestra celestial Mamá no quedó privada

de recibirte. ¡Ah Jesús, los cielos se postran, y todos te

mandan un acto de adoración en tu nuevo estado de tan

profundo aniquilamiento!

Pero, oh dulce Jesús, mientras tu amor queda contentado y

satisfecho no teniendo otra cosa qué hacer, veo, oh mi bien,

sobre este altar, en tus manos, todas las hostias consagradas

que se perpetuarán hasta el fin de los siglos, y en cada una de

las hostias desplegada toda tu dolorosa Pasión, porque las

criaturas, a los excesos de tu amor, corresponderán con

excesos de ingratitud y de enormes delitos, y yo, corazón de mi

corazón, quiero encontrarme siempre contigo en cada uno de

los tabernáculos, en todos los copones y en cada una de las

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hostias consagradas que habrá hasta el fin del mundo, para

ofrecerte mis actos de reparación a medida que recibes las

ofensas. Por eso corazón mío, me pongo cerca de Ti y te beso

la frente majestuosa, pero mientras te beso siento en mis

labios los pinchazos de las espinas que circundan tu cabeza.

Oh mi Jesús, en esta hostia santa no te limitan las espinas

como en la Pasión, veo que las criaturas vienen a tu presencia

y en vez de darte el homenaje de sus pensamientos, te

mandan sus pensamientos malos, y Tú de nuevo bajas la

cabeza como en la Pasión para recibir las espinas de los malos

pensamientos que se hacen en tu presencia.

Oh mi amor, junto contigo la abajo también yo para dividir

contigo tus penas, y pongo todos mis pensamientos en tu

mente para quitar estas espinas que tanto te hacen sufrir, y

cada pensamiento mío corra en cada pensamiento tuyo para

hacerte el acto de reparación por cada pensamiento malo y así

endulzar tus afligidos pensamientos.

Jesús mío, bien mío, beso tus bellos ojos, te veo en esta

hostia santa, con estos ojos amorosos, en acto de esperar a

todos aquellos que vienen a tu presencia para mirarlos con tus

miradas de amor, para tener la correspondencia de sus

miradas amorosas, pero cuántos vienen a tu presencia y en

vez de mirarte a Ti y buscarte a Ti, miran cosas que los

distraen de Ti, y te privan del gusto del intercambio de las

miradas entre Tú y ellos, y Tú lloras, y por eso, besándote,

siento mis labios bañados por tus lágrimas. Ah, mi Jesús, no

llores, quiero poner mis ojos en los tuyos para compartir estas

tus penas y llorar contigo, y repararte por todas las miradas

distraídas de las criaturas con ofrecerte mis miradas y tenerlas

siempre fijas en Ti.

Jesús mío, amor mío, beso tus santísimos oídos, ah, te veo

atento para escuchar lo que las criaturas quieren de Ti, para

consolarlas, pero ellas, en cambio, te hacen llegar a los oídos

oraciones mal hechas, llenas de desconfianza, oraciones

hechas más por costumbre y sin vida, y tus oídos en esta

hostia santa son molestados más que en la misma Pasión.

Oh mi Jesús, quiero tomar todas las armonías del Cielo y

ponerlas en tus oídos para repararte estas penas, y quiero

poner mis oídos en los tuyos, no sólo para compartir contigo

esta pena, sino para estar siempre atenta a lo que quieres, a lo

que sufres, para poner pronto mi acto de reparación y

consolarte.

Jesús, vida mía, beso tu santísimo rostro, lo veo

ensangrentado, lívido e hinchado. Las criaturas, oh Jesús,

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vienen ante esta hostia santa, y con sus posturas indecentes,

con sus conversaciones malas que hacen delante a Ti, en vez

de darte honor te dan bofetadas y salivazos, y Tú, como en la

Pasión, con toda paz y paciencia los recibes, y todo soportas.

Oh Jesús, quiero poner mi rostro junto al tuyo, no sólo para

acariciarte y besarte conforme te llegan estas bofetadas y

quitarte los salivazos, sino que quiero fundir mi rostro en el tuyo

para dividir contigo estas penas, también quiero hacer de mi

ser tantos diminutos pedacitos para ponerlos ante Ti como

tantas estatuas arrodilladas continuamente, para repararte por

todos los deshonores que te hacen en tu presencia.

Jesús, mi todo, beso tu dulcísima boca. Ah, veo que al

descender en los corazones de las criaturas, el primer apoyo

que Tú haces es sobre la lengua. ¡Oh, cómo quedas amargado

encontrando muchas lenguas mordaces, impuras, malas! ¡Ah!

Tú te sientes atormentar por esas lenguas, y peor aún cuando

desciendes a sus corazones. ¡Oh Jesús, si fuera posible

quisiera encontrarme en la boca de cada una de las criaturas

para endulzarte y repararte cualquier ofensa que recibas de

ellas!

