CUARTA HORA
De las 8 a las 9 de
la noche
La Cena Eucarística
Gracias te doy, oh
Jesús, por llamarme a la unión contigo
por medio de la
oración, y tomando tus pensamientos, tu
lengua, tu corazón y
fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu
amor, extiendo mis
brazos para abrazarte y apoyando mi
cabeza sobre tu
corazón empiezo:
Dulce amor mío,
incontentable siempre en tu amor, veo que
al terminar la cena
legal te levantas de la mesa y junto con tus
amados discípulos
elevas el himno de agradecimiento al Padre
por haberles dado el
alimento, queriendo reparar con esto
todas las faltas de
agradecimiento de las criaturas por los
tantos medios como nos
das para la conservación de la vida
corporal. Por eso Tú,
oh Jesús, en lo que haces, tocas o ves,
tienes siempre en tus
labios las palabras:
«¡Gracias te sean
dadas, oh Padre!»
También yo, oh Jesús,
unida contigo tomo las palabras de
tus labios y diré
siempre y en todo: “Gracias por mí y por
todos”, para continuar
la reparación por las faltas de agradecimiento.
Lavatorio de los
pies
Pero, oh mi Jesús,
parece que tu amor no tiene reposo, veo que de nuevo haces sentarse a tus
amados discípulos, tomas una palangana con agua, te ciñes una blanca
toalla y te postras a los pies de los apóstoles, en un acto tan humilde
que
te atrae la mirada de
todo el Cielo y lo hace permanecer
estático, los mismos
apóstoles se quedan casi sin movimiento
al verte postrado a
sus pies. Pero dime amor mío, ¿qué
quieres? ¿Qué
pretendes con este acto tan humilde, humildad
jamás vista y que
jamás se verá?
«¡Ah hija mía, quiero
todas las almas, y postrado ante ellas
como un pobre mendigo,
las pido, las urjo, y llorando tramo mis
insidias de amor para
tenerlas! Quiero, postrado a sus pies,
con esta agua mezclada
con mis lágrimas lavarlas de cualquier
imperfección y
prepararlas a recibirme en el sacramento. Me
importa tanto este
acto de recibirme en la Eucaristía, que no
quiero confiar este
oficio ni a los ángeles, ni siquiera a mi
amada Mamá, sino que
Yo mismo quiero purificarlas, aun las
fibras más íntimas,
para disponerlas a recibir el fruto del
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sacramento, y en los
apóstoles era mi intención preparar a
todas las almas.
Intento reparar todas
las obras santas y la administración de
los sacramentos, sobre
todo hechas por sacerdotes con
espíritu de soberbia,
vacías de espíritu divino y de desinterés.
¡Ah, cuántas obras
buenas me llegan más para deshonrarme
que para darme honor!
¡Más para amargarme que para
complacerme! ¡Más para
darme muerte que para darme vida!
Éstas son las ofensas
que más me afligen. Ah, sí hija mía,
numera todas las
ofensas más íntimas que se me hacen y
repárame con mis
mismas reparaciones, consuela mi corazón
amargado».
¡Oh mi afligido bien,
hago mía tu vida y junto contigo intento
reparar todas estas ofensas!
Quiero entrar en los más íntimos
escondites de tu
corazón divino y reparar con tu mismo
corazón las ofensas
más íntimas y secretas que recibes de tus
más amados, y junto
contigo quiero girar en todas las almas
que te deben recibir
en la Eucaristía, y entrar en sus
corazones, y junto a
tus manos pongo las mías para
purificarlas.
Ah, Jesús, con estas
tus lágrimas y esta agua con las cuales
lavaste los pies de
los apóstoles, lavemos a las almas que te
deben recibir,
purifiquemos sus corazones, incendiémoslos,
sacudamos de ellos el
polvo con el cual están manchados, a fin
de que recibiéndote,
Tú puedas encontrar en ellas tus
complacencias en vez
de tus amarguras.
Pero, afectuoso bien
mío, mientras estás atento a lavar los
pies de los apóstoles,
te miro y veo que otro dolor traspasa tu
corazón santísimo.
Estos apóstoles representan a todos los
futuros hijos de la
Iglesia, y cada uno de ellos representa la
serie de cada uno de
tus dolores: en uno las debilidades; en
otro los engaños; en
otro las hipocresías; en otro el amor
desmedido a los
intereses; en San Pedro, la falla a los buenos
propósitos y todas las
ofensas de los jefes de la Iglesia; en San
Juan, las ofensas de
tus más fieles; en Judas todos los
apóstatas, con toda la
serie de los graves males causados por
ellos.
¡Ah! Tu corazón está
sofocado por el dolor y por el amor,
tanto, que no pudiendo
resistir te detienes a los pies de cada
apóstol y rompes en
llanto, y ruegas y reparas por cada una de
estas ofensas, e
imploras y consigues para todos el remedio
oportuno.
Jesús mío, también yo
me uno a Ti, hago mías tus plegarias,
tus reparaciones, tus
oportunos remedios para cada alma.
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Quiero mezclar mis
lágrimas a las tuyas, a fin de que jamás
estés solo, sino que
siempre me tengas contigo para dividir tus
penas.
Veo, dulce amor mío,
que ya estás a los pies de Judas, oigo
tu respiro afanoso,
veo que no sólo lloras, sino que sollozas, y
mientras lavas
aquellos pies, los besas, te los estrechas al
corazón, y no pudiendo
hablar porque tu voz está ahogada por
el llanto, lo miras
con tus ojos hinchados por el llanto y le dices
con el corazón:
«Hijo mío, ah, te
ruego con la voz de mis lágrimas: ¡No te
vayas al infierno,
dame tu alma que postrado a tus pies te pido!
Di, ¿qué quieres? ¿Qué
pretendes? Todo te daré con tal de
que no te pierdas.
¡Ah, evítame este dolor, a Mí, tu Dios!»
Y te estrechas de
nuevo esos pies a tu corazón, pero viendo
la dureza de Judas, tu
corazón se ve en apuros, el amor te
sofoca y estás a punto
de desfallecer. Corazón mío y vida mía,
permíteme que te
sostenga entre mis brazos.
Comprendo que éstas
son las estratagemas amorosas que
usas con cada pecador
obstinado, y yo te ruego, oh Jesús,
mientras te compadezco
y te doy reparación por las ofensas
que recibes de las
almas que se obstinan en no quererse
convertir, que me
permitas recorrer junto contigo la tierra, y
donde estén los
pecadores obstinados démosles tus lágrimas
para ablandarlos, tus
besos y tus abrazos de amor para
encadenarlos a Ti, de
manera que no te puedan huir, y así
consolarte por el
dolor de la pérdida de Judas.
