ORACIONES INICIALES

sábado, 7 de agosto de 2021

SEXTA HORA De las 10 a las 11 de la noche Segunda hora de agonía en el Huerto de Getsemaní

 87

SEXTA HORA

De las 10 a las 11 de la noche

Segunda hora de agonía en el Huerto de Getsemaní

Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo

por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu

lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu

amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi

cabeza sobre tu corazón empiezo:

Oh mi dulce Jesús, ya ha pasado una hora desde que te

encontré en este huerto; el amor ha tomado el primado en

todo, haciéndote sufrir todo junto, todo lo que los verdugos te

harán sufrir a lo largo de tu amarguísima Pasión; es más, suple

y llega a hacerte sufrir lo que ellos no pueden hacerte, en las

partes más íntimas de tu divina Persona. Oh mi Jesús, te veo

vacilante en los pasos, no obstante quieres caminar. Dime, oh

mi bien, ¿a dónde quieres ir? Ah, he entendido, quieres ir a

encontrar a tus amados discípulos; yo quiero acompañarte a fin

de que si Tú vacilas yo te sostenga.

Pero, oh mi Jesús, otra amargura para tu corazón, ellos

duermen, y Tú siempre piadoso los llamas, los despiertas, y

con amor todo paterno los amonestas y les recomiendas la

vigilia y la oración, y regresas al huerto, pero te llevas otra

herida en el corazón. En esa herida veo, oh amor mío, todas

las heridas de las almas consagradas a Ti, que, o por

tentaciones, o por estado de ánimo, o por falta de mortificación,

en vez de estrecharse a Ti, de vigilar y orar, se abandonan a sí

mismas, y soñolientas, en vez de progresar en el amor y en la

unión contigo, retroceden. Cuánto te compadezco, oh amante

apasionado, y te reparo todas las ingratitudes de tus más

fieles. Son éstas las ofensas que más entristecen tu corazón

adorable, y es tal y tanta su amargura, que te hacen dar en

delirio.

Pero, oh amor sin confines, tu amor que ya bulle en tus

venas vence todo y todo olvida. Te veo postrado por tierra y

oras, te ofreces, reparas y en todo buscas glorificar al Padre

por las ofensas hechas a Él por las criaturas. También yo, oh

mi Jesús, me postro contigo y junto contigo intento hacer lo que

haces Tú.

Pero, oh Jesús, delicia de mi corazón, veo que en tropel

todos los pecados, nuestras miserias, nuestras debilidades, los

delitos más enormes, las más negras ingratitudes te vienen al

88

encuentro, se te arrojan encima, te aplastan, te atacan, te

hieren, y Tú, ¿qué haces?

La sangre que te hierve en las venas hace frente a todas

estas ofensas, rompe las venas y como ríos sale fuera, te baña

todo, corre por tierra, y das sangre por ofensas, vida por

muerte. ¡Ah amor, a qué estado te veo reducido! Tú expiras.

Oh mi bien, dulce vida mía, no te mueras, levanta la cara de

esta tierra que has bañado con tu santísima sangre, ven a mis

brazos, haz que yo muera en vez de Ti. Pero oigo la voz

trémula y moribunda de mi dulce Jesús que dice:

«¡Padre, si es posible pase de Mí este cáliz, pero no se haga

mi voluntad sino la tuya»” (Lc 22,42)

Ya es la segunda vez que oigo esto de mi dulce Jesús,

¿pero qué cosa me hace entender con este: «Padre, si es

posible pase de Mí este cáliz»

Oh Jesús, se te hacen presentes todas las rebeliones de las

criaturas; aquel «Fiat Voluntas Tua» que debía ser la vida de

cada criatura, lo ves rechazado por casi todas, y en vez de

encontrar la vida encuentran la muerte; y Tú queriendo dar la

vida a todas y hacer una solemne reparación al Padre por las

rebeliones de las criaturas, por tres veces repites:

«Padre, si es posible pase de Mí este cáliz», es decir, que

las almas sustrayéndose de nuestra Voluntad se pierdan; este

cáliz para Mí es muy amargo, pero no se haga mi voluntad,

sino la tuya.