Fatigado bien mío, beso tu santísimo cuello, te veo cansado,

agotado y todo ocupado en tu trabajo de amor, dime ¿qué

haces? Y Jesús:

«Hija mía, Yo en esta hostia trabajo desde la mañana hasta

la noche formando continuas cadenas de amor, a fin de que

conforme las almas vienen a Mí, Yo las hago encontrar pronta

mi cadena de amor para encadenarlas a mi corazón; ¿pero

sabes tú qué me hacen ellas a cambio? Muchas toman a mal

estas mis cadenas, y por la fuerza se liberan de ellas y las

hacen pedazos, y como estas cadenas están atadas a mi

corazón, Yo quedo torturado y doy en delirio; al romper mis

cadenas tiran al vacío mi trabajo que hago en el Sacramento, y

buscan las cadenas de las criaturas, y esto lo hacen aun en mi

presencia, sirviéndose de Mí para lograr sus intentos. Esto me

da tanto dolor que me da una fiebre tan violenta que me hace

desfallecer y delirar».

Prisionero de amor, Tú estás no sólo aprisionado sino

también encadenado, y con ansia febril estás esperando los

corazones de las criaturas para descender en ellos y salir de tu

prisión, y con las cadenas que te ataban encadenar sus almas

a tu amor.

Pero con sumo dolor ves que vienen ante Ti con un aire

indiferente, sin premuras por recibirte; otras de hecho no te

reciben; y otras, si te reciben, sus corazones están atados por

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otros amores y llenos de vicios, como si Tú fueras

despreciable, y Tú, vida mía, estás obligado a salir de estos

corazones encadenado como entraste, porque no te han dado

la libertad de hacerse atar, y han cambiado tus ansias en

llanto.

Jesús mío, permíteme que enjugue tus lágrimas y te

tranquilice el llanto con mi amor, y para repararte te ofrezco las

ansias y suspiros, los deseos ardientes que te han dado todos

los santos que han existido y existirán, los de tu Mamá y el

mismo amor del Padre y del Espíritu Santo, y yo haciendo mío

este amor, quiero ponerme a las puertas del tabernáculo para

hacerte las reparaciones y gritar detrás a las almas que

quisieran recibirte para hacerte llorar, ‘te amo’, y tantas veces

intento repetir estos actos de reparación, por cuantos contentos

das a todos los santos, y por cuantos movimientos contiene la

santísima Trinidad.

Coronada Mamá, te beso el corazón y te pido que custodies

mis afectos, mis deseos, mis latidos, mis pensamientos, y que

los pongas como lámparas a la puerta de los tabernáculos para

cortejar a Jesús.

¡Cuánto te compadezco, oh Jesús! Tu amor es puesto en

aprietos, ¡ah! te ruego, para consolarte por las ofensas que

recibes y para repararte por tus cadenas que son hechas

pedazos, que encadenes mi corazón con todas estas cadenas

para poder darte por todos mi correspondencia de amor.

Jesús mío, flechero divino, beso tu pecho. Es tal y tanto el

fuego que él contiene, que para dar un poco de desahogo a tus

llamas que se elevan tan alto, Tú, queriendo hacer un

descanso en tu trabajo, quieres jugar en el Sacramento, y tu

juego es formar flechas, dardos, saetas, a fin de que cuando

vengan ante Ti, Tú te pongas a jugar con las criaturas,

haciendo salir de tu pecho tus flechas para flecharlas, y cuando

las reciben Tú haces fiesta y formas tu juego, pero muchas, oh

Jesús, te las rechazan, enviándote en correspondencia flechas

de frialdad, dardos de tibieza y saetas de ingratitud; y Tú

quedas tan afligido por esto, que lloras porque las criaturas te

hacen fracasar en tu juego de amor.

Oh Jesús, he aquí mi pecho dispuesto a recibir no sólo tus

flechas destinadas para mí, sino también aquellas que te

rechazan los demás, y así no quedarás más frustrado en tus

juegos, y quiero también repararte por las frialdades, las

tibiezas y las ingratitudes que recibes.

Oh Jesús, beso tu mano izquierda y quiero reparar por todos

los tocamientos ilícitos y no santos hechos en tu presencia, y te

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ruego que con esta mano me tengas siempre estrechada a tu

corazón.

Oh Jesús, beso tu mano derecha, e intento reparar todos los

sacrilegios, especialmente las misas malamente celebradas.

¡Cuántas veces, amor mío Tú eres obligado a descender del

Cielo a las manos de los sacerdotes, que en virtud de su

potestad te llaman, y encuentras esas manos llenas de fango,

que chorrean inmundicia, y Tú, aunque sientes náusea de esas

manos te ves obligado por tu amor a permanecer en ellas! Es

más, en algunos sacerdotes, Tú encuentras en ellos a los

sacerdotes de tu Pasión, que con sus enormes delitos y

sacrilegios renuevan el deicidio. ¡Jesús mío, me da espanto el

sólo pensarlo! Y otra vez, como en la Pasión, te estás en

aquellas manos indignas, como manso corderito, esperando de

nuevo tu muerte.

¡Oh Jesús, cuánto sufres, Tú quisieras una mano amorosa

para liberarte de esas manos sanguinarias! Ah, te ruego que

cuando te encuentres en esas manos me llames para estar

presente, y para repararte quiero cubrirte con la pureza de los

ángeles, perfumarte con tus virtudes para disminuir el hedor de

aquellas manos y mi corazón como consuelo y refugio, y

mientras estés en mí yo te rogaré por los sacerdotes, para que

sean dignos ministros tuyos, y no pongan en peligro tu vida

sacramental.

Oh Jesús, beso tu pie izquierdo, y quiero repararte por

quienes te reciben por rutina y sin las debidas disposiciones.