La institución de la
santísima Eucaristía
Jesús mío, gozo y
delicia mía, veo que tu amor corre, y
rápidamente corre, te
levantas, doliente como estás, y casi
corres a la mesa donde
está ya preparado el pan y el vino para
la consagración.
Te veo, corazón mío,
que tomas un aspecto todo nuevo y
nunca antes visto, tu
divina Persona toma un aspecto tierno,
amoroso, afectuoso,
tus ojos resplandecen de luz, más que si
fueran soles; tu
rostro encendido resplandece; tus labios
sonrientes, abrasados
de amor; y tus manos creadoras se
ponen en actitud de
crear. Te veo, amor mío, todo
transformado, parece
como si tu Divinidad se desbordara fuera
de tu Humanidad.
Corazón mío y vida
mía, Jesús, este aspecto tuyo jamás
visto llama la atención
de todos los apóstoles, ellos son presa
de un dulce encanto y
no se atreven ni siquiera a respirar. La
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dulce Mamá corre en
espíritu a los pies del altar para
contemplar los
portentos de tu amor; los ángeles descienden
del Cielo y se
preguntan entre ellos: «¿Qué sucede? ¿Qué
pasa?» ¡Son verdaderas
locuras, verdaderos excesos! ¡Un
Dios que crea, no el
cielo o la tierra, sino a Sí mismo! ¿Y
dónde? ¡Dentro de la
materia vilísima de un poco de pan y un
poco de vino!
Pero mientras están
todos en torno a Ti, oh amor insaciable,
veo que tomas el pan entre
las manos, lo ofreces al Padre y
oigo tu voz dulcísima
que dice:
«Padre Santo, gracias
te sean dadas, pues siempre
escuchas a tu Hijo.
Padre Santo, concurre conmigo, Tú un día
me enviaste del Cielo
a la tierra a encarnarme en el seno de mi
Mamá para venir a
salvar a nuestros hijos, ahora permíteme
que me encarne en cada
una de las hostias para continuar su
salvación y ser vida
de cada uno de mis hijos. Mira, oh Padre,
pocas horas me quedan
de vida, ¿cómo tendré corazón para
dejar solos y
huérfanos a mis hijos? Son muchos sus
enemigos, las
tinieblas, las pasiones, las debilidades a que
están sujetos, ¿quién
los ayudará? ¡Ah, te suplico que Yo
permanezca en cada
hostia para ser vida de cada uno y poner
en fuga a sus
enemigos, y ser su luz, fuerza y ayuda, de otra
manera, ¿a dónde irán?
¿Quién los ayudará? Nuestras obras
son eternas, mi amor
es irresistible, no puedo ni quiero dejar a
mis hijos».
El Padre se enternece
ante la voz tierna y afectuosa del Hijo,
y desciende del Cielo.
Está ya sobre el altar y unido con el
Espíritu Santo para
concurrir con el Hijo. Y Jesús con voz
sonora y conmovedora
pronuncia las palabras de la
consagración, y sin
dejarse a Si mismo, crea a Si mismo en
aquel pan y en aquel
vino. Después te das en comunión a tus
apóstoles, y creo que
nuestra celestial Mamá no quedó privada
de recibirte. ¡Ah
Jesús, los cielos se postran, y todos te
mandan un acto de
adoración en tu nuevo estado de tan
profundo
aniquilamiento!
Pero, oh dulce Jesús,
mientras tu amor queda contentado y
satisfecho no teniendo
otra cosa qué hacer, veo, oh mi bien,
sobre este altar, en
tus manos, todas las hostias consagradas
que se perpetuarán
hasta el fin de los siglos, y en cada una de
las hostias desplegada
toda tu dolorosa Pasión, porque las
criaturas, a los
excesos de tu amor, corresponderán con
excesos de ingratitud
y de enormes delitos, y yo, corazón de mi
corazón, quiero
encontrarme siempre contigo en cada uno de
los tabernáculos, en
todos los copones y en cada una de las
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hostias consagradas
que habrá hasta el fin del mundo, para
ofrecerte mis actos de
reparación a medida que recibes las
ofensas. Por eso
corazón mío, me pongo cerca de Ti y te beso
la frente majestuosa,
pero mientras te beso siento en mis
labios los pinchazos
de las espinas que circundan tu cabeza.
Oh mi Jesús, en esta
hostia santa no te limitan las espinas
como en la Pasión, veo
que las criaturas vienen a tu presencia
y en vez de darte el
homenaje de sus pensamientos, te
mandan sus
pensamientos malos, y Tú de nuevo bajas la
cabeza como en la
Pasión para recibir las espinas de los malos
pensamientos que se
hacen en tu presencia.
Oh mi amor, junto
contigo la abajo también yo para dividir
contigo tus penas, y
pongo todos mis pensamientos en tu
mente para quitar
estas espinas que tanto te hacen sufrir, y
cada pensamiento mío
corra en cada pensamiento tuyo para
hacerte el acto de
reparación por cada pensamiento malo y así
endulzar tus afligidos
pensamientos.
Jesús mío, bien mío,
beso tus bellos ojos, te veo en esta
hostia santa, con
estos ojos amorosos, en acto de esperar a
todos aquellos que vienen
a tu presencia para mirarlos con tus
miradas de amor, para
tener la correspondencia de sus
miradas amorosas, pero
cuántos vienen a tu presencia y en
vez de mirarte a Ti y
buscarte a Ti, miran cosas que los
distraen de Ti, y te
privan del gusto del intercambio de las
miradas entre Tú y
ellos, y Tú lloras, y por eso, besándote,
siento mis labios
bañados por tus lágrimas. Ah, mi Jesús, no
llores, quiero poner
mis ojos en los tuyos para compartir estas
tus penas y llorar
contigo, y repararte por todas las miradas
distraídas de las
criaturas con ofrecerte mis miradas y tenerlas
siempre fijas en Ti.
Jesús mío, amor mío,
beso tus santísimos oídos, ah, te veo
atento para escuchar
lo que las criaturas quieren de Ti, para
consolarlas, pero
ellas, en cambio, te hacen llegar a los oídos
oraciones mal hechas,
llenas de desconfianza, oraciones
hechas más por
costumbre y sin vida, y tus oídos en esta
hostia santa son molestados
más que en la misma Pasión.
Oh mi Jesús, quiero
tomar todas las armonías del Cielo y
ponerlas en tus oídos
para repararte estas penas, y quiero
poner mis oídos en los
tuyos, no sólo para compartir contigo
esta pena, sino para
estar siempre atenta a lo que quieres, a lo
que sufres, para poner
pronto mi acto de reparación y
consolarte.
