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Jesús es presentado a Anás |
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Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo
por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu
lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu
amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi
cabeza sobre tu corazón empiezo:
Jesús sea siempre conmigo. Dulce Mamá, sigamos juntas a
Jesús. Mi Jesús, centinela divino que me vigilas en tu corazón,
y no queriendo quedarte solo sin mí me despiertas y haces que
me encuentre junto contigo en casa de Anás. Te encuentras en
aquel momento en que Anás te interroga sobre tu doctrina y tus
discípulos; y Tú, oh Jesús, para defender la gloria del Padre
abres tu sacratísima boca, y con voz sonora y llena de dignidad
respondes:
«Yo he hablado en público, y todos los que aquí están me
han escuchado». (Jn 18,20)
Ante estas dignas palabras tuyas, todos tiemblan, pero es
tanta la perfidia, que un siervo, queriendo honrar a Anás, se
acerca a Ti y te da una bofetada con la mano, tan fuerte de
hacerte tambalear y ponerse pálido tu rostro santísimo.
Ahora comprendo dulce vida mía por qué me has
despertado, Tú tenías razón: ¿Quién habría de sostenerte en
este momento en que estás por caer? Tus enemigos rompen
en risas satánicas, en silbidos y en palmadas, aplaudiendo un
acto tan injusto, y Tú, tambaleándote, no tienes en quien
apoyarte.
Mi Jesús, te abrazo, es más, quiero hacer un apoyo con mi
ser; te ofrezco mi mejilla con ánimo y pronta a soportar
cualquier pena por amor tuyo; te compadezco por este ultraje,
y junto contigo te reparo las timideces de tantas almas que
fácilmente se desaniman, por aquellos que por temor no dicen
la verdad, por las faltas de respeto debido a los sacerdotes, y
por todas las faltas cometidas por murmuraciones.
Pero veo afligido Jesús mío, que Anás te envía a Caifás, y
tus enemigos te precipitan por las escaleras, y Tú amor mío, en
esta dolorosa caída reparas por aquellos que de noche se
precipitan en la culpa, aprovechándose de las tinieblas, y
llamas a los herejes y a los infieles a la luz de la fe. También yo
quiero seguirte en esas reparaciones, y mientras llegas ante
Caifás te envío mis suspiros para defenderte de tus enemigos.
122
Y mientras yo duermo continúa haciéndome de centinela y
despiértame cuando tengas necesidad. Por eso dame un beso
y bendíceme, y yo beso tu corazón y en él continúo mi sueño.
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Reflexiones de la Décima Hora (2 AM)
2-27
Mayo 31, 1899
Esta mañana, estando en mi habitual estado, mi adorable
Jesús ha venido y al mismo tiempo vi al confesor. Jesús se
mostraba un poco disgustado con él, porque parecía que el
confesor quería que todos aprobasen que lo mío era obra de
Dios, y casi quería convencer a otros sacerdotes con
manifestarles algunas cosas de mi interior.
Jesús se ha vuelto al confesor y le ha dicho: “Esto es
imposible, hasta Yo tuve contrarios, y esto en personas de las
más notables y también sacerdotes y otras dignidades, tuvieron
que decir sobre mis santas obras, hasta tacharme de
endemoniado. Estas oposiciones, aun por personas religiosas,
Yo las permito para hacer que a su tiempo pueda relucir más la
verdad. Que quieras hacerte aconsejar por dos o tres
sacerdotes de los más buenos y santos y aun doctos, para
tener luz y hasta para hacer lo que quiero Yo en las cosas que
se deben hacer, como es el consejo de los buenos y la oración,
esto Yo lo permito, pero el resto no, no, sería querer hacer un
derroche de mis obras y ponerlas en burla, lo que mucho me
disgusta”.
Después me dijo a mí: “Lo que quiero de ti es un obrar recto
y simple, que del pro y del contra de las criaturas no te
preocupes, déjalas pensar como quieran, sin tomarte el más
mínimo fastidio, pues el querer que todos sean favorables es
un querer desviarse de la imitación de mi Vida”.
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