Oh Jesús, beso tu pie derecho, y quiero repararte por

aquellos que te reciben para ultrajarte. Ah, te ruego que

cuando se atrevan a hacer esto, renueves el milagro cuando

Longinos te traspasó el corazón con la lanza, y al flujo de

aquella sangre que brotó, tocándole los ojos lo convertiste y lo

sanaste, y así, a tu toque sacramental, conviertas las ofensas

en amor.

Oh Jesús, beso tu corazón, contra el cual se hacen todas las

ofensas, y yo intento repararte de todo, y por todos darte una

correspondencia de amor, y siempre junto contigo compartir tus

penas.

Ah, te ruego celestial flechero de amor, si alguna ofensa

huye a mi reparación, aprisióname en tu corazón y en tu

Voluntad, a fin de que nada se me escape. Rogaré a la dulce

Mamá que me tenga alerta, y junto con Ella te repararemos

todo y por todos, juntas te besaremos, y haciéndonos tu

defensa alejaremos de Ti las olas de las amarguras que

recibes de las criaturas.

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Ah Jesús, recuerda que también yo soy una pobre

encarcelada, es verdad que tu cárcel es más estrecha, cual es

el breve giro de una hostia, por eso enciérrame en tu corazón,

y con las cadenas de tu amor no solo aprisióname, sino ata

uno por uno mis pensamientos, mis afectos, mis deseos, átame

las manos y los pies a tu corazón para que yo no tenga otras

manos y otros pies que los tuyos. Así que, amor mío, mi cárcel

será tu corazón, las cadenas el amor, las puertas que me

impedirán salir será tu santísima Voluntad, tus llamas serán mi

alimento, tu respiro será el mío, así que no veré más que

llamas, no tocaré sino fuego, que me darán vida y muerte,

como la que sufres Tú en la hostia, y así te daré mi vida; y

mientras yo quedaré aprisionada en Ti, Tú quedarás libre en

mí. ¿No ha sido éste tu intento al encarcelarte en la hostia, el

ser desencarcelado por las almas que te reciben, tomando vida

en ellas? Por eso, en señal de amor bendíceme y dame un

beso, yo te abrazo y permanezco en Ti.

Pero, oh dulce corazón mío, veo que después de que has

instituido el santísimo Sacramento y que has visto las enormes

ingratitudes y ofensas de las criaturas, si bien quedas herido y

amargado, no te haces para atrás, es más, quieres ahogarlo

todo en la inmensidad de tu amor; veo que instruyes a tus

apóstoles, y después agregas que lo que has hecho Tú lo

deben hacer ellos también, dándoles potestad de consagrar, y

de tal manera los ordenas sacerdotes e instituyes este otro

sacramento. Así que, oh Jesús, en todo piensas y todo

reparas, las predicaciones mal hechas, los sacramentos

administrados y recibidos sin disposiciones, y por eso, sin

efectos; las vocaciones equivocadas de los sacerdotes, por

parte de ellos como por parte de quien los ordena, no usando

todos los medios para conocer las verdaderas vocaciones.

Nada se te escapa, oh Jesús, y yo quiero seguirte y reparar

todas estas ofensas.

Después de que has dado cumplimiento a todo, en

compañía de tus apóstoles te encaminas al huerto de

Getsemaní para dar principio a tu dolorosa Pasión. Te seguiré

en todo, para hacerte fiel compañía.

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Reflexiones de la Cuarta Hora (8 PM)

20-21

Noviembre 4, 1926

…En el Evangelio se lee con asombro cuando Yo postrado a

los pies de mis apóstoles les lavé los pies y no omití ni siquiera

al pérfido Judas, este acto, ciertamente muy humilde y de

indecible ternura, del cual la Iglesia hace memoria, pero fue

sólo una vez que Yo hice este acto. En cambio mi Voluntad

desciende más en lo bajo, se pone bajo los pies con un acto

continuado para sostenerlos, para volver firme la tierra, a fin de

que no se precipiten en el abismo, sin embargo ninguna

atención. Y la noble Reina espera con paciencia invicta,

velada por tantos siglos en todas las cosas creadas, que su

Voluntad sea conocida, y cuando sea conocida romperá sus

tantos velos que la esconden y hará conocer qué cosa ha

hecho durante tantos siglos por amor del hombre, dirá cosas

inauditas, excesos de amor jamás pensados por nadie. He

aquí por qué hablándote de mi Voluntad te hablo

frecuentemente de la Creación, porque Ella es vida de todas

las cosas creadas y por medio de ellas da vida a todos, y esta

vida quiere ser conocida para que venga el Reino del Eterno

Fiat. Mi Voluntad está velada en todo: Está velada en el viento

y desde dentro de aquellos velos le lleva su refrigerante

frescura como acariciándolo, y su aliento regenerador para

regenerarlo continuamente a nueva vida siempre creciente de

gracia, y la noble Reina velada en el viento se siente cambiar

sus caricias en ofensas y su frescura en ardores de pasiones

humanas, y su aliento regenerador en recambio de aliento

mortal a su Gracia, y Ella sacude sus velos y el viento se

cambia en furor, y con su impetuosidad arrastra gentes,

ciudades y regiones como si fueran plumas, haciendo conocer

la potencia de la noble Reina que se esconde en el viento. No

hay cosa creada en la que mi Voluntad no esté velada, y por

eso todas esperan que sea conocida y que venga el reino del

Fiat Supremo y su pleno triunfo”.