Jesús, vida mía, beso
tu santísimo rostro, lo veo
ensangrentado, lívido
e hinchado. Las criaturas, oh Jesús,
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vienen ante esta
hostia santa, y con sus posturas indecentes,
con sus conversaciones
malas que hacen delante a Ti, en vez
de darte honor te dan
bofetadas y salivazos, y Tú, como en la
Pasión, con toda paz y
paciencia los recibes, y todo soportas.
Oh Jesús, quiero poner
mi rostro junto al tuyo, no sólo para
acariciarte y besarte
conforme te llegan estas bofetadas y
quitarte los
salivazos, sino que quiero fundir mi rostro en el tuyo
para dividir contigo
estas penas, también quiero hacer de mi
ser tantos diminutos
pedacitos para ponerlos ante Ti como
tantas estatuas
arrodilladas continuamente, para repararte por
todos los deshonores
que te hacen en tu presencia.
Jesús, mi todo, beso
tu dulcísima boca. Ah, veo que al
descender en los
corazones de las criaturas, el primer apoyo
que Tú haces es sobre
la lengua. ¡Oh, cómo quedas amargado
encontrando muchas
lenguas mordaces, impuras, malas! ¡Ah!
Tú te sientes
atormentar por esas lenguas, y peor aún cuando
desciendes a sus
corazones. ¡Oh Jesús, si fuera posible
quisiera encontrarme
en la boca de cada una de las criaturas
para endulzarte y
repararte cualquier ofensa que recibas de
ellas!
Fatigado bien mío,
beso tu santísimo cuello, te veo cansado,
agotado y todo ocupado
en tu trabajo de amor, dime ¿qué
haces? Y Jesús:
«Hija mía, Yo en esta
hostia trabajo desde la mañana hasta
la noche formando
continuas cadenas de amor, a fin de que
conforme las almas
vienen a Mí, Yo las hago encontrar pronta
mi cadena de amor para
encadenarlas a mi corazón; ¿pero
sabes tú qué me hacen ellas
a cambio? Muchas toman a mal
estas mis cadenas, y
por la fuerza se liberan de ellas y las
hacen pedazos, y como
estas cadenas están atadas a mi
corazón, Yo quedo
torturado y doy en delirio; al romper mis
cadenas tiran al vacío
mi trabajo que hago en el Sacramento, y
buscan las cadenas de
las criaturas, y esto lo hacen aun en mi
presencia, sirviéndose
de Mí para lograr sus intentos. Esto me
da tanto dolor que me
da una fiebre tan violenta que me hace
desfallecer y
delirar».
Prisionero de amor, Tú
estás no sólo aprisionado sino
también encadenado, y
con ansia febril estás esperando los
corazones de las
criaturas para descender en ellos y salir de tu
prisión, y con las
cadenas que te ataban encadenar sus almas
a tu amor.
Pero con sumo dolor
ves que vienen ante Ti con un aire
indiferente, sin
premuras por recibirte; otras de hecho no te
reciben; y otras, si
te reciben, sus corazones están atados por
61
otros amores y llenos
de vicios, como si Tú fueras
despreciable, y Tú,
vida mía, estás obligado a salir de estos
corazones encadenado
como entraste, porque no te han dado
la libertad de hacerse
atar, y han cambiado tus ansias en
llanto.
Jesús mío, permíteme
que enjugue tus lágrimas y te
tranquilice el llanto
con mi amor, y para repararte te ofrezco las
ansias y suspiros, los
deseos ardientes que te han dado todos
los santos que han
existido y existirán, los de tu Mamá y el
mismo amor del Padre y
del Espíritu Santo, y yo haciendo mío
este amor, quiero
ponerme a las puertas del tabernáculo para
hacerte las
reparaciones y gritar detrás a las almas que
quisieran recibirte
para hacerte llorar, ‘te amo’, y tantas veces
intento repetir estos
actos de reparación, por cuantos contentos
das a todos los
santos, y por cuantos movimientos contiene la
santísima Trinidad.
Coronada Mamá, te beso
el corazón y te pido que custodies
mis afectos, mis
deseos, mis latidos, mis pensamientos, y que
los pongas como
lámparas a la puerta de los tabernáculos para
cortejar a Jesús.
¡Cuánto te compadezco,
oh Jesús! Tu amor es puesto en
aprietos, ¡ah! te
ruego, para consolarte por las ofensas que
recibes y para
repararte por tus cadenas que son hechas
pedazos, que encadenes
mi corazón con todas estas cadenas
para poder darte por
todos mi correspondencia de amor.
Jesús mío, flechero
divino, beso tu pecho. Es tal y tanto el
fuego que él contiene,
que para dar un poco de desahogo a tus
llamas que se elevan
tan alto, Tú, queriendo hacer un
descanso en tu
trabajo, quieres jugar en el Sacramento, y tu
juego es formar
flechas, dardos, saetas, a fin de que cuando
vengan ante Ti, Tú te
pongas a jugar con las criaturas,
haciendo salir de tu
pecho tus flechas para flecharlas, y cuando
las reciben Tú haces
fiesta y formas tu juego, pero muchas, oh
Jesús, te las
rechazan, enviándote en correspondencia flechas
de frialdad, dardos de
tibieza y saetas de ingratitud; y Tú
quedas tan afligido
por esto, que lloras porque las criaturas te
hacen fracasar en tu
juego de amor.
Oh Jesús, he aquí mi
pecho dispuesto a recibir no sólo tus
flechas destinadas
para mí, sino también aquellas que te
rechazan los demás, y
así no quedarás más frustrado en tus
juegos, y quiero
también repararte por las frialdades, las
tibiezas y las
ingratitudes que recibes.
Oh Jesús, beso tu mano
izquierda y quiero reparar por todos
los tocamientos
ilícitos y no santos hechos en tu presencia, y te
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ruego que con esta
mano me tengas siempre estrechada a tu
corazón.
Oh Jesús, beso tu mano
derecha, e intento reparar todos los
sacrilegios,
especialmente las misas malamente celebradas.
¡Cuántas veces, amor
mío Tú eres obligado a descender del
Cielo a las manos de
los sacerdotes, que en virtud de su
potestad te llaman, y
encuentras esas manos llenas de fango,
que chorrean
inmundicia, y Tú, aunque sientes náusea de esas
manos te ves obligado
por tu amor a permanecer en ellas! Es
más, en algunos
sacerdotes, Tú encuentras en ellos a los
sacerdotes de tu
Pasión, que con sus enormes delitos y
sacrilegios renuevan
el deicidio. ¡Jesús mío, me da espanto el
sólo pensarlo! Y otra
vez, como en la Pasión, te estás en
aquellas manos
indignas, como manso corderito, esperando de
nuevo tu muerte.
