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JESÚS DE NUEVO ANTE CAIFÁS Y DESPUÉS ES LLEVADO A
PILATOS |
Jesús de nuevo ante Caifás y después es llevado a
Pilatos
Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo
por medio de la oración, y tomando tus pensamientos,
tu
lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y
en tu
amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi
cabeza sobre tu corazón empiezo:
Dolorido Jesús mío, ya estás fuera de la prisión,
estás tan
agotado que vacilas a cada paso. Quiero ponerme a tu
lado
para sostenerte cuando vea que estás a punto de caer.
Pero
veo que los soldados te presentan ante Caifás, y Tú,
oh mi
Jesús, como sol apareces en medio de ellos, y si bien
desfigurado, envías luz por todas partes.
Veo que Caifás se regocija de gusto al verte tan
malamente
reducido, y a los reflejos de tu luz se ciega más, y
en su furor te
pregunta de nuevo:
«¿Así que Tú realmente eres el verdadero Hijo de
Dios?»
(Mt 26, 63)
Y Tú amor mío, con una majestad suprema y con una
gracia
en tu decir, con tu acostumbrado acento dulce y
conmovedor
que rapta los corazones respondes:
«Sí, Yo soy el verdadero Hijo de Dios». (Mt 26. 64)
Y ellos, si bien sienten toda la fuerza de tu palabra,
sofocando todo, sin querer saber más, con voz unánime
gritan:
«¡Es reo de muerte, es reo de muerte!» (Mt 26, 66)
Y Caifás confirma la sentencia de muerte y te envía a
Pilatos. Y Tú, condenado Jesús mío, aceptas esta
sentencia
con tanto amor y resignación que casi la arrebatas del
inicuo
pontífice, y reparas todos los pecados hechos
deliberadamente
y con toda malicia, y por aquellos que en vez de
afligirse por el
mal, se alegran y exultan por el mismo pecado, y esto
los lleva
a la ceguera y a sofocar cualquier luz y gracia en
ellos.
Vida mía, tus reparaciones y oraciones hacen eco en mi
corazón y reparo y suplico junto contigo. Dulce amor
mío, veo
que los soldados, habiendo perdido la poca estima que
les
quedaba de Ti, al verte sentenciado a muerte te toman
y
agregan cuerdas y cadenas, te atan tan fuerte que casi
quitan
el movimiento a tu divina Persona, y empujándote y
arrastrándote te sacan del palacio de Caifás. Turbas
del pueblo
te esperan, pero ninguno para defenderte, y Tú, mi Sol
divino,
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sales en medio de ellos queriendo envolverlos a todos
con tu
luz.
Y conforme das los primeros pasos, queriendo encerrar
en
los tuyos todos los pasos de las criaturas, ruegas y
reparas por
aquellos que dan sus primeros pasos y obran con fines
malos:
quién para vengarse, quién para matar, quién para
traicionar,
quién para robar, y tantas otras cosas. Oh, cómo todas
estas
culpas te hieren el corazón, y para impedir tanto mal,
ruegas,
reparas y te ofreces todo Tú mismo.
Pero mientras te sigo, veo que Tú, mi sol Jesús, al momento
de salir del palacio de Caifás te encuentras con la
bella María,
nuestra dulce Mamá; vuestras miradas se encuentran, se
hieren, y si bien quedáis aliviados al veros, también
se agregan
nuevos dolores: Tú, al ver a la bella Mamá traspasada,
pálida
y enlutada; y a la amada Mamá al verte a Ti, sol
divino,
eclipsado por tantos oprobios, lloroso y envuelto en
un manto
de sangre.
Pero no podéis disfrutar mucho el intercambio de
miradas, y
con el dolor de no poder deciros ni siquiera una
palabra,
vuestros corazones se dicen todo, y fundidos el uno en
el otro
cesan de mirarse porque los soldados te empujan, y
así,
pisoteado y arrastrado llegas a Pilatos. Mi Jesús, me
uno a la
traspasada Mamá en seguirte, para fundirme junto con
Ella en
Ti; y dándome una mirada de amor, bendíceme.
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Reflexiones de la Decimocuarta Hora (6 AM)
13-19
Septiembre 21, 1921
Después he regresado en mí misma, y era la hora cuando
mi
amado Jesús salía de la prisión y era llevado de nuevo
ante
Caifás, yo he tratado de acompañarlo en este misterio,
y Jesús
me ha dicho:
“Hija mía, cuando fui presentado ante Caifás era pleno
día, y
era tanto el amor que Yo tenía hacia las criaturas,
que salía en
este último día ante el pontífice todo deformado,
llagado, para
recibir la condena de muerte; pero cuantas penas debía
costarme esta condena, y Yo estas penas las convertía
en días
eternos, con los cuales circundaba a cada una de las
criaturas,
a fin de que alejándole las tinieblas, cada una
encontrara la luz
necesaria para salvarse y ponía a su disposición mi
condena
de muerte para que encontraran en ella su vida. Así
que cada
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pena y cada bien que Yo hacía, era un día de más que
daba a
la criatura; y no sólo Yo, sino también el bien que
hacen las
criaturas es siempre día que forman, así como el mal
es noche.
Sucede como cuando una persona tiene una luz y se
encuentran cerca de ella diez, veinte personas, a
pesar de que
la luz no es de todas, sino de una sola, las otras
gozan de la
luz, pueden trabajar, leer, y mientras ellas se
aprovechan de la
luz, no hacen ningún daño a la persona que la posee.
Así
sucede con el bien obrar, no sólo es día para ella,
sino que
puede hacer el día a quién sabe cuántas otras; el bien
es
siempre comunicativo y mi amor no sólo me incitaba a
Mí, sino
que daba la gracia a las criaturas que me aman de
formar
tantos días en provecho de sus hermanos, por cuantas
obras
buenas van haciendo”.
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