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4-183

Marzo 12, 1903

…“Hija mía, lo mismo sucedió cuando en el consistorio de la

Sacrosanta Trinidad se decretó el misterio de la Encarnación

para salvar al género humano, y Yo unido con su Voluntad

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acepté y me ofrecí víctima por el hombre; todo fue unión entre

las Tres Divinas Personas y todo fue planeado juntos, pero

cuando me puse a la obra llegó un momento, especialmente

cuando me encontré en el ambiente de las penas, de los

oprobios, cargado de todas las maldades de las criaturas, que

me quedé solo y abandonado por todos, hasta por mi amado

Padre; y no sólo esto, sino que así, cargado de todas las penas

como estaba, debía forzar al Omnipotente que aceptara y que

me hiciera continuar mi sacrificio por la salvación de todo el

género humano, presente, pasado y futuro. Y esto lo obtuve. El

sacrificio dura aún, el esfuerzo es continuo, si bien esfuerzo

todo de amor, ¿y quieres saber dónde y cómo? En el

sacramento de la Eucaristía, en él el sacrificio es continuo,

perpetuo, es la fuerza que hago al Padre para que use

misericordia con las criaturas y con las almas para obtener su

amor, y me encuentro en continuo contraste de morir

continuamente, si bien todas muertes de amor. Entonces, ¿no

estás contenta de que te haga partícipe de los períodos de mi

misma vida?”

+ + +

11-111

Noviembre 13, 1915

Después de haber recibido la Santa Comunión, pensaba

para mí cómo debía ofrecerla para complacer a Jesús. Y Él,

siempre benigno, me dijo:

“Hija mía, si quieres agradarme, ofrécela como la ofreció mi

misma Humanidad. Yo, antes de darme en comunión a los

demás, me comulgué a Mí mismo, y quise hacer esto para dar

al Padre la gloria completa de todas las Comuniones de las

criaturas, para encerrar en Mí todas las reparaciones de todos

los sacrilegios, de todas las ofensas que habría de recibir en el

Sacramento. Mi Humanidad, encerrando la Voluntad Divina,

encerraba todas las reparaciones de todos los tiempos, y

recibiéndome a Mí mismo, me recibía dignamente; y como

todas las obras de las criaturas fueron divinizadas por mi

Humanidad, así también quise sellar con mi comunión las

comuniones de las criaturas; de otra manera, ¿cómo podía la

criatura recibir a un Dios? Fue mi Humanidad la que abrió esta

puerta a las criaturas y les mereció recibirme a Mí mismo.

Ahora tú hija mía, recíbela en mi Voluntad, únete a mi

Humanidad y así encerrarás todo y Yo encontraré en ti las

reparaciones de todos, la retribución de todo y mi

complacencia, más bien encontraré otra vez a Mí mismo en ti”.

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11-132

Octubre 2, 1916

Esta mañana recibí la comunión como Jesús me había

enseñado, esto es, unida con su Humanidad, Divinidad y

Voluntad suya, y Jesús se hizo ver y yo lo besé y lo estreché a

mi corazón, y Él devolviéndome el beso y el abrazo, me dijo:

“Hija mía, ¡cómo estoy contento de que hayas venido a

recibirme unida con mi Humanidad, mi Divinidad y mi Voluntad!

Me has renovado todo el contento que sentí al recibirme en

comunión a Mí mismo, y mientras tú me besabas y me

abrazabas, estando en ti todo Yo mismo, contenías todas las

criaturas, y Yo sentía darme el beso de todas, los abrazos de

todas, porque ésta era tu voluntad, igual que fue la mía al

recibirme en la comunión, rehacer al Padre por todo el amor de

las criaturas y a pesar de que muchos no lo amarían, y el

Padre se rehacía en Mí del amor de todas las criaturas, y Yo

me rehago en ti del amor de todas las criaturas, y habiendo

encontrado en mi Voluntad quien me ama, me repara, etc., a

nombre de todas, porque en mi Voluntad no hay cosa que el

alma no pueda darme, me siento amar a las criaturas a pesar

de que me ofendan, y voy inventando estratagemas de amor

en torno a los corazones más duros para convertirlos. Sólo por

amor de estas almas que hacen todo en mi Querer, Yo me

siento como encadenado y raptado y les concedo los prodigios

de las más grandes conversiones”.

+ + +

12-24

Octubre 23, 1917

Esta mañana, después de haber recibido al bendito Jesús

estaba diciéndole: “Vida mía Jesús, dime, ¿cuál fue el primer

acto que hiciste cuando te recibiste a Ti mismo

Sacramentalmente”.

