ORACIONES INICIALES

viernes, 13 de agosto de 2021

DECIMOTERCERA HORA DE LAS 5 A LAS 6 DE LA MAÑANA JESÚS EN PRISIÓN

 

JESÚS EN PRISIÓN

Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo

por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu

lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu

amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi

cabeza sobre tu corazón empiezo:

Mi prisionero Jesús, me he despertado y no te encuentro, el

corazón me late fuerte y delira de amor, dime, ¿dónde estás?

Ángel mío, llévame a la casa de Caifás. Pero busco, recorro,

vuelvo a buscar por todas partes y no te encuentro.

Amor mío, pronto, con tus manos mueve las cadenas que

tienen atado mi corazón al tuyo, atráeme a Ti, para que atraída

por Ti pueda emprender el vuelo para ir a arrojarme en tus

brazos. Ya amor mío, herido por mi voz y queriendo mi

compañía, me atraes a Ti y veo que te han puesto en prisión.

Mi corazón, mientras exulta de alegría por encontrarte, lo

siento herido por el dolor al ver el estado al que te han

reducido.

Te veo atado a una columna, con las manos atrás, atados

los pies, tu santísimo rostro golpeado, hinchado y

ensangrentado por las brutales bofetadas recibidas, tus

santísimos ojos lívidos, tu mirada cansada y triste por la vigilia,

tus cabellos todos en desorden, tu santísima persona toda

golpeada, y por añadidura no puedes valerte por Ti mismo para

ayudarte y limpiarte porque estás atado.

Y yo, oh mi Jesús, llorando, abrazándome a tus pies

exclamo: «¡Ay de mí, cómo te han dejado, oh Jesús!» Y Jesús

mirándome, me responde:

«Ven, oh hija mía, y pon atención a todo lo que ves que

hago Yo para que lo hagas tú junto conmigo, y así poder

continuar mi vida en ti.»

Y veo con asombro que en vez de ocuparte de tus penas,

con un amor indescriptible piensas en glorificar al Padre para

darle satisfacción por todo lo que nosotros estamos obligados a

hacer, y llamas a todas las almas en torno a Ti para tomar

todos sus males sobre de Ti y darles a ellas todos los bienes. Y

como estamos al amanecer del día oigo tu voz dulcísima que

dice:

«Padre Santo, gracias te doy por todo lo que he sufrido y por

lo que me queda por sufrir; y así como esta aurora llama al día

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y el día hace surgir el sol, así la aurora de la gracia despunte

en todos los corazones, y haciéndose día, Yo, Sol divino,

pueda surgir en todos los corazones y reinar en todos. Mira, oh

Padre a estas almas, Yo quiero responderte por todas, por sus

pensamientos, palabras, obras, pasos, a costa de mi sangre y

de mi muerte».

Mi Jesús, amor sin límites, me uno contigo; también yo te

agradezco por cuanto me has hecho sufrir, por lo que me

quede por sufrir, y te ruego hagas despuntar en todos los

corazones la aurora de la gracia para que Tú, Sol divino,

puedas resurgir en todos los corazones y reinar sobre todos.

Pero también veo, mi dulce Jesús, que Tú reparas todas las

primicias de los pensamientos, de los afectos y palabras que al

principio del día no son ofrecidos a Ti para darte honor, y

llamas en Ti, como en custodia, los pensamientos, los afectos y

palabras de las criaturas para reparar y dar al Padre la gloria

que ellas le deben.

Mi Jesús, maestro divino, ya que en esta prisión tenemos

una hora libre y estando solos, quiero hacer no sólo lo que

haces Tú, sino limpiarte, reordenarte los cabellos y fundirme en

todo Tú, por eso me acerco a tu santísima cabeza y

reordenándote los cabellos quiero repararte por tantas mentes

trastornadas y llenas de tierra, que no tienen ni un pensamiento

para Ti; y fundiéndome en tu mente quiero reunir en Ti todos

los pensamientos de las criaturas y fundirlos en tus

pensamientos, para encontrar suficientes reparaciones por

todos los malos pensamientos, por tantas luces e inspiraciones

sofocadas. Quisiera hacer de todos los pensamientos uno solo

con los tuyos para darte verdadera reparación y perfecta gloria.

Mi afligido Jesús, beso tus ojos tristes y cargados de

lágrimas, y que teniendo las manos atadas a la columna no

puedes limpiártelos ni quitarte los salivazos con que te han

ensuciado, y como la posición en la que te han atado es

desgarradora, no puedes cerrar tus ojos cansados para tomar

reposo.

Amor mío, cuanto deseo hacer con mis brazos un lecho para

darte reposo; quiero enjugarte los ojos y pedirte perdón y

repararte por cuantas veces no hemos tenido la intención de

agradarte y de mirarte para ver qué querías de nosotros, qué

cosa debíamos hacer y adónde querías que fuésemos; quiero

fundir mis ojos y los de todas las criaturas en los tuyos, para

poder reparar con tus mismos ojos todo el mal que hemos

hecho con la vista.