¡Oh Jesús, cuánto
sufres, Tú quisieras una mano amorosa
para liberarte de esas
manos sanguinarias! Ah, te ruego que
cuando te encuentres
en esas manos me llames para estar
presente, y para
repararte quiero cubrirte con la pureza de los
ángeles, perfumarte
con tus virtudes para disminuir el hedor de
aquellas manos y mi
corazón como consuelo y refugio, y
mientras estés en mí
yo te rogaré por los sacerdotes, para que
sean dignos ministros
tuyos, y no pongan en peligro tu vida
sacramental.
Oh Jesús, beso tu pie
izquierdo, y quiero repararte por
quienes te reciben por
rutina y sin las debidas disposiciones.
Oh Jesús, beso tu pie
derecho, y quiero repararte por
aquellos que te
reciben para ultrajarte. Ah, te ruego que
cuando se atrevan a
hacer esto, renueves el milagro cuando
Longinos te traspasó
el corazón con la lanza, y al flujo de
aquella sangre que
brotó, tocándole los ojos lo convertiste y lo
sanaste, y así, a tu
toque sacramental, conviertas las ofensas
en amor.
Oh Jesús, beso tu
corazón, contra el cual se hacen todas las
ofensas, y yo intento
repararte de todo, y por todos darte una
correspondencia de
amor, y siempre junto contigo compartir tus
penas.
Ah, te ruego celestial
flechero de amor, si alguna ofensa
huye a mi reparación,
aprisióname en tu corazón y en tu
Voluntad, a fin de que
nada se me escape. Rogaré a la dulce
Mamá que me tenga
alerta, y junto con Ella te repararemos
todo y por todos,
juntas te besaremos, y haciéndonos tu
defensa alejaremos de
Ti las olas de las amarguras que
recibes de las
criaturas.
63
Ah Jesús, recuerda que
también yo soy una pobre
encarcelada, es verdad
que tu cárcel es más estrecha, cual es
el breve giro de una
hostia, por eso enciérrame en tu corazón,
y con las cadenas de
tu amor no solo aprisióname, sino ata
uno por uno mis
pensamientos, mis afectos, mis deseos, átame
las manos y los pies a
tu corazón para que yo no tenga otras
manos y otros pies que
los tuyos. Así que, amor mío, mi cárcel
será tu corazón, las
cadenas el amor, las puertas que me
impedirán salir será
tu santísima Voluntad, tus llamas serán mi
alimento, tu respiro
será el mío, así que no veré más que
llamas, no tocaré sino
fuego, que me darán vida y muerte,
como la que sufres Tú
en la hostia, y así te daré mi vida; y
mientras yo quedaré
aprisionada en Ti, Tú quedarás libre en
mí. ¿No ha sido éste
tu intento al encarcelarte en la hostia, el
ser desencarcelado por
las almas que te reciben, tomando vida
en ellas? Por eso, en
señal de amor bendíceme y dame un
beso, yo te abrazo y
permanezco en Ti.
Pero, oh dulce corazón
mío, veo que después de que has
instituido el
santísimo Sacramento y que has visto las enormes
ingratitudes y ofensas
de las criaturas, si bien quedas herido y
amargado, no te haces
para atrás, es más, quieres ahogarlo
todo en la inmensidad
de tu amor; veo que instruyes a tus
apóstoles, y después
agregas que lo que has hecho Tú lo
deben hacer ellos
también, dándoles potestad de consagrar, y
de tal manera los
ordenas sacerdotes e instituyes este otro
sacramento. Así que,
oh Jesús, en todo piensas y todo
reparas, las
predicaciones mal hechas, los sacramentos
administrados y
recibidos sin disposiciones, y por eso, sin
efectos; las
vocaciones equivocadas de los sacerdotes, por
parte de ellos como
por parte de quien los ordena, no usando
todos los medios para
conocer las verdaderas vocaciones.
Nada se te escapa, oh
Jesús, y yo quiero seguirte y reparar
todas estas ofensas.
Después de que has
dado cumplimiento a todo, en
compañía de tus
apóstoles te encaminas al huerto de
Getsemaní para dar
principio a tu dolorosa Pasión. Te seguiré
en todo, para hacerte
fiel compañía.
+ + +
64
Reflexiones de la
Cuarta Hora (8 PM)
20-21
Noviembre 4, 1926
…En el Evangelio se
lee con asombro cuando Yo postrado a
los pies de mis
apóstoles les lavé los pies y no omití ni siquiera
al pérfido Judas, este
acto, ciertamente muy humilde y de
indecible ternura, del
cual la Iglesia hace memoria, pero fue
sólo una vez que Yo
hice este acto. En cambio mi Voluntad
desciende más en lo
bajo, se pone bajo los pies con un acto
continuado para
sostenerlos, para volver firme la tierra, a fin de
que no se precipiten
en el abismo, sin embargo ninguna
atención. Y la noble
Reina espera con paciencia invicta,
velada por tantos
siglos en todas las cosas creadas, que su
Voluntad sea conocida,
y cuando sea conocida romperá sus
tantos velos que la
esconden y hará conocer qué cosa ha
hecho durante tantos
siglos por amor del hombre, dirá cosas
inauditas, excesos de
amor jamás pensados por nadie. He
aquí por qué
hablándote de mi Voluntad te hablo
frecuentemente de la
Creación, porque Ella es vida de todas
las cosas creadas y
por medio de ellas da vida a todos, y esta
vida quiere ser
conocida para que venga el Reino del Eterno
Fiat. Mi Voluntad está
velada en todo: Está velada en el viento
y desde dentro de
aquellos velos le lleva su refrigerante
frescura como
acariciándolo, y su aliento regenerador para
regenerarlo
continuamente a nueva vida siempre creciente de
gracia, y la noble
Reina velada en el viento se siente cambiar
sus caricias en
ofensas y su frescura en ardores de pasiones
humanas, y su aliento
regenerador en recambio de aliento
mortal a su Gracia, y
Ella sacude sus velos y el viento se
cambia en furor, y con
su impetuosidad arrastra gentes,
ciudades y regiones
como si fueran plumas, haciendo conocer
la potencia de la
noble Reina que se esconde en el viento. No
hay cosa creada en la
que mi Voluntad no esté velada, y por
eso todas esperan que
sea conocida y que venga el reino del
Fiat Supremo y su
pleno triunfo”.