Y Jesús: “Hija mía, el primer acto que hice fue el de

multiplicar mi Vida en tantas Vidas mías por cuantas criaturas

puedan existir en el mundo, a fin de que cada una tuviera una

Vida mía únicamente para ella, que continuamente reza,

agradece, da satisfacción, ama, por ella sola, como también

multiplicaba mis penas por cada alma, como si por ella sola

sufriera y no por otros. En aquel momento supremo de

recibirme a Mí mismo, Yo me daba a todos, y a sufrir en cada

uno de los corazones mi Pasión, para poder sojuzgar los

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corazones por vía de penas y de amor, y dándoles todo lo mío

divino, venía a tomar el dominio de todos. Pero, ¡ay de Mí! mi

amor quedó desilusionado por muchos y espero con ansia los

corazones amantes, que recibiéndome se unan Conmigo para

multiplicarse en todos, deseando y queriendo lo que quiero Yo,

para tomar al menos de ellos lo que no me dan los otros, y

para recibir el contento de tenerlos conforme a mi deseo y a mi

Voluntad. Por eso hija mía, cuando me recibas haz lo que hice

Yo, y Yo tendré el contento de que al menos seamos dos que

queremos la misma cosa”.

Pero mientras esto decía, Jesús estaba muy afligido, y yo le

he dicho: “Jesús, ¿qué tienes que estás tan afligido?”

“¡Ay, ay, cuantos males, como torrente impetuoso inundarán

los países, cuántos males, cuántos males! Italia está

atravesando horas tristes, tristísimas. Estréchense más a Mí,

estén de acuerdo entre ustedes, rueguen a fin de que los

males no sean peores”.

Y yo: “¡Ah! mi Jesús, ¿qué será de mi país? No será que ya

no me quieres como antes, porque queriéndome Tú

perdonabas en algo los castigos”.

Y Él casi llorando: “No es verdad, te quiero bien”.

+ + +

12-66

Octubre 24, 1918

Estaba preparándome para recibir a mi dulce Jesús en el

sacramento y le pedía que cubriera Él mi gran miseria, y Jesús

me ha dicho:

“Hija, para hacer que la criatura pudiera tener todos los

medios necesarios para recibirme, quise instituir este

sacramento al final de mi Vida, para poder alinear en torno a

cada hostia toda mi Vida, como preparativo para cada una de

las criaturas que me habría de recibir. La criatura jamás podría

recibirme si no tuviera a un Dios que preparara todo, que

movido solamente por exceso de amor por quererse dar a la

criatura, y no pudiendo ésta recibirme, ese mismo exceso me

llevara a dar toda mi Vida para prepararla, así que ponía todos

mis pasos, mis obras, mi amor, delante de los suyos, y como

en Mí estaba también mi Pasión, ponía también mis penas

para prepararla. Así que revístete de Mí, cúbrete con cada uno

de mis actos y ven”.

Después me he lamentado con Jesús porque ya no me

hacía sufrir como antes, y Él ha agregado:

68

“Hija mía, Yo no miro tanto el sufrir, sino la buena voluntad

del alma y el amor con el que sufre, por eso el más pequeño

sufrimiento se hace grande, las naderías toman vida en el todo

y adquieran valor, y el no sufrir es más fuerte que el mismo

sufrir. ¡Qué dulce violencia es para Mí ver a una criatura que

quiere sufrir por amor mío! Qué me importa a Mí que no sufra,

cuando veo que el no sufrir le es un clavo más doloroso que el

mismo sufrir; en cambio, la no buena voluntad, las cosas

forzadas y sin amor, por cuanto grandes, son pequeñas; Yo no

las miro, más bien me son de peso”.

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12-144

Diciembre 25, 1920

…Has de saber que mi suerte Sacramental es más dura aún

que mi suerte infantil: La gruta, si bien fría, era espaciosa,

tenía aire para respirar; la hostia también es fría, es tan

pequeña que casi me falta el aire. En la gruta tuve un pesebre

con un poco de heno por lecho, en mi Vida Sacramental aun el

heno me falta, y por lecho no tengo más que metales duros y

helados. En la gruta tenía a mi amada Mamá que

frecuentemente me tomaba con sus purísimas manos y me

cubría con besos ardientes para calentarme, me calmaba el

llanto, me nutría con su leche dulcísima; todo lo contrario en mi

Vida Sacramental, no tengo una Mamá, si me toman, siento el

toque de manos indignas, manos que huelen a tierra y a

estiércol; ¡oh! cómo siento más esta peste que la del estiércol

de la gruta, en vez de cubrirme con besos me tocan con actos

irreverentes, y en vez de leche me dan la hiel de los

sacrilegios, de los descuidos, de las frialdades. En la gruta,

San José no dejó que me faltara una lamparita de luz en las

noches; aquí en el sacramento, ¿cuántas veces quedo en la

oscuridad, aun en la noche? ¡Oh! cómo es más dolorosa mi

suerte Sacramental, cuántas lágrimas ocultas no vistas por

ninguno, cuántos gemidos no escuchados. Si te ha movido a

piedad mi suerte infantil, mucho más te debe mover a piedad

mi suerte Sacramental”.

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69

14-16

Marzo 24, 1922

…“Hija mía, conforme el alma hace sus actos en mi Querer,

así multiplica mi Vida, de manera que si hace diez actos en mi

Voluntad, diez veces me multiplica; si hace veinte, cien, mil, o

aún más, tantas veces de más quedo multiplicado. Sucede

como en la Consagración Sacramental, cuantas hostias ponen,

tantas veces quedo multiplicado, la diferencia que hay es que

en la Consagración Sacramental tengo necesidad de las

hostias para multiplicarme y del sacerdote que me consagre.