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Mi piadoso Jesús, beso tus oídos cansados por los insultos

de toda la noche, y mucho más por el eco que resuena en tus

oídos de todas las ofensas de las criaturas; te pido perdón y

reparo por cuantas veces Tú nos has llamado y hemos sido

sordos, hemos fingido no escucharte, y Tú, cansado bien mío,

has repetido las llamadas, pero en vano; quiero fundir mis

oídos y los de todas las criaturas en los tuyos para darte una

continua y completa reparación.

Enamorado Jesús, beso tu rostro santísimo, todo lívido por

las bofetadas, te pido perdón y reparo por cuantas veces Tú

nos has llamado a ser víctimas de reparación, y nosotros

uniéndonos a tus enemigos te hemos dado bofetadas y

salivazos. Mi Jesús, quiero fundir mi rostro en el tuyo para

restituirte tu natural belleza y darte entera reparación por todos

los desprecios que han hecho a tu santísima Majestad.

Amargado bien mío, beso tu dulcísima boca, dolorida por los

golpes y abrasada por el amor, quiero fundir mi lengua y la de

todas las criaturas en la tuya, para reparar con tu misma

lengua por todos los pecados y las conversaciones malas que

se tienen; quiero mi sediento Jesús unir todas las voces en una

sola con la tuya, para hacer que cuando estén por ofenderte, tu

voz corriendo en la voz de las criaturas sofoque las voces del

pecado y las cambie en voces de alabanza y de amor.

Encadenado Jesús, beso tu cuello oprimido por pesadas

cadenas y cuerdas, que van desde el pecho hasta detrás de la

espalda y sujetándote los brazos te tienen fuertemente atado a

la columna; ya tus manos están hinchadas y amoratadas por la

estrechez de las ataduras y de algunas partes brota sangre.

Ah, permíteme atado Jesús, que te desate; y si amas ser

atado, te ato con las cadenas del amor, que siendo dulces, en

vez de hacerte sufrir te aliviarán, y mientras te desato, quiero

fundirme en tu cuello, en tu pecho, en tus hombros, en tus

manos y en tus pies, para poder reparar junto contigo todos los

apegos, y dar a todos las cadenas de tu amor; para poder

reparar por todas las frialdades y llenar todos los pechos de las

criaturas con tu fuego, porque veo que es tanto lo que Tú

tienes que no puedes contenerlo; para poder reparar por todos

los placeres ilícitos y el amor a las comodidades y dar a todos

el espíritu de sacrificio y el amor al sufrimiento.

Quiero fundirme en tus manos para reparar por todas las

obras malas y por el bien hecho malamente y con presunción,

y dar a todos el perfume de tus obras. Y fundiéndome en tus

pies, encierro todos los pasos de las criaturas para repararte y

dar tus pasos a todos para hacerlos caminar santamente.

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Y ahora dulce vida mía, permíteme que fundiéndome en tu

corazón encierre todos los afectos, latidos, deseos, para

repararlos junto contigo y dar a todos tus afectos, latidos y

deseos, a fin de que ninguno te ofenda más.

Pero oigo en mis oídos el ruido de la llave, son tus enemigos

que vienen a llevarte. ¡Jesús, yo tiemblo, me siento helar la

sangre porque Tú estarás de nuevo en manos de tus

enemigos! ¿Qué será de Ti? Me parece oír también el ruido de

las llaves de los tabernáculos, cuántas manos profanadoras

vienen a abrirlos y tal vez para hacerte descender en

corazones sacrílegos. En cuántas manos indignas eres

obligado a encontrarte.

Mi prisionero Jesús, quiero encontrarme en todas tus

prisiones de amor para ser espectadora cuando tus ministros te

saquen y hacerte compañía y repararte por las ofensas que

puedas recibir. Pero veo que tus enemigos están cerca y Tú

saludas al sol naciente en el último de tus días, y ellos

desatándote y viéndote todo majestad y que los miras con

tanto amor, en pago descargan sobre tu rostro bofetadas tan

fuertes que lo hacen enrojecer con tu preciosísima sangre.

Amor mío, antes de que salgas de la prisión, en mi dolor te

ruego que me bendigas, para recibir fuerza para seguirte en el

resto de tu Pasión.