Pero mientras dices esto, es tal y tanta tu amargura que

desfalleces, agonizas y estás a punto de dar el último respiro.

Oh mi Jesús, mi bien, ya que estás entre mis brazos quiero

también yo junto contigo, repararte y compadecerte por todos

los pecados que se cometen contra tu santísimo Querer, y al

mismo tiempo suplicarte que en todo yo haga siempre tu

santísima Voluntad. Tu Voluntad sea mi respiro, mi aire; tu

Voluntad sea mi latido, mi corazón, mi pensamiento, mi vida y

mi muerte.

Pero, ah, no mueras, ¿adónde iré sin Ti? ¿A quién me

dirigiré? ¿Quién me dará ayuda? ¡Todo terminará para mí! Ah,

no me dejes, tenme como quieras, como más te plazca, pero

tenme contigo, siempre contigo; jamás sea que por un solo

instante quede separada de Ti. Déjame endulzarte, repararte y

compadecerte por todos, porque veo que todos los pecados,

de cualquier especie que sean, pesan sobre Ti.

Por eso, amor mío, beso tu santísima cabeza, pero, ¿qué

veo? Veo todos los malos pensamientos, y Tú sientes horror de

ellos. A tu santísima cabeza cada pensamiento malo le es una

89

espina que te hiere acerbamente. Ah, ante esto es nada la

corona de espinas que te pondrán los judíos; cuántas coronas

de espinas te ponen sobre tu cabeza adorable los malos

pensamientos de las criaturas, tantas, que la sangre te chorrea

por todas partes, por la frente, de entre los cabellos. Jesús, te

compadezco y quisiera ponerte otras tantas coronas de gloria,

y para endulzarte te ofrezco todas las inteligencias angélicas y

tu misma inteligencia, para ofrecerte una compasión y una

reparación por todos.

Oh Jesús, beso tus ojos piadosos y en ellos veo todas las

malas miradas de las criaturas, que hacen correr sobre tu

rostro lágrimas de sangre. Te compadezco y quisiera endulzar

tu vista poniéndote delante todos los placeres que se puedan

encontrar en el Cielo y en la tierra.

Jesús, mi bien, beso tus santísimos oídos. ¿Pero qué

escucho? Oigo en ellos el eco de las horrendas blasfemias, los

gritos de venganza y de maledicencia; no hay voz que no

resuene en tus castísimos oídos. Oh amor insaciable, te

compadezco y quiero consolarte haciendo resonar en ellos

todas las armonías del Cielo, la voz dulcísima de la amada

Mamá, los encendidos acentos de la Magdalena y de todas las

almas amantes.

Jesús, vida mía, un beso más ardiente quiero poner en tu

rostro, cuya belleza no tiene par. Ah, éste es el rostro ante el

cual los ángeles ávidamente desean grabárselo, por la tanta

belleza que los rapta, no obstante, las criaturas lo ensucian con

salivazos, lo golpean con bofetadas y lo pisotean bajo los pies.

¡Amor mío, qué osadía! ¡Quisiera gritar tanto, para ponerlos en

fuga!

Te compadezco, y para reparar todos estos insultos me dirijo

a la Trinidad Sacrosanta para pedir el beso del Padre y del

Espíritu Santo, las inimitables caricias de sus manos

creadoras, me dirijo también a la Celestial Mamá, a fin de que

me dé sus besos, las caricias de sus manos maternas, sus

adoraciones profundas, me dirijo después a todas las almas

consagradas a Ti y todo te ofrezco para repararte por las

ofensas hechas a tu santísimo rostro.

Dulce bien mío, beso tu dulcísima boca, amargada por las

horribles blasfemias, por la náusea de las embriagueces y

gulas, por las conversaciones obscenas, por las oraciones mal

hechas, por las malas enseñanzas, por todo lo que de mal

hace el hombre con la lengua. Jesús, te compadezco y quiero

endulzar tu boca ofreciéndote todas las alabanzas angélicas y

el buen uso que hacen tantos santos cristianos de la lengua.