En mi Voluntad para quedar multiplicado, tengo necesidad de

los actos de la criatura, donde más que hostia viva, no muerta

como las hostias antes de Consagrarme, mi Voluntad me

Consagra y me encierra en el acto de la criatura, y Yo quedo

multiplicado en cada acto suyo hecho en mi Voluntad, por eso

mi amor tiene su desahogo completo con las almas que hacen

mi Voluntad y viven en mi Querer, son siempre ellas las que

suplen no sólo a todos los actos que me deben las criaturas,

sino a mi misma Vida Sacramental. Cuántas veces queda

obstaculizada mi Vida Sacramental en las pocas hostias en las

que Yo quedo consagrado, porque son pocos los que

comulgan, otras veces faltan sacerdotes que me consagren, y

mi Vida Sacramental no sólo no queda multiplicada cuanto

quisiera, sino que queda sin existencia. ¡Oh! cómo sufre por

ello mi amor, quisiera multiplicar mi Vida todos los días en

tantas hostias por cuantas criaturas existen para darme a ellas,

pero en vano espero, mi Voluntad queda sin efecto. Pero lo

que he decidido, todo tendrá cumplimiento, por eso tomo otro

camino y me multiplico en cada acto de la criatura hecho en mi

Querer, para hacerme suplir a la multiplicación de las Vidas

Sacramentales. Ah, sí, sólo las almas que vivan en mi Querer

suplirán a todas las comuniones que no reciben las criaturas, a

todas las consagraciones que no son hechas por los

sacerdotes; en ellas encontraré todo, aun la misma

multiplicación de mi Vida Sacramental. Por eso te repito que tu

misión es grande, a misión más alta, más noble, sublime y

divina no podría escogerte, no hay cosa que no concentraré en

ti, aun la multiplicación de mi Vida, haré nuevos prodigios de

gracia jamás hechos hasta ahora; por eso te pido, sé atenta,

seme fiel, haz que mi Voluntad tenga vida siempre en ti, y Yo

en mi mismo Querer en ti, encontraré toda completada la obra

de la Creación, con mis plenos derechos, y todo lo que quiero”.

70

14-40

Julio 6, 1922

…Después de esto he continuado con las demás horas de la

Pasión, y mientras seguía la cena eucarística, mi dulce Jesús

se movió en mi interior y con la punta de su dedo ha tocado

fuerte en mi interior, tanto que lo he oído con mis oídos y he

dicho entre mí: “¿Qué querrá Jesús que llama?” Y Él

llamándome me ha dicho:

“No bastaba tocar para hacerme oír, sino también llamarte

para ser escuchado. Escucha hija mía, mientras instituía la

cena Eucarística llamé a todos en torno a Mí, miré todas las

generaciones, del primero al último hombre, para dar a todos

mi Vida Sacramental, y no una vez, sino tantas veces por

cuantas veces tiene necesidad del alimento corporal. Yo quería

constituirme como alimento del alma, pero me encontré muy

mal al ver que esta mi Vida Sacramental quedaba rodeada por

desprecios, por descuidos y aun por muerte despiadada. Me

sentí mal, sentí todas las congojas de la muerte de mi Vida

Sacramental tan dolorosa y repetida; pero miré mejor, hice uso

de la potencia de mi Querer y llamé en torno a Mí a las almas

que habrían vivido en mi Querer, ¡oh! ¡Cómo me sentía feliz!

Me sentía rodeado por estas almas a las cuales la potencia de

mi Voluntad las tenía como abismadas, y que como centro de

su vida estaba mi Querer; vi en ellas mi inmensidad y me

encontré bien defendido por todas, y a ellas confié mi Vida

Sacramental, la deposité en ellas para que no sólo me cuidaran

sino que me correspondieran por cada hostia Consagrada con

una vida de ellas, y esto sucede como connatural, porque mi

Vida Sacramental está animada por mi Voluntad eterna, y la

vida de estas almas tiene como centro de vida mi Querer, así

que cuando se forma mi Vida Sacramental, mi Querer obrante

en Mí obra en ellas y Yo siento su vida en mi Vida

Sacramental, se multiplican Conmigo en cada una de las

hostias, y Yo siento que me dan vida por vida. ¡Oh, cómo

exulté al verte a ti como primera, que en modo especial te

llamé a formar vida en mi Querer! Hice en ti mi primer depósito

de todas mis Vidas Sacramentales, te confié a la potencia y a

la inmensidad del Querer Supremo, a fin de que te hicieran

capaz de recibir este depósito, y desde entonces tú estabas

presente a Mí y te constituí depositaria de mi Vida

Sacramental, y en ti a todas las demás almas que habrían

vivido en mi Querer. Te di el primado sobre todo, y con razón,

porque mi Querer no está puesto por debajo de ninguno, aun

71

sobre los apóstoles, sobre los sacerdotes, porque si bien ellos

me Consagran pero no quedan vida junto Conmigo, más bien

me dejan solo, olvidado, no teniendo cuidado de Mí; en cambio

esas almas habrían sido vida en mi misma Vida, inseparables

de Mí, por eso te amo tanto, es a mi mismo Querer que amo en

ti”.