+ + +
4-183
Marzo 12, 1903
…“Hija mía, lo mismo
sucedió cuando en el consistorio de la
Sacrosanta Trinidad se
decretó el misterio de la Encarnación
para salvar al género
humano, y Yo unido con su Voluntad
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acepté y me ofrecí
víctima por el hombre; todo fue unión entre
las Tres Divinas Personas
y todo fue planeado juntos, pero
cuando me puse a la
obra llegó un momento, especialmente
cuando me encontré en
el ambiente de las penas, de los
oprobios, cargado de
todas las maldades de las criaturas, que
me quedé solo y
abandonado por todos, hasta por mi amado
Padre; y no sólo esto,
sino que así, cargado de todas las penas
como estaba, debía
forzar al Omnipotente que aceptara y que
me hiciera continuar
mi sacrificio por la salvación de todo el
género humano,
presente, pasado y futuro. Y esto lo obtuve. El
sacrificio dura aún,
el esfuerzo es continuo, si bien esfuerzo
todo de amor, ¿y
quieres saber dónde y cómo? En el
sacramento de la
Eucaristía, en él el sacrificio es continuo,
perpetuo, es la fuerza
que hago al Padre para que use
misericordia con las
criaturas y con las almas para obtener su
amor, y me encuentro
en continuo contraste de morir
continuamente, si bien
todas muertes de amor. Entonces, ¿no
estás contenta de que
te haga partícipe de los períodos de mi
misma vida?”
+ + +
11-111
Noviembre 13, 1915
Después de haber
recibido la Santa Comunión, pensaba
para mí cómo debía
ofrecerla para complacer a Jesús. Y Él,
siempre benigno, me
dijo:
“Hija mía, si quieres
agradarme, ofrécela como la ofreció mi
misma Humanidad. Yo,
antes de darme en comunión a los
demás, me comulgué a
Mí mismo, y quise hacer esto para dar
al Padre la gloria
completa de todas las Comuniones de las
criaturas, para
encerrar en Mí todas las reparaciones de todos
los sacrilegios, de
todas las ofensas que habría de recibir en el
Sacramento. Mi
Humanidad, encerrando la Voluntad Divina,
encerraba todas las
reparaciones de todos los tiempos, y
recibiéndome a Mí
mismo, me recibía dignamente; y como
todas las obras de las
criaturas fueron divinizadas por mi
Humanidad, así también
quise sellar con mi comunión las
comuniones de las
criaturas; de otra manera, ¿cómo podía la
criatura recibir a un
Dios? Fue mi Humanidad la que abrió esta
puerta a las criaturas
y les mereció recibirme a Mí mismo.
Ahora tú hija mía,
recíbela en mi Voluntad, únete a mi
Humanidad y así
encerrarás todo y Yo encontraré en ti las
reparaciones de todos,
la retribución de todo y mi
complacencia, más bien
encontraré otra vez a Mí mismo en ti”.
66
11-132
Octubre 2, 1916
Esta mañana recibí la
comunión como Jesús me había
enseñado, esto es,
unida con su Humanidad, Divinidad y
Voluntad suya, y Jesús
se hizo ver y yo lo besé y lo estreché a
mi corazón, y Él
devolviéndome el beso y el abrazo, me dijo:
“Hija mía, ¡cómo estoy
contento de que hayas venido a
recibirme unida con mi
Humanidad, mi Divinidad y mi Voluntad!
Me has renovado todo
el contento que sentí al recibirme en
comunión a Mí mismo, y
mientras tú me besabas y me
abrazabas, estando en
ti todo Yo mismo, contenías todas las
criaturas, y Yo sentía
darme el beso de todas, los abrazos de
todas, porque ésta era
tu voluntad, igual que fue la mía al
recibirme en la
comunión, rehacer al Padre por todo el amor de
las criaturas y a
pesar de que muchos no lo amarían, y el
Padre se rehacía en Mí
del amor de todas las criaturas, y Yo
me rehago en ti del
amor de todas las criaturas, y habiendo
encontrado en mi
Voluntad quien me ama, me repara, etc., a
nombre de todas,
porque en mi Voluntad no hay cosa que el
alma no pueda darme,
me siento amar a las criaturas a pesar
de que me ofendan, y
voy inventando estratagemas de amor
en torno a los corazones
más duros para convertirlos. Sólo por
amor de estas almas
que hacen todo en mi Querer, Yo me
siento como encadenado
y raptado y les concedo los prodigios
de las más grandes
conversiones”.
+ + +
12-24
Octubre 23, 1917
Esta mañana, después
de haber recibido al bendito Jesús
estaba diciéndole:
“Vida mía Jesús, dime, ¿cuál fue el primer
acto que hiciste
cuando te recibiste a Ti mismo
Sacramentalmente”.
Y Jesús: “Hija mía, el
primer acto que hice fue el de
multiplicar mi Vida en
tantas Vidas mías por cuantas criaturas
puedan existir en el
mundo, a fin de que cada una tuviera una
Vida mía únicamente
para ella, que continuamente reza,
agradece, da
satisfacción, ama, por ella sola, como también
multiplicaba mis penas
por cada alma, como si por ella sola
sufriera y no por
otros. En aquel momento supremo de
recibirme a Mí mismo,
Yo me daba a todos, y a sufrir en cada
uno de los corazones
mi Pasión, para poder sojuzgar los
67
corazones por vía de
penas y de amor, y dándoles todo lo mío
divino, venía a tomar
el dominio de todos. Pero, ¡ay de Mí! mi
amor quedó
desilusionado por muchos y espero con ansia los
corazones amantes, que
recibiéndome se unan Conmigo para
multiplicarse en
todos, deseando y queriendo lo que quiero Yo,
para tomar al menos de
ellos lo que no me dan los otros, y
para recibir el
contento de tenerlos conforme a mi deseo y a mi
Voluntad. Por eso hija
mía, cuando me recibas haz lo que hice
Yo, y Yo tendré el
contento de que al menos seamos dos que
queremos la misma cosa”.
Pero mientras esto
decía, Jesús estaba muy afligido, y yo le
he dicho: “Jesús, ¿qué
tienes que estás tan afligido?”
“¡Ay, ay, cuantos
males, como torrente impetuoso inundarán
los países, cuántos
males, cuántos males! Italia está
atravesando horas
tristes, tristísimas. Estréchense más a Mí,
estén de acuerdo entre
ustedes, rueguen a fin de que los
males no sean peores”.
Y yo: “¡Ah! mi Jesús,
¿qué será de mi país? No será que ya
no me quieres como
antes, porque queriéndome Tú
perdonabas en algo los
castigos”.
Y Él casi llorando:
“No es verdad, te quiero bien”.