+ + +

Reflexiones de la Decimotercera Hora 

(5 AM)

12-71

Diciembre 4, 1918

Esta noche la he pasado junto con Jesús en la prisión, lo

compadecía, me estrechaba a sus rodillas para sostenerlo, y

Jesús me ha dicho:

“Hija mía, en mi Pasión quise sufrir también la prisión para

liberar a la criatura de la prisión de la culpa. ¡Oh! qué prisión

horrenda es para el hombre el pecado, sus pasiones lo

encadenan como vil esclavo, y mi prisión y mis cadenas lo

liberaban y lo desataban. Para las almas amantes mi prisión

les formaba la prisión de amor, donde están al seguro y

defendidas de todos y de todo, y las escogía para tenerlas

como prisiones y tabernáculos vivientes, que me debían

calentar de las frialdades de los tabernáculos de piedra, y

mucho más de las frialdades de las criaturas, que

aprisionándome en ellas me hacen morir de frío y de hambre;

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he aquí por qué muchas veces dejo las prisiones de los

tabernáculos y vengo a tu corazón, para calentarme del frío,

para restablecerme con tu amor, y cuando te veo ir en busca

de Mí a los tabernáculos de las iglesias, Yo te digo: ¿No eres

tú mi verdadera prisión de amor para Mí? Búscame en tu

corazón y ámame”.

+ + +

13-29

Octubre 29, 1921

Esta noche la he pasado en vigilia, y mi mente

frecuentemente volaba a mi Jesús atado en la prisión, quería

abrazarme a aquellas rodillas que temblaban por la cruel y

dolorosa posición en la que los enemigos lo habían atado,

quería limpiarlo de aquellos salivazos con los que lo habían

ensuciado. Pero mientras esto pensaba, mi Jesús, mi vida, se

ha dejado ver como entre densas tinieblas, en las cuales

apenas se descubría su adorable persona, y sollozando me ha

dicho:

“Hija, los enemigos me dejaron solo en la prisión, atado

horriblemente y en la oscuridad, así que en torno a Mí todo era

densas tinieblas; ¡oh!, cómo me afligía esta oscuridad, tenía las

vestiduras bañadas por las sucias aguas del torrente cedrón,

sentía la peste de la prisión y de los salivazos con los que

estaba cubierto, tenía los cabellos en desorden, sin una mano

piadosa que me los quitara de los ojos y de la boca, las manos

atadas por las cadenas, y la oscuridad no me permitía ver mi

estado, ay de Mí, demasiado doloroso y humillante. ¡Oh,

cuántas cosas decía este mi estado tan doloroso en esta

prisión!

En la prisión estuve tres horas, con esto quise rehabilitar las

tres edades del mundo: La de la ley natural, la de la ley escrita,

y la de la ley de la gracia; quería liberarlos a todos,

reuniéndolos a todos juntos y darles la libertad de hijos míos.

Con estar tres horas quise también rehabilitar las tres edades

del hombre: La niñez, la juventud y la vejez, quise rehabilitarlo

cuando peca por pasión, por voluntad y por obstinación. ¡Oh!

cómo la oscuridad que veía en torno a Mí me hacía sentir las

densas tinieblas que produce la culpa en el hombre, ¡oh! cómo

lo lloraba y le decía: “Oh hombre, son tus culpas las que me

han arrojado en estas densas tinieblas, las cuales sufro para

darte la luz, son tus infamias quienes así me han ensuciado, a

las cuales la oscuridad no me permite ni siquiera ver; mírame,

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soy la imagen de tus culpas, si quieres conocerlas míralas en

Mí”.

También debes saber que en la última hora que estuve en la

prisión despuntó el alba, y por las fisuras entró algún

resplandor de luz, ¡oh! cómo respiró mi corazón al poderme

ver, mi estado tan doloroso, pero esto significaba cuando el

hombre cansado de la noche de la culpa, la gracia como alba

se pone en torno a él, mandándole resplandores de luz para

llamarlo, por eso mi corazón dio un suspiro de alivio, y en esta

alba te vi a ti, mi amada prisionera, a quien mi amor debía atar

en este estado, y que no me habrías dejado solo en la

oscuridad de la prisión, sino que esperando el alba a mis pies,

y siguiendo mis suspiros, habrías llorado Conmigo la noche del

hombre; esto me alivió y ofrecí mi prisión para darte la gracia

de seguirme.

Pero otro significado contenía esta prisión y esta oscuridad,

y era mi larga permanencia en la prisión en los tabernáculos, la

soledad en la cual soy dejado, en la que muchas veces no

tengo a quién decir una palabra o darle una mirada de amor;

otras veces siento en la santa hostia la impresión de los toques

indignos, la peste de manos purulentas y enfangadas, y no hay

quien me toque con manos puras y me perfume con su amor, y

cuántas veces la ingratitud humana me deja en la oscuridad,

sin la mísera luz de una lamparita, así que mi prisión continúa y

continuará. Y como ambos somos prisioneros, tú prisionera en

tu lecho sólo por amor a Mí, y Yo prisionero por ti, atemos, con

las cadenas que me tienen atado, a todas las criaturas con mi

amor, así nos haremos compañía recíprocamente y me

ayudarás a extender las cadenas para atar todos los corazones

a mi amor”.