+ + +

15-12

Marzo 27, 1923

Habiendo recibido la comunión, mi dulce Jesús se ha hecho

ver, y yo apenas lo he visto me he arrojado a sus pies para

besarlos y estrecharme toda a Él. Y Jesús extendiéndome la

mano me ha dicho:

"Hija mía, ven entre mis brazos y hasta dentro de mi

corazón, me he cubierto de los velos Eucarísticos para no

infundir temor, he descendido en el abismo más profundo de

las humillaciones en este Sacramento para elevar a la criatura

hasta Mí, fundiéndola tanto en Mí de formar una sola cosa

Conmigo, y con hacer correr mi sangre sacramental en sus

venas constituirme vida de su latido, de su pensamiento y de

todo su ser. Mi amor me devoraba y quería devorar a la

criatura en mis llamas para hacerla renacer como otro Yo, por

eso quise esconderme bajo estos velos eucarísticos, y así

escondido entrar en ella para formar esta transformación de la

criatura en Mí; pero para que suceda esta transformación se

necesitaban las disposiciones por parte de las criaturas, y mi

amor llegando al exceso, mientras instituía el Sacramento

Eucarístico, así ponía fuera de dentro de mi Divinidad otras

gracias, dones, favores, luz para bien del hombre, para volverlo

digno de poderme recibir; podría decir que puse fuera tanto

bien de sobrepasar los dones de la Creación, quise darle

primero las gracias para recibirme, y después darme para darle

el verdadero fruto de mi Vida Sacramental. Pero para preparar

con estos dones a las almas, se necesita un poco de vacío de

ellas mismas, de odio a la culpa, de deseo de recibirme; estos

dones no descienden en la podredumbre, en el fango, por tanto

sin mis dones no tienen las verdaderas disposiciones para

recibirme, y Yo descendiendo en ellas no encuentro el vacío

para comunicar mi Vida, estoy como muerto para ellas, y ellas

muertas para Mí; Yo ardo y ellas no sienten mis llamas, soy luz

y ellas quedan más cegadas. ¡Ay de Mí! cuántos dolores en mi

Vida Sacramental, muchas por falta de disposiciones, no

sintiendo nada de bien en el recibirme, llegan a nausearme, y

72

si continúan recibiéndome es para formar mi continuo calvario

y su eterna condenación, si no es el amor lo que las lleva a

recibirme, es una afrenta de más que me hacen, es una culpa

de más que agregan a sus almas. Por eso reza y repara por los

tantos abusos y sacrilegios que se hacen al recibirme

Sacramentado".

+ + +

15-30

Junio 18, 1923

Me sentía toda absorbida en la Santísima Voluntad de Dios,

y el bendito Jesús me hacía presentes, como en acto, todos los

actos de su Vida sobre la tierra, y como lo había recibido

sacramentado en mi pobre corazón, me hacía ver como en

acto, en su Santísimo Querer, cuando mi dulce Jesús

instituyendo el Santísimo Sacramento se comulgó a Sí mismo.

Cuántas maravillas, cuántos prodigios, cuántos excesos de

amor en este comulgarse a Sí mismo, mi mente se perdía en

tantos prodigios divinos, y mi siempre amable Jesús me ha

dicho:

"Hija querida de mi Supremo Querer, mi Voluntad contiene

todo, conserva todas las obras divinas como en acto y nada

deja escapar, y a quien en Ella vive quiere hacerle conocer los

bienes que contiene. Por eso quiero hacerte conocer la causa

por la que quise recibirme a Mí mismo al instituir el Santísimo

Sacramento. El prodigio era grande e incomprensible a la

mente humana: recibir la criatura a un Hombre y Dios, encerrar

en el ser finito el infinito, y a este Ser infinito darle los honores

divinos, el decoro, la habitación digna de Él, era tan profundo e

incomprensible este misterio, que los mismos apóstoles,

mientras creyeron con facilidad en la Encarnación y en tantos

otros misterios, delante a éste quedaron turbados y su

inteligencia se resistía a creer, y se necesitó hablarles

repetidamente para rendirlos; entonces, ¿cómo hacer? Yo que

lo instituía debía pensar en todo, porque mientras la criatura

debía recibirme, a la Divinidad no debían faltarle los honores, el

decoro divino, la habitación digna de Dios. Por eso hija mía,

mientras instituía el Santísimo Sacramento, mi Voluntad eterna

unida a mi voluntad humana me hizo presentes todas las

hostias que hasta el fin de los siglos debían recibir la

Consagración Sacramental, y Yo una por una las miré, las

consumí, y vi mi Vida Sacramental palpitante en cada hostia

porque quería darse a las criaturas. Mi Humanidad, a nombre

de toda la familia humana tomó el empeño por todos y dio la

73

habitación en Sí misma a cada hostia, y mi Divinidad, que era

inseparable de Mí, circundó cada hostia sacramental con

honores, alabanzas y bendiciones divinas para hacer digno

decoro a mi Majestad, así que cada hostia sacramental fue

depositada en Mí y contiene la habitación de mi Humanidad y

el cortejo de los honores de mi Divinidad; de otra manera,

¿cómo podía descender en la criatura? Y fue sólo por esto que

toleré los sacrilegios, las frialdades, las irreverencias, las

ingratitudes, porque habiéndome recibido a Mí mismo puse a

salvo mi decoro, los honores, la habitación que se necesitaba a

mi misma persona. Si no me hubiera recibido a Mí mismo, Yo

no habría podido descender en ella, y a ella le habría faltado el

camino, la puerta, los medios para recibirme.