90

Oprimido amor mío, beso tu cuello y lo veo cargado de

sogas y cadenas por los apegos y los pecados de las criaturas.

Te compadezco y para aliviarte te ofrezco la unión indisoluble

de las divinas Personas y yo, fundiéndome en esta unión te

extiendo mis brazos, y formando en torno a tu cuello una dulce

cadena de amor, quiero alejar de ti las cuerdas de los apegos

que casi te sofocan, y para endulzarte te estrecho fuerte a mi

corazón.

Fortaleza divina, beso tus santísimos hombros. Los veo

lacerados y tus carnes casi arrancadas a pedazos por los

escándalos y los malos ejemplos de las criaturas. Te

compadezco y para aliviarte te ofrezco tus santísimos

ejemplos, los ejemplos de la Reina Mamá y los de todos los

santos; y yo, oh mi Jesús, haciendo correr mis besos sobre

cada una de estas llagas quiero encerrar en ellas a las almas

que por vía de escándalo te han sido arrancadas del corazón, y

quiero así sanar las carnes de tu santísima Humanidad.

Mi atormentado Jesús, beso tu pecho que veo herido por las

frialdades, tibiezas, falta de correspondencia e ingratitudes de

las criaturas. Te compadezco, y para endulzarte te ofrezco el

recíproco amor del Padre, de Ti y del Espíritu Santo, la

correspondencia perfecta de las tres divinas Personas, y yo, oh

mi Jesús, sumergiéndome en tu amor quiero hacerte un refugio

para poder rechazar los nuevos golpes que las criaturas te

lanzan con sus pecados, y tomando tu amor quiero con él

herirlas para que ya no se atrevan a ofenderte más, y quiero

derramarlo en tu pecho para endulzarte y sanarte.

Mi Jesús, beso tus manos creadoras, veo todas las malas

acciones de las criaturas que como otros tantos clavos

traspasan tus santísimas manos, así que no con tres clavos,

como sobre la cruz, Tú quedas traspasado, sino con tantos

clavos por cuantas obras malas cometen las criaturas. Te

compadezco, y para endulzarte te ofrezco todas las obras

santas, el valor de los mártires al dar su sangre y su vida por tu

amor; quisiera, en suma, oh Jesús mío, ofrecerte todas las

obras buenas para quitarte los tantos clavos de las obras

malas.

Oh Jesús, beso tus pies santísimos, siempre incansables en

la búsqueda de almas; en ellos encierras todos los pasos de

las criaturas, pero muchas de ellas sientes que te huyen y Tú

quisieras aferrarlas. Por cada mal paso te sientes clavar un

clavo, y Tú quieres servirte de esos mismos clavos para

clavarlas a tu amor; y tal y tanto es el dolor que sientes y el

esfuerzo que haces por clavarlas a tu amor, que te estremeces

91

todo. Mi Dios y mi bien, te compadezco, y para consolarte te

ofrezco los pasos de todas las almas fieles que exponen su

vida para salvar almas.

Oh Jesús, beso tu corazón. Tú continúas agonizando, no por

lo que te harán sufrir los judíos, sino por el dolor que te causan

todas las ofensas de las criaturas.

En estas horas Tú quieres dar el primado al amor, el

segundo lugar a todos los pecados, por los cuales Tú expías,

reparas, glorificas al Padre y aplacas a la divina Justicia; y el

tercer lugar a los judíos. Con esto muestras que la Pasión que

te harán sufrir los judíos no será otra cosa que la

representación de la doble amarguísima Pasión que te hacen

sufrir el amor y el pecado, y es por esto que yo veo en tu

corazón todo concentrado: la lanza del amor, la lanza del

pecado, y esperas la tercera lanza, la lanza de los judíos, y tu

corazón sofocado por el amor sufre contracciones violentas,

sentimientos impacientes de amor, deseos que te consumen y

latidos de fuego que quisieran dar vida a cada corazón.