Después estaba pensando para mí: “Qué pocas cosas se

saben de Jesús, mientras que ha hecho tanto, ¿por qué han

hablado tan poco de todo lo que mi Jesús hizo y sufrió? Y

regresando de nuevo ha agregado:

“Hija mía, todos son avaros Conmigo, aun los buenos,

cuánta avaricia tienen Conmigo, cuántas restricciones, cuántas

cosas no manifiestan de lo que les digo y comprenden de Mí, y

tú, ¿cuántas veces no eres avara Conmigo? Cuantas veces no

escribes lo que te digo o no lo manifiestas, es un acto de

avaricia que haces Conmigo, porque cada conocimiento de

más que se tiene de Mí, es una gloria y un amor de más que

recibo de las criaturas. Por tanto, sé atenta, y sé más liberal

Conmigo, y Yo seré más liberal contigo”.

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20-32

Diciembre 3, 1926

Después de esto estaba siguiendo a mi apasionado Jesús

en su dolorosa prisión, que estando atado a una columna, por

el modo tan bárbaro como lo habían atado no podía estar

firme, apoyado en la columna, sino que estaba suspendido,

con las piernas dobladas atadas a ella y por tanto se

tambaleaba ahora a la derecha, ahora a la izquierda. Y yo

abrazándome a sus rodillas para hacerlo estar firme y

reordenándole los cabellos todos revueltos que le cubrían

hasta su rostro adorable, no faltándole ni siquiera los salivazos

que tanto lo habían ensuciado. ¡Oh! cómo habría querido

desatarlo para liberarlo de aquella posición tan dolorosa y

humillante. Y mi prisionero Jesús todo afligido me ha dicho:

“Hija mía, ¿sabes por qué permití ser puesto en la prisión en

el curso de mi Pasión? Para liberar al hombre de la prisión de

la voluntad humana. Mira cómo es horrenda mi prisión, era un

pequeño lugar que servía para encerrar las inmundicias y

excrementos de las criaturas, así que la peste era intolerable,

la oscuridad era densa, no me dejaron ni siquiera una pequeña

lamparita, mi posición era desgarradora, ensuciado de

salivazos, con los cabellos revueltos, adolorido en todos los

miembros, atado, ni siquiera derecho sino encorvado, no me

podía ayudar en ningún modo, ni siquiera quitarme los cabellos

de los ojos que me molestaban.

Esta mi prisión es la verdadera similitud de la prisión que

forma la voluntad humana de las criaturas, la peste que exhala

es horrible, la oscuridad es densa, muchas veces no les queda

ni siquiera la pequeña lamparita de la razón, están siempre

inquietas, trastornadas, ensuciadas por pasiones viles. ¡Oh!

cómo hay que llorar sobre esta prisión de la voluntad humana,

cómo sentí a lo vivo en esta prisión el mal que había hecho a

las criaturas; fue tanto mi dolor que derramé amargas lágrimas

y pedí a mi Celestial Padre que liberase a las criaturas de esta

prisión tan ignominiosa y dolorosa. También tú pide junto

Conmigo que las criaturas se liberen de su voluntad”.

+ + +

20-41

Diciembre 25, 1926

Después de esto estaba pensando cómo era infeliz aquella

gruta donde el niñito Jesús había nacido, cómo estaba

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expuesta a todos los vientos, al frío, de hacer temblar por el

frío, en vez de hombres había bestias que le hacían compañía.

Por eso pensaba cuál podría ser más infeliz y dolorosa, la

prisión de la noche de su Pasión o la gruta de Belén. Y mi

dulce niño ha agregado:

“Hija mía, no se puede comparar la infelicidad de la prisión

de mi Pasión con la gruta de Belén. En la gruta tenía a mi

Mamá junto, en alma y cuerpo estaba junto Conmigo, por lo

tanto, tenía todas las alegrías de mi amada Mamá y Ella tenía

todas las alegrías de Mí, Hijo suyo, que formaban nuestro

Paraíso. Las alegrías de Madre con poseer al Hijo son

grandes, las alegrías de poseer una Madre son más grandes

aún; Yo encontraba todo en Ella y Ella encontraba todo en Mí;

además estaba mi amado padre San José que me hacía de

padre, y Yo sentía todas las alegrías que él sentía por causa

mía. En cambio en mi Pasión fueron interrumpidas todas

nuestras alegrías, porque debíamos dar lugar al dolor, y

sentíamos entre Madre e Hijo el gran dolor de la cercana

separación, al menos sensible, que debía suceder con mi

muerte. En la gruta las bestias me reconocieron y honrándome

buscaban calentarme con su aliento, en la prisión ni siquiera

los hombres me reconocieron y para insultarme me cubrieron

de salivazos y de oprobios, por eso no hay comparación entre

la una y la otra”.

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