Así es mi costumbre en todas mis obras, las hago una vez

para dar vida a todas las demás veces que se repetirán,

uniéndolas al primer acto como si fuera un acto solo, así que la

potencia, la inmensidad, la Omnividencia de mi Voluntad me

hicieron abrazar todos los siglos, me hicieron presentes todos

los comulgantes y todas las hostias sacramentales, y me recibí

otras tantas veces a Mí mismo, para hacer pasar por Mí a Mí

mismo en cada criatura. ¿Quién ha pensado jamás en tanto

amor mío, que para descender en los corazones de las

criaturas, Yo debía recibirme a Mí mismo para poner a salvo

los derechos divinos, y poder dar a ellas no sólo a Mí mismo,

sino también los mismos actos que Yo hice al recibirme, para

disponerlas y darles casi el derecho de poderme recibir?"

Yo he quedado maravillada y como si quisiera dudar, y

Jesús ha agregado:

"¿Por qué dudas? ¿No es acaso éste el obrar de Dios? ¿Y

de este acto solo formar tantos actos por cuantos se quiera

disfrutar, mientras que es un solo acto? ¿No fue lo mismo para

el acto de la Encarnación, de mi Vida y de mi Pasión? Una sola

vez me Encarné, una fue mi Vida, una la Pasión, sin embargo,

esta Encarnación, Vida y Pasión son para todos y para cada

uno, como si fuera para él solo, así que están aún como en

acto y para cada uno, como si ahora me estuviera Encarnando

y sufriendo mi Pasión, si no fuera así no obraría como Dios,

sino como criatura, que no conteniendo un poder divino no

puede hacerse de todos, ni puede darse a todos."

Ahora hija mía, quiero decirte otro exceso de mi amor:

Quien hace mi Voluntad y vive en Ella, viene a abrazar el obrar

de mi Humanidad, porque Yo amo mucho que la criatura se

vuelva similar a Mí, y como mi Querer y el suyo son uno solo,

Él toma placer y recreándose pone en la criatura todo el bien

74

que contengo, y hago en ella el depósito de las mismas hostias

sacramentales. Mi Voluntad que la criatura contiene le presta y

la circunda con decoro, homenajes y honores divinos, y Yo

todo a ella le confío, porque estoy cierto de poner al seguro mi

obrar, porque mi Voluntad se hace actor, espectador y custodio

de todos mis bienes, de mis obras y de mi misma Vida".

+ + +

21-16

Abril 16, 1927

Estaba haciendo la hora cuando Jesús instituyó la Santísima

Eucaristía, y moviéndose en mi interior me ha dicho:

“Hija mía, cuando hago un acto, primero veo si hay al menos

una criatura donde poner el depósito de mi acto, a fin de que

tome el bien que hago, lo tenga custodiado y bien defendido.

Ahora, cuando instituí el Santísimo Sacramento busqué a esta

criatura y mi Reina Mamá se ofreció a recibir este acto mío y el

depósito de este gran don diciéndome: ‘Hijo mío, si te ofrecí mi

seno y todo mi Ser en tu Concepción para tenerte custodiado y

defendido, ahora te ofrezco mi corazón materno para recibir

este gran depósito, y dispongo en orden de batalla en torno a

tu Vida Sacramental, mis afectos, mis latidos, mi amor, mis

pensamientos, toda Yo misma para tenerte defendido,

cortejado, amado, reparado; tomo Yo el empeño de

corresponderte por el gran don que haces, confía en tu Mamá y

Yo pensaré en la defensa de tu Vida Sacramental; y como Tú

mismo me has constituido Reina de toda la Creación, tengo el

derecho de alinear en torno a Ti toda la luz del sol como

homenaje y adoración, a las estrellas, al cielo, al mar, a todos

los habitantes del aire, todo lo pongo en torno a Ti para darte

amor y gloria”.

Ahora, asegurándome donde podía poner este gran depósito

de mi Vida Sacramental y fiándome de mi Mamá que me había

dado todas las pruebas de su fidelidad, instituí el Santísimo

Sacramento. Era Ella la única criatura digna que podía

custodiar, defender y reparar mi acto. Entonces mira, cuando

las criaturas me reciben, Yo desciendo en ellas junto con los

actos de mi inseparable Mamá, y sólo por esto puedo continuar

mi Vida Sacramental. Por esto es necesario que escoja primero

una criatura cuando quiero hacer una obra grande, digna de

Mí, primero para tener el lugar donde poner mi don, segundo

para tener la correspondencia. También en el orden natural se

hace así, si el agricultor quiere sembrar la semilla, no la arroja

75

en medio del camino, sino que va en busca del pequeño

terreno, lo prepara, forma los surcos y después arroja la

semilla, y para estar seguro la cubre con tierra, esperando con

ansia la cosecha para recibir la correspondencia de su trabajo

y de la semilla que ha confiado a la tierra. Otro quiere formar

un bello objeto, primero prepara las materias primas, el lugar

donde ponerlo y después lo forma. Así también he hecho

contigo, te escogí, te preparé y después te confié el gran don

de las manifestaciones de mi Voluntad, y así como confié a mi

amada Mamá la suerte de mi Vida Sacramental, así he querido

fiarme de ti, confiándote la suerte del Reino de mi Voluntad”

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