+ + +
12-66
Octubre 24, 1918
Estaba preparándome
para recibir a mi dulce Jesús en el
sacramento y le pedía
que cubriera Él mi gran miseria, y Jesús
me ha dicho:
“Hija, para hacer que
la criatura pudiera tener todos los
medios necesarios para
recibirme, quise instituir este
sacramento al final de
mi Vida, para poder alinear en torno a
cada hostia toda mi
Vida, como preparativo para cada una de
las criaturas que me
habría de recibir. La criatura jamás podría
recibirme si no
tuviera a un Dios que preparara todo, que
movido solamente por exceso
de amor por quererse dar a la
criatura, y no
pudiendo ésta recibirme, ese mismo exceso me
llevara a dar toda mi
Vida para prepararla, así que ponía todos
mis pasos, mis obras,
mi amor, delante de los suyos, y como
en Mí estaba también
mi Pasión, ponía también mis penas
para prepararla. Así
que revístete de Mí, cúbrete con cada uno
de mis actos y ven”.
Después me he
lamentado con Jesús porque ya no me
hacía sufrir como
antes, y Él ha agregado:
68
“Hija mía, Yo no miro
tanto el sufrir, sino la buena voluntad
del alma y el amor con
el que sufre, por eso el más pequeño
sufrimiento se hace
grande, las naderías toman vida en el todo
y adquieran valor, y
el no sufrir es más fuerte que el mismo
sufrir. ¡Qué dulce
violencia es para Mí ver a una criatura que
quiere sufrir por amor
mío! Qué me importa a Mí que no sufra,
cuando veo que el no
sufrir le es un clavo más doloroso que el
mismo sufrir; en
cambio, la no buena voluntad, las cosas
forzadas y sin amor, por
cuanto grandes, son pequeñas; Yo no
las miro, más bien me
son de peso”.
+ + +
12-144
Diciembre 25, 1920
…Has de saber que mi
suerte Sacramental es más dura aún
que mi suerte
infantil: La gruta, si bien fría, era espaciosa,
tenía aire para
respirar; la hostia también es fría, es tan
pequeña que casi me
falta el aire. En la gruta tuve un pesebre
con un poco de heno
por lecho, en mi Vida Sacramental aun el
heno me falta, y por
lecho no tengo más que metales duros y
helados. En la gruta
tenía a mi amada Mamá que
frecuentemente me
tomaba con sus purísimas manos y me
cubría con besos
ardientes para calentarme, me calmaba el
llanto, me nutría con
su leche dulcísima; todo lo contrario en mi
Vida Sacramental, no
tengo una Mamá, si me toman, siento el
toque de manos
indignas, manos que huelen a tierra y a
estiércol; ¡oh! cómo
siento más esta peste que la del estiércol
de la gruta, en vez de
cubrirme con besos me tocan con actos
irreverentes, y en vez
de leche me dan la hiel de los
sacrilegios, de los
descuidos, de las frialdades. En la gruta,
San José no dejó que
me faltara una lamparita de luz en las
noches; aquí en el
sacramento, ¿cuántas veces quedo en la
oscuridad, aun en la
noche? ¡Oh! cómo es más dolorosa mi
suerte Sacramental,
cuántas lágrimas ocultas no vistas por
ninguno, cuántos
gemidos no escuchados. Si te ha movido a
piedad mi suerte
infantil, mucho más te debe mover a piedad
mi suerte
Sacramental”.
+ + +
69
14-16
Marzo 24, 1922
…“Hija mía, conforme el
alma hace sus actos en mi Querer,
así multiplica mi
Vida, de manera que si hace diez actos en mi
Voluntad, diez veces
me multiplica; si hace veinte, cien, mil, o
aún más, tantas veces
de más quedo multiplicado. Sucede
como en la
Consagración Sacramental, cuantas hostias ponen,
tantas veces quedo
multiplicado, la diferencia que hay es que
en la Consagración
Sacramental tengo necesidad de las
hostias para
multiplicarme y del sacerdote que me consagre.
En mi Voluntad para
quedar multiplicado, tengo necesidad de
los actos de la
criatura, donde más que hostia viva, no muerta
como las hostias antes
de Consagrarme, mi Voluntad me
Consagra y me encierra
en el acto de la criatura, y Yo quedo
multiplicado en cada
acto suyo hecho en mi Voluntad, por eso
mi amor tiene su
desahogo completo con las almas que hacen
mi Voluntad y viven en
mi Querer, son siempre ellas las que
suplen no sólo a todos
los actos que me deben las criaturas,
sino a mi misma Vida
Sacramental. Cuántas veces queda
obstaculizada mi Vida
Sacramental en las pocas hostias en las
que Yo quedo
consagrado, porque son pocos los que
comulgan, otras veces
faltan sacerdotes que me consagren, y
mi Vida Sacramental no
sólo no queda multiplicada cuanto
quisiera, sino que
queda sin existencia. ¡Oh! cómo sufre por
ello mi amor, quisiera
multiplicar mi Vida todos los días en
tantas hostias por
cuantas criaturas existen para darme a ellas,
pero en vano espero,
mi Voluntad queda sin efecto. Pero lo
que he decidido, todo
tendrá cumplimiento, por eso tomo otro
camino y me multiplico
en cada acto de la criatura hecho en mi
Querer, para hacerme
suplir a la multiplicación de las Vidas
Sacramentales. Ah, sí,
sólo las almas que vivan en mi Querer
suplirán a todas las
comuniones que no reciben las criaturas, a
todas las consagraciones
que no son hechas por los
sacerdotes; en ellas
encontraré todo, aun la misma
multiplicación de mi Vida
Sacramental. Por eso te repito que tu
misión es grande, a
misión más alta, más noble, sublime y
divina no podría
escogerte, no hay cosa que no concentraré en
ti, aun la
multiplicación de mi Vida, haré nuevos prodigios de
gracia jamás hechos
hasta ahora; por eso te pido, sé atenta,
seme fiel, haz que mi
Voluntad tenga vida siempre en ti, y Yo
en mi mismo Querer en
ti, encontraré toda completada la obra
de la Creación, con
mis plenos derechos, y todo lo que quiero”.
70
14-40
Julio 6, 1922
…Después de esto he
continuado con las demás horas de la
Pasión, y mientras
seguía la cena eucarística, mi dulce Jesús
se movió en mi
interior y con la punta de su dedo ha tocado
fuerte en mi interior,
tanto que lo he oído con mis oídos y he
dicho entre mí: “¿Qué
querrá Jesús que llama?” Y Él
llamándome me ha dicho:
“No bastaba tocar para
hacerme oír, sino también llamarte
para ser escuchado.
Escucha hija mía, mientras instituía la
cena Eucarística llamé
a todos en torno a Mí, miré todas las
generaciones, del
primero al último hombre, para dar a todos
mi Vida Sacramental, y
no una vez, sino tantas veces por
cuantas veces tiene
necesidad del alimento corporal. Yo quería
constituirme como
alimento del alma, pero me encontré muy
mal al ver que esta mi
Vida Sacramental quedaba rodeada por
desprecios, por
descuidos y aun por muerte despiadada. Me
sentí mal, sentí todas
las congojas de la muerte de mi Vida
Sacramental tan dolorosa
y repetida; pero miré mejor, hice uso
de la potencia de mi
Querer y llamé en torno a Mí a las almas
que habrían vivido en
mi Querer, ¡oh! ¡Cómo me sentía feliz!