Y es propiamente aquí, en el corazón, donde sientes todo el

dolor que te causan las criaturas, las cuales con sus malos

deseos, con sus desordenados afectos, con sus latidos

profanados, en vez de querer tu amor buscan otros amores.

¡Jesús, cuánto sufres! Te veo desfallecer sumergido por las

olas de nuestras iniquidades; te compadezco y quiero endulzar

la amargura de tu corazón triplemente traspasado, ofreciéndote

las dulzuras eternas y el amor dulcísimo de la amada Mamá

María y el de todos tus verdaderos amantes.

Y ahora, oh mi Jesús, haz que de tu corazón tome vida mi

pobre corazón, a fin de que no viva más que con tu solo

corazón, y en cada ofensa que recibas haz que yo esté

siempre pronta a ofrecerte un alivio, un consuelo, una

reparación, un acto de amor jamás interrumpido.

+ + +

Reflexiones de la Sexta Hora (10 PM)

14-46

Julio 28, 1922

Me sentía toda inmersa en su Santísimo Querer, y mi dulce

Jesús al venir me ha dicho:

“Hija mía, funde tu inteligencia con la mía, a fin de que

circule en todas las inteligencias de las criaturas, y reciba el

vínculo de cada uno de los pensamientos de ellas para

92

sustituirlos con tantos otros pensamientos hechos en mi

Querer, y Yo reciba la gloria como si todos los pensamientos

fuesen hechos en modo divino. Ensancha tu querer en el mío,

ninguna cosa debe escapar que no quede atrapada en la red

de la tuya y mía Voluntad; mi Querer en Mí y mi Querer en ti

deben confundirse juntos y tener los mismos confines

interminables, pero tengo necesidad de que tu querer se preste

a extenderse en el mío y no se le escape ninguna cosa creada

por Mí, a fin de que en todas las cosas escuche el eco de la

Voluntad Divina en la voluntad humana, a fin de que ahí genere

mi semejanza. Mira hija mía, Yo sufrí doble muerte por cada

una de las criaturas, una de amor y la otra de pena, porque al

crearla la creé un complejo todo de amor, por lo cual no debía

salir de ella otra cosa que amor, tanto que mi amor y el suyo

debían estar en continuas corrientes, pero el hombre no sólo

no me amó, sino que ingrato me ofendió, y Yo debía rehacer a

mi Divino Padre de esta falta de amor, y debí aceptar una

muerte de amor por cada uno, y otra de dolor por las ofensas”.

Pero mientras esto decía, veía a mi dulce Jesús todo una

llama, que lo consumía y le daba muerte por cada uno, es más,

veía que cada pensamiento, palabra, movimiento, obra, paso,

etc., eran tantas llamas que consumían a Jesús y lo vivificaban.

Entonces Jesús ha agregado: “¿No quisieras tú mi

semejanza? ¿No quisieras tú aceptar las muertes de amor

como aceptaste las muertes de dolor?”

Y yo: “¡Ah! mi Jesús, yo no sé qué me haya sucedido, siento

aún gran repugnancia por haber aceptado las de dolor, ¿cómo

podría aceptar las de amor que me parecen más duras? Yo

tiemblo al sólo pensarlo, mi pobre naturaleza se aniquila más,

se deshace. Ayúdame, dame la fuerza porque siento que no

puedo seguir adelante”.

