ORACIONES INICIALES

sábado, 7 de agosto de 2021

NOVENA HORA De la 1 a las 2 de la mañana Jesús, atado, es hecho caer en el torrente Cedrón

MEDITACION ANTES DE LA MEDITACION Y OFRECIMIENTO


Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu

lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu

amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi

cabeza sobre tu corazón empiezo:

Amado bien mío, mi pobre mente te sigue entre la vigilia y el

sueño. ¿Cómo puedo abandonarme al sueño si veo que todos

te dejan y huyen de Ti? Los mismos apóstoles, el ferviente

Pedro que hace poco dijo que quería dar la vida por Ti, el

discípulo predilecto que con tanto amor has hecho reposar

sobre tu corazón, ah, todos te abandonan y te dejan en poder

de tus crueles enemigos.

Mi Jesús, estás solo. Tus purísimos ojos miran a tu alrededor

para ver si al menos uno de aquellos que han sido beneficiados

por Ti te sigue para testimoniarte su amor y para defenderte; y

mientras descubres que ninguno, ninguno te ha permanecido

fiel, el corazón se te oprime y rompes en abundante llanto. Y

Tú sientes más dolor por el abandono de tus fieles amigos que

por lo que te están haciendo tus mismos enemigos. Mi Jesús,

no llores, o haz que yo llore junto contigo. Y el amable Jesús

parece que dice:

«Ah hija mía, lloremos juntos la suerte de tantas almas

consagradas a Mí, que por pequeñas pruebas, por incidentes

de la vida, no se ocupan más de Mí y me dejan solo; lloremos

por tantas otras, tímidas y viles, que por falta de valor y de

confianza me abandonan; por tantos y tantos que, al no hallar

su provecho en las cosas santas no se ocupan de Mí; por

tantos sacerdotes que predican, que celebran la Santa Misa,

que confiesan por amor al interés y a su propia gloria; esos

hacen ver que están en torno a Mí, pero Yo permanezco

siempre solo.

Ah hija, ¡cómo me es duro este abandono! No sólo me lloran

los ojos, sino que me sangra el corazón. Ah, te ruego que

repares mi acerbo dolor prometiéndome que no me dejarás

jamás solo».

¡Sí, oh mi Jesús, lo prometo, ayudada por tu gracia y

fundiéndome en tu divina Voluntad! Pero mientras Tú lloras el

abandono de tus amados, tus enemigos no te perdonan ningún

ultraje que te puedan hacer. Oprimido y atado como estás, oh

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mi bien, tanto, que por Ti mismo ni siquiera puedes dar un

paso, te pisotean, te arrastran por esas calles llenas de piedras

y de espinas, así que no hay movimiento que no te haga

tropezar en las piedras y herirte con las espinas.

Ah mi Jesús, veo que mientras te arrastran, Tú dejas detrás

de Ti tu preciosa sangre, los rubios cabellos que te arrancan de

la cabeza. Mi vida y mi todo, permíteme que los recoja a fin de

poder atar todos los pasos de las criaturas, que ni aun de

noche dejan de herirte; más bien se sirven de la noche para

ofenderte mayormente: quién con sus encuentros, quién por

placeres, quién por teatros, quién para llevar a cabo robos

sacrílegos. Mi Jesús, me uno a Ti para reparar todas estas

ofensas.

Pero, oh mi Jesús, estamos ya en el torrente Cedrón, y los

pérfidos judíos se disponen a arrojarte dentro, hacen que te

golpees contra una piedra que hay ahí, con tanta fuerza, que

de tu boca derramas tu preciosísima sangre, con la cual dejas

marcada aquella piedra. Después, jalándote, te arrastran bajo

aquellas aguas pútridas, de modo que te entran en los oídos,

en la boca, en la nariz.

Oh amor incomparable, Tú quedas todo bañado y como

cubierto por aquellas aguas pútridas, nauseantes y frías, y en

este estado representas a lo vivo el estado deplorable de las

criaturas cuando cometen el pecado. ¡Oh, cómo quedan

cubiertas por dentro y por fuera con un manto de inmundicias,

que dan asco al Cielo y a cualquiera que pudiese verlas,

atrayéndose así los rayos de la divina Justicia!

Oh vida de mi vida, ¿puede darse jamás amor más grande?

Para quitarnos este manto de inmundicias Tú permites que los

enemigos te arrojen en ese torrente, y todo sufres para reparar

por los sacrilegios y las frialdades de las almas que te reciben

sacrílegamente y que te obligan a que entres en sus

corazones, peores que el torrente, y que sientas toda la náusea

de sus almas; Tú permites también que estas aguas te

penetren hasta en las entrañas, tanto, que los enemigos

temiendo que te ahogues, y queriendo reservarte para mayores

tormentos te sacan fuera, pero causas tanto asco, que ellos

mismos sienten asco de tocarte.

Mi tierno Jesús, estás ya fuera del torrente, mi corazón no

resiste verte tan empapado por esas aguas nauseantes; veo

que por el frío Tú tiemblas de pies a cabeza; miras a tu

alrededor buscando con los ojos, lo que no haces con la voz,

uno al menos que te seque, te limpie y te caliente, pero en

vano; ninguno tiene piedad de Ti, los enemigos se burlan y se

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ríen de ti; los tuyos te han abandonado, la dulce Mamá está

lejana, porque así lo dispone el Padre.

Aquí me tienes, oh Jesús, ven a mis brazos. Quiero llorar

tanto, hasta formar un baño para lavarte, limpiarte y

acomodarte con mis manos, los desordenados cabellos. Mi

amor, quiero encerrarte en mi corazón para calentarte con el

calor de mis afectos, quiero perfumarte con mis deseos santos,

quiero reparar todas estas ofensas y ofrecer mi vida junto con

la tuya para salvar a todas las almas. Quiero ofrecerte mi

corazón como lugar de reposo, para poderte reconfortar en

algún modo por las penas sufridas hasta aquí, y después

continuaremos juntos el camino de tu Pasión.

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Reflexiones de la Novena Hora (1 AM)

11-45

Enero 22, 1913

Estaba pensando en la Pasión de mi siempre amable Jesús,

especialmente en lo que sufrió en el huerto, entonces me he

encontrado toda sumergida en Jesús y Él me ha dicho:

“Hija mía, mi primera Pasión fue el amor, porque el hombre

al pecar, el primer paso que da en el mal es la falta de amor,

por lo tanto, faltando el amor se precipita en la culpa; por eso,

el Amor para rehacerse en Mí de esta falta de amor de las

criaturas, me hizo sufrir más que todos, casi me trituró más que

bajo una prensa, me dio tantas muertes por cuantas criaturas

reciben la vida.

El segundo paso que sucede en la culpa es defraudar la

gloria de Dios, y el Padre para rehacerse de la gloria quitada

por las criaturas me hizo sufrir la Pasión del pecado, esto es,

que cada culpa me daba una pasión especial; si la pasión fue

una, el pecado en cambio me dio tantas pasiones por cuantas

culpas se cometerán hasta el fin del mundo; y así se rehízo la

gloria del Padre.

El tercer efecto que produce la culpa es la debilidad en el

hombre, y por eso quise sufrir la Pasión por manos de los

judíos, esta es mi tercera Pasión, para rehacer al hombre de la

fuerza perdida.

Así que con la Pasión del amor se rehízo y se puso en justo

nivel el Amor, con la Pasión del pecado se rehízo y se puso a

nivel la gloria del Padre, con la Pasión de los judíos se puso a

nivel y se rehizo la fuerza de las criaturas. Todo esto lo sufrí en

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el huerto, fue tal y tanto el sufrimiento, las muertes que sufrí,

los espasmos atroces, que habría muerto de verdad si la

Voluntad del Padre hubiera llegado a que Yo muriera”.

Después continué meditando cuando mi amable Jesús fue

arrojado por los enemigos al torrente Cedrón. El bendito Jesús

se hacía ver en un aspecto que movía a piedad, todo bañado

con aquellas aguas puercas y me ha dicho:

“Hija mía, al crear el alma la vestí de un manto de luz y de

belleza; el pecado quita este manto de luz y de belleza y la

cubre con un manto de tinieblas y de fealdad, volviéndola

repugnante y nauseante, y Yo para quitar este manto tan

nauseabundo que el pecado pone al alma, permití que los

judíos me arrojaran en este torrente, donde quedé como

recubierto dentro y fuera de Mí, porque estas aguas pútridas

me entraron hasta en las orejas, en las narices, en la boca,

tanto, que los judíos tenían asco de tocarme. ¡Ah, cuánto me

costó el amor de las criaturas, hasta volverme nauseabundo a

Mí mismo!”

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