Me sentía rodeado por
estas almas a las cuales la potencia de
mi Voluntad las tenía
como abismadas, y que como centro de
su vida estaba mi
Querer; vi en ellas mi inmensidad y me
encontré bien
defendido por todas, y a ellas confié mi Vida
Sacramental, la
deposité en ellas para que no sólo me cuidaran
sino que me
correspondieran por cada hostia Consagrada con
una vida de ellas, y
esto sucede como connatural, porque mi
Vida Sacramental está
animada por mi Voluntad eterna, y la
vida de estas almas
tiene como centro de vida mi Querer, así
que cuando se forma mi
Vida Sacramental, mi Querer obrante
en Mí obra en ellas y
Yo siento su vida en mi Vida
Sacramental, se
multiplican Conmigo en cada una de las
hostias, y Yo siento
que me dan vida por vida. ¡Oh, cómo
exulté al verte a ti
como primera, que en modo especial te
llamé a formar vida en
mi Querer! Hice en ti mi primer depósito
de todas mis Vidas Sacramentales,
te confié a la potencia y a
la inmensidad del
Querer Supremo, a fin de que te hicieran
capaz de recibir este
depósito, y desde entonces tú estabas
presente a Mí y te
constituí depositaria de mi Vida
Sacramental, y en ti a
todas las demás almas que habrían
vivido en mi Querer.
Te di el primado sobre todo, y con razón,
porque mi Querer no
está puesto por debajo de ninguno, aun
71
sobre los apóstoles,
sobre los sacerdotes, porque si bien ellos
me Consagran pero no
quedan vida junto Conmigo, más bien
me dejan solo,
olvidado, no teniendo cuidado de Mí; en cambio
esas almas habrían
sido vida en mi misma Vida, inseparables
de Mí, por eso te amo
tanto, es a mi mismo Querer que amo en
ti”.
+ + +
15-12
Marzo 27, 1923
Habiendo recibido la
comunión, mi dulce Jesús se ha hecho
ver, y yo apenas lo he
visto me he arrojado a sus pies para
besarlos y estrecharme
toda a Él. Y Jesús extendiéndome la
mano me ha dicho:
"Hija mía, ven
entre mis brazos y hasta dentro de mi
corazón, me he
cubierto de los velos Eucarísticos para no
infundir temor, he
descendido en el abismo más profundo de
las humillaciones en
este Sacramento para elevar a la criatura
hasta Mí, fundiéndola
tanto en Mí de formar una sola cosa
Conmigo, y con hacer
correr mi sangre sacramental en sus
venas constituirme
vida de su latido, de su pensamiento y de
todo su ser. Mi amor
me devoraba y quería devorar a la
criatura en mis llamas
para hacerla renacer como otro Yo, por
eso quise esconderme
bajo estos velos eucarísticos, y así
escondido entrar en
ella para formar esta transformación de la
criatura en Mí; pero
para que suceda esta transformación se
necesitaban las
disposiciones por parte de las criaturas, y mi
amor llegando al
exceso, mientras instituía el Sacramento
Eucarístico, así ponía
fuera de dentro de mi Divinidad otras
gracias, dones,
favores, luz para bien del hombre, para volverlo
digno de poderme
recibir; podría decir que puse fuera tanto
bien de sobrepasar los
dones de la Creación, quise darle
primero las gracias
para recibirme, y después darme para darle
el verdadero fruto de
mi Vida Sacramental. Pero para preparar
con estos dones a las
almas, se necesita un poco de vacío de
ellas mismas, de odio
a la culpa, de deseo de recibirme; estos
dones no descienden en
la podredumbre, en el fango, por tanto
sin mis dones no
tienen las verdaderas disposiciones para
recibirme, y Yo
descendiendo en ellas no encuentro el vacío
para comunicar mi
Vida, estoy como muerto para ellas, y ellas
muertas para Mí; Yo
ardo y ellas no sienten mis llamas, soy luz
y ellas quedan más
cegadas. ¡Ay de Mí! cuántos dolores en mi
Vida Sacramental,
muchas por falta de disposiciones, no
sintiendo nada de bien
en el recibirme, llegan a nausearme, y
72
si continúan
recibiéndome es para formar mi continuo calvario
y su eterna
condenación, si no es el amor lo que las lleva a
recibirme, es una
afrenta de más que me hacen, es una culpa
de más que agregan a
sus almas. Por eso reza y repara por los
tantos abusos y
sacrilegios que se hacen al recibirme
Sacramentado".
+ + +
15-30
Junio 18, 1923
Me sentía toda
absorbida en la Santísima Voluntad de Dios,
y el bendito Jesús me
hacía presentes, como en acto, todos los
actos de su Vida sobre
la tierra, y como lo había recibido
sacramentado en mi
pobre corazón, me hacía ver como en
acto, en su Santísimo
Querer, cuando mi dulce Jesús
instituyendo el
Santísimo Sacramento se comulgó a Sí mismo.
Cuántas maravillas,
cuántos prodigios, cuántos excesos de
amor en este
comulgarse a Sí mismo, mi mente se perdía en
tantos prodigios
divinos, y mi siempre amable Jesús me ha
dicho:
"Hija querida de
mi Supremo Querer, mi Voluntad contiene
todo, conserva todas
las obras divinas como en acto y nada
deja escapar, y a
quien en Ella vive quiere hacerle conocer los
bienes que contiene.
Por eso quiero hacerte conocer la causa
por la que quise
recibirme a Mí mismo al instituir el Santísimo
Sacramento. El
prodigio era grande e incomprensible a la
mente humana: recibir
la criatura a un Hombre y Dios, encerrar
en el ser finito el infinito,
y a este Ser infinito darle los honores
divinos, el decoro, la
habitación digna de Él, era tan profundo e
incomprensible este
misterio, que los mismos apóstoles,
mientras creyeron con
facilidad en la Encarnación y en tantos
otros misterios, delante
a éste quedaron turbados y su
inteligencia se
resistía a creer, y se necesitó hablarles
repetidamente para
rendirlos; entonces, ¿cómo hacer? Yo que
lo instituía debía
pensar en todo, porque mientras la criatura
debía recibirme, a la
Divinidad no debían faltarle los honores, el
decoro divino, la
habitación digna de Dios. Por eso hija mía,
mientras instituía el
Santísimo Sacramento, mi Voluntad eterna
unida a mi voluntad
humana me hizo presentes todas las
hostias que hasta el
fin de los siglos debían recibir la
Consagración
Sacramental, y Yo una por una las miré, las
consumí, y vi mi Vida
Sacramental palpitante en cada hostia
porque quería darse a
las criaturas. Mi Humanidad, a nombre
de toda la familia
humana tomó el empeño por todos y dio la
73
habitación en Sí misma
a cada hostia, y mi Divinidad, que era
inseparable de Mí,
circundó cada hostia sacramental con
honores, alabanzas y
bendiciones divinas para hacer digno
decoro a mi Majestad,
así que cada hostia sacramental fue
depositada en Mí y
contiene la habitación de mi Humanidad y
el cortejo de los
honores de mi Divinidad; de otra manera,
¿cómo podía descender
en la criatura? Y fue sólo por esto que
toleré los
sacrilegios, las frialdades, las irreverencias, las
ingratitudes, porque
habiéndome recibido a Mí mismo puse a
salvo mi decoro, los
honores, la habitación que se necesitaba a
mi misma persona. Si
no me hubiera recibido a Mí mismo, Yo
no habría podido
descender en ella, y a ella le habría faltado el
camino, la puerta, los
medios para recibirme.
Así es mi costumbre en
todas mis obras, las hago una vez
para dar vida a todas
las demás veces que se repetirán,
uniéndolas al primer
acto como si fuera un acto solo, así que la
potencia, la
inmensidad, la Omnividencia de mi Voluntad me
hicieron abrazar todos
los siglos, me hicieron presentes todos
los comulgantes y
todas las hostias sacramentales, y me recibí
otras tantas veces a
Mí mismo, para hacer pasar por Mí a Mí
mismo en cada
criatura. ¿Quién ha pensado jamás en tanto
amor mío, que para
descender en los corazones de las
criaturas, Yo debía
recibirme a Mí mismo para poner a salvo
los derechos divinos,
y poder dar a ellas no sólo a Mí mismo,
sino también los
mismos actos que Yo hice al recibirme, para
disponerlas y darles
casi el derecho de poderme recibir?"
Yo he quedado
maravillada y como si quisiera dudar, y
Jesús ha agregado:
"¿Por qué dudas?
¿No es acaso éste el obrar de Dios? ¿Y
de este acto solo
formar tantos actos por cuantos se quiera
disfrutar, mientras
que es un solo acto? ¿No fue lo mismo para
el acto de la
Encarnación, de mi Vida y de mi Pasión? Una sola
vez me Encarné, una
fue mi Vida, una la Pasión, sin embargo,
esta Encarnación, Vida
y Pasión son para todos y para cada
uno, como si fuera
para él solo, así que están aún como en
acto y para cada uno,
como si ahora me estuviera Encarnando
y sufriendo mi Pasión,
si no fuera así no obraría como Dios,
sino como criatura,
que no conteniendo un poder divino no
puede hacerse de
todos, ni puede darse a todos."
Ahora hija mía, quiero
decirte otro exceso de mi amor:
Quien hace mi Voluntad
y vive en Ella, viene a abrazar el obrar
de mi Humanidad,
porque Yo amo mucho que la criatura se
vuelva similar a Mí, y
como mi Querer y el suyo son uno solo,
Él toma placer y
recreándose pone en la criatura todo el bien
74
que contengo, y hago
en ella el depósito de las mismas hostias
sacramentales. Mi
Voluntad que la criatura contiene le presta y
la circunda con
decoro, homenajes y honores divinos, y Yo
todo a ella le confío,
porque estoy cierto de poner al seguro mi
obrar, porque mi
Voluntad se hace actor, espectador y custodio
de todos mis bienes,
de mis obras y de mi misma Vida".
+ + +
21-16
Abril 16, 1927
Estaba haciendo la
hora cuando Jesús instituyó la Santísima
Eucaristía, y
moviéndose en mi interior me ha dicho:
“Hija mía, cuando hago
un acto, primero veo si hay al menos
una criatura donde
poner el depósito de mi acto, a fin de que
tome el bien que hago,
lo tenga custodiado y bien defendido.
Ahora, cuando instituí
el Santísimo Sacramento busqué a esta
criatura y mi Reina
Mamá se ofreció a recibir este acto mío y el
depósito de este gran
don diciéndome: ‘Hijo mío, si te ofrecí mi
seno y todo mi Ser en
tu Concepción para tenerte custodiado y
defendido, ahora te
ofrezco mi corazón materno para recibir
este gran depósito, y
dispongo en orden de batalla en torno a
tu Vida Sacramental,
mis afectos, mis latidos, mi amor, mis
pensamientos, toda Yo
misma para tenerte defendido,
cortejado, amado,
reparado; tomo Yo el empeño de
corresponderte por el
gran don que haces, confía en tu Mamá y
Yo pensaré en la
defensa de tu Vida Sacramental; y como Tú
mismo me has
constituido Reina de toda la Creación, tengo el
derecho de alinear en
torno a Ti toda la luz del sol como
homenaje y adoración,
a las estrellas, al cielo, al mar, a todos
los habitantes del
aire, todo lo pongo en torno a Ti para darte
amor y gloria”.
Ahora, asegurándome
donde podía poner este gran depósito
de mi Vida Sacramental
y fiándome de mi Mamá que me había
dado todas las pruebas
de su fidelidad, instituí el Santísimo
Sacramento. Era Ella
la única criatura digna que podía
custodiar, defender y
reparar mi acto. Entonces mira, cuando
las criaturas me reciben,
Yo desciendo en ellas junto con los
actos de mi
inseparable Mamá, y sólo por esto puedo continuar
mi Vida Sacramental.
Por esto es necesario que escoja primero
una criatura cuando
quiero hacer una obra grande, digna de
Mí, primero para tener
el lugar donde poner mi don, segundo
para tener la
correspondencia. También en el orden natural se
hace así, si el
agricultor quiere sembrar la semilla, no la arroja
75
en medio del camino,
sino que va en busca del pequeño
terreno, lo prepara,
forma los surcos y después arroja la
semilla, y para estar
seguro la cubre con tierra, esperando con
ansia la cosecha para
recibir la correspondencia de su trabajo
y de la semilla que ha
confiado a la tierra. Otro quiere formar
un bello objeto,
primero prepara las materias primas, el lugar
donde ponerlo y
después lo forma. Así también he hecho
contigo, te escogí, te
preparé y después te confié el gran don
de las manifestaciones
de mi Voluntad, y así como confié a mi
amada Mamá la suerte
de mi Vida Sacramental, así he querido
fiarme de ti,
confiándote la suerte del Reino de mi Voluntad”
+ + +
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