Y Jesús todo bondad y decidido ha agregado: “Pobre hija

mía, ánimo, no temas ni quieras turbarte por la repugnancia

que sientes; es más, para tranquilizarte te digo que también

ésta es una semejanza mía. Debes saber que también mi

Humanidad, por cuan santa, deseosa a lo sumo de sufrir,

sentía esta repugnancia, pero no era mía, eran todas las

repugnancias de las criaturas que sentían en hacer el bien, en

aceptar las penas que merecían, y Yo debía sufrir estas penas

que me torturaban no poco, para dar a ellas la inclinación al

bien y hacerles más dulces las penas, tanto, que en el huerto

grité al Padre: ‘Si es posible pase de Mí este cáliz”. ¿Crees tú

que fui Yo? ¡Ah no! Te engañas, Yo amaba el sufrir hasta la

locura, amaba la muerte para dar vida a mis hijos, era el grito

93

de toda la familia humana que resonaba en mi Humanidad, y

Yo, gritando junto con ellos para darles fuerzas repetí tres

veces: ‘Si es posible pase de Mí este cáliz’. Yo hablaba a

nombre de todos, como si fueran cosa mía, pero me sentía

aplastar; así que la repugnancia que sientes no es tuya, es el

eco de la mía, si fuera tuya me habría retirado, por eso hija

mía, queriendo generar de Mí otra imagen mía, quiero que

aceptes, y Yo mismo quiero imprimir en tu voluntad

ensanchada y consumida en la mía estas mis muertes de

amor”.

Y mientras esto decía, con su santa mano me las imprimía, y

ha desaparecido. Sea todo para gloria de Dios.

+ + +

16-39

Enero 4, 1924

Estaba pensando en las palabras de Jesús en el huerto

cuando dijo: “Padre, si es posible pase de Mí este cáliz, pero,

non mea voluntas, sed Tua Fiat”. Y mi dulce Jesús moviéndose

en mi interior me ha dicho:

“Hija mía, ¿crees tú que fue el cáliz de mi Pasión por el cual

decía al Padre: Padre, si es posible pase de Mí este cáliz? No,

absolutamente no, era el cáliz de la voluntad humana que

contenía tal amargura y plenitud de vicios, que mi voluntad

humana unida a la Divina sintió tal repugnancia, terror y

espanto, que grité: ‘Padre, si es posible pase de Mí este cáliz’.

Cómo es fea la voluntad humana sin la Voluntad Divina, la cual

casi como dentro de un cáliz se encierra dentro de cada

criatura; no hay mal en las generaciones del cual ella no sea el

origen, la semilla, la fuente, y Yo, viéndome cubierto por todos

estos males que ha producido la voluntad humana, frente a la

santidad de la mía me sentía morir, y habría muerto de verdad

si la Divinidad no me hubiera sostenido. ¿Pero sabes tú por

qué agregué, y por tres veces: ‘Non mea voluntas, sed Tua

Fiat?’ Yo sentía sobre de Mí todas las voluntades de las

criaturas juntas, todos sus males, y a nombre de todas grité al

Padre: ‘No se haga más la voluntad humana en la tierra, sino la

Divina; la voluntad humana sea desterrada y la Tuya reine’. Así

que desde entonces, y lo quise hacer desde el principio de mi

Pasión, porque era la cosa que más me interesaba y la más

importante, la de llamar a la tierra el Fiat Voluntas Tua como en

el Cielo así en la tierra. Yo era el que a nombre de todos

decía: ‘Non mea voluntas, sed Tua Fiat’. Desde entonces Yo

94

constituía la época del Fiat Voluntas Tua sobre la tierra; y con

decirlo por tres veces, en la primera la impetraba, en la

segunda la hacía descender, en la tercera la constituía reinante

y dominadora; y con decir: ‘Non mea voluntas, sed Tua Fiat’,

Yo intentaba vaciar a las criaturas de su voluntad y llenarlas de

la Divina.

Antes de morir, porque no me quedaban más que horas, Yo

quise contratar con mi Padre Celestial mi primera finalidad por

la cual vine a la tierra, que la Divina Voluntad tomara su primer

lugar de honor en la criatura. El sustraerse de la Voluntad

Suprema había sido el primer acto del hombre, y por lo tanto

nuestra primera ofensa, todos sus demás males entran en el

orden secundario, y Yo debí primero realizar la finalidad del

Fiat Voluntas Tua come in Cielo così in terra, y después formar

con mis penas la Redención, porque la misma Redención entra

en el orden secundario; es siempre mi Voluntad la que tiene el

primado sobre todas las cosas, y si bien de los frutos de la

Redención se vieron los efectos, pero fue en virtud de este

contrato que Yo hice con mi Padre Divino, el que su Fiat debía

venir a reinar sobre la tierra, realizando la verdadera finalidad

de la creación del hombre y mi finalidad primaria por la cual

vine a la tierra, que el hombre pudo recibir los frutos de la

Redención, de otra manera habría faltado el orden a mi

sabiduría; si el principio del mal fue su voluntad, a ésta debía

Yo ordenar y restablecer, reunir Voluntad Divina y humana, y si

bien se vieron primero los frutos de la Redención, esto dice

nada; mi Voluntad es como un rey, que si bien es el primero

entre todos, llega al último, precediéndolo por su honor y

decoro sus pueblos, ejércitos, ministros, príncipes y toda la

corte real. Así que primero eran necesarios los frutos de mi

Redención para hacer encontrar la corte real, los pueblos, los

ejércitos, los ministros, a la altura de la Majestad de mi

Voluntad.

¿Pero sabes tú quién fue la primera en gritar junto Conmigo:

‘Non mea voluntas, sed Tua Fiat’? Fue mi pequeña recién

nacida en mi Voluntad, mi pequeña hija, que tuvo tal

repugnancia, tal espanto de su voluntad, que temblorosa se

estrechó a Mí y gritó junto Conmigo: ‘Padre, si es posible pase

de mí este cáliz de mi voluntad’, y llorando agregaste junto

Conmigo: ‘Non mea voluntas, sed Tua Fiat’. ¡Ah! sí, estuviste

tú junto Conmigo en aquel primer contrato con mi Padre

Celestial, porque se necesitaba al menos una criatura que

debía hacer válido este contrato, de otra manera, ¿a quién

darlo? ¿A quién confiarlo? Y para volver más segura la

95

custodia del contrato, te hice don de todos los frutos de mi

Pasión, formándolos a tu alrededor como un ejército

formidable, que mientras hace su cortejo real a mi Voluntad,

hace guerra encarnizada a la tuya, por eso, ánimo en el estado

en el que te encuentras, quita el pensamiento de que Yo pueda

dejarte, esto sería en menoscabo de mi Querer, siendo que

tengo el contrato de mi Voluntad depositado en ti. Por eso

estate en paz, es mi Voluntad que te prueba, que quiere no

sólo purificarte sino destruir aun la sombra de tu voluntad, por

eso con toda paz sigue el vuelo en mi Querer, no te preocupes

por nada, tu Jesús hará de manera que todo lo que pueda

suceder dentro y fuera de ti, hará resaltar mayormente mi

Voluntad, y ensanchará en ti los confines de la mía en tu

voluntad humana; soy Yo quien llevará la batuta en tu interior,

para dirigir todo en ti según mi Querer. Yo no me ocupé de otra

cosa sino sólo de la Voluntad de mi Padre, y como todas las

cosas están en Ella, por eso me ocupé de todo; y si enseñé

alguna oración, no fue otra sino que la Divina Voluntad se haga

como en el Cielo así en la tierra, pero era la oración que

encierra todo. Así que Yo no giraba sino sólo en torno a la

Voluntad Suprema, mis palabras, mis penas, mis obras, mis

latidos estaban llenos de Voluntad Celestial. Así quiero que

hagas tú, debes girar tanto en torno a Ella, hasta hacerte

quemar por el aliento eterno del fuego de mi Voluntad, de

manera que pierdas cualquier otro conocimiento, y no sepas

otra cosa, sino sólo y siempre mi Querer”.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

11-28 214 de 1912 con su vida oculta Jesús santificó divinisó todas las acciones humanas

   Buenas noches, cómo estamos? Aquí nuevamente con su programa libro de cielo y acompañados por el doctor buenas un programa en estamos tra...