Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión
contigo
por medio de la oración, y tomando tus pensamientos,
tu
lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y
en tu
amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi
cabeza sobre tu corazón empiezo:
Mi atormentado Jesús, mi pobre corazón te sigue entre
ansias y penas, y al verte vestido de loco, conociendo
quién
eres Tú, sabiduría infinita, que das el juicio a
todos, doy en
delirio y digo: ¿cómo, Jesús loco? ¿Jesús malhechor?
¡Y
ahora serás pospuesto al más grande malhechor, a
Barrabás!
Mi Jesús, santidad que no tiene igual, ya estás de
nuevo
ante Pilatos, y éste, al verte tan malamente reducido
y vestido
de loco, y sabiendo que ni siquiera Herodes te ha
condenado,
queda más indignado contra los judíos y se convence
mayormente de tu inocencia y de no condenarte, pero
queriendo dar alguna satisfacción a los judíos, como
para
aplacar el odio, el furor, la rabia y la sed que
tienen de tu
sangre, te propone a ellos junto con Barrabás, pero
los judíos
gritan:
«¡No queremos libre a Jesús, sino a Barrabás!» (Jn 18,
40)
Y entonces Pilatos no sabiendo ya qué hacer para
calmarlos
te condena a la flagelación.
Mi pospuesto Jesús, se me rompe el corazón al ver que
mientras los judíos se ocupan de Ti para hacerte
morir, Tú,
encerrado en Ti mismo piensas en dar a todos la vida,
y
poniendo atención te escucho decir:
«Padre Santo, mira a tu Hijo vestido de loco, esto te
repara
la locura de tantas criaturas al caer en el pecado;
esta
vestidura blanca sea ante Ti como disculpa por tantas
almas
que se visten con la lúgubre vestidura de la culpa.
Mira oh
Padre, el odio, el furor, la rabia que tienen contra
Mí, que casi
les hace perder la luz de la razón, la sed que tienen
de mi
sangre, y Yo quiero repararte todos los odios, las
venganzas,
las iras, los homicidios, y conseguir a todos la luz
de la razón.
Mírame de nuevo Padre mío, ¿se puede dar insulto
mayor?
Me han pospuesto al más grande malhechor, y Yo quiero
repararte todas las posposiciones que se hacen, ¡ah,
todo el
mundo está lleno de posposiciones! Quién nos pospone a
un
156
vil interés, quién a los honores, quién a las
vanidades, quién a
los placeres, a los apegos, a las dignidades, a las
crápulas y
hasta al mismo pecado, y en modo unánime todas las
criaturas, aun a cada pequeña tontería nos posponen, y
Yo
estoy dispuesto a aceptar ser pospuesto a Barrabás
para
reparar las posposiciones de las criaturas.”
Mi Jesús, me siento morir de dolor y de confusión al
ver tu
gran amor en medio de tantas penas y el heroísmo de
tus
virtudes en medio de tantas penas e insultos. Tus
palabras y
reparaciones, como tantas heridas se repercuten en mi
pobre
corazón, y en mi dolor repito tus plegarias y tus
reparaciones,
ni siquiera un instante puedo separarme de Ti, de otra
manera
muchas cosas de lo que haces Tú se me escaparían. Pero,
¿qué veo? Los soldados te conducen a una columna para
flagelarte. Amor mío, te sigo y Tú con tu mirada de
amor
mírame y dame la fuerza para asistir a tu dolorosa
flagelación.
Jesús Flagelado
Mi purísimo Jesús, ya estás junto a la columna, los
soldados
enfurecidos te sueltan para atarte a ella, pero no es
suficiente,
te despojan de tus vestiduras para hacer cruel
carnicería de tu
santísimo cuerpo. Amor mío, vida mía, me siento
desfallecer
por el dolor de verte desnudo, Tú tiemblas de pies a
cabeza y
tu santísimo rostro se tiñe de virginal rubor, y es
tanta tu
confusión y tu agotamiento, que no sosteniéndote en
pie estás
a punto de caer a los pies de la columna, pero los
soldados
sosteniéndote, no por ayudarte sino para poderte atar,
no te
dejan caer.
Ya toman las sogas, te atan los brazos, pero tan
fuerte que
enseguida se hinchan y de la punta de los dedos brota
sangre.
Después, en torno a la columna pasan sogas que sujetan
tu
santísima persona hasta los pies, y tan fuerte que no
puedes
hacer ni siquiera un movimiento, y así poder ellos
desenfrenarse sobre de Ti libremente.
Despojado Jesús mío, permíteme que me desahogue, de
otra manera no puedo continuar viéndote sufrir tanto.
¿Cómo?
Tú que vistes a todas las cosas creadas, al sol de
luz, al cielo
de estrellas, a las plantas de hojas, a los pajarillos
de plumas,
Tú, ¿desnudo? ¡Qué atrevimiento! Pero mi amante Jesús,
con
la luz que irradia de sus ojos me dice:
«Calla, oh hija. Era necesario que fuese desnudado
para
reparar por tantos que se despojan de todo pudor, de
candor y
de inocencia; que se desnudan de todo bien y virtud,
de mi
157
gracia, y se visten de toda brutalidad, viviendo a
modo de
brutos. En mi virginal rubor reparé las tantas
deshonestidades
y afeminaciones y placeres bestiales. Por eso atenta a
lo que
hago y ruega y repara conmigo y cálmate».
Flagelado Jesús, tu amor pasa de exceso en exceso, veo
que los verdugos toman los flagelos y te azotan sin
piedad,
tanto, que todo tu santísimo cuerpo queda lívido; es
tanta la
ferocidad y el furor al golpearte, que están ya
cansados, pero
otros dos los sustituyen y tomando varas espinosas te
azotan
tanto, que enseguida de tu santísimo cuerpo comienza a
chorrear a ríos la sangre, y lo continúan golpeando
todo,
abriendo surcos y lo llenan de llagas.
Pero aún no les basta, otros dos continúan, y con
cadenas
de fierro continúan la dolorosa carnicería. A los
primeros
golpes esas carnes llagadas se desgarran y a pedazos
caen
por tierra; los huesos quedan al descubierto y la
sangre brota
tanto, que forma un lago de sangre en torno a la
columna.
Mi Jesús desnudado, amor mío, mientras Tú estás bajo
esta
tempestad de golpes, me abrazo a tus pies para poder
tomar
parte en tus penas y quedar toda cubierta con tu
preciosísima
sangre, pero cada golpe que Tú recibes es una herida a
mi
corazón, mucho más, pues poniendo atención oigo tus
gemidos, los cuales no se escuchan bien porque la
tempestad
de golpes ensordece el ambiente, y en esos gemidos Tú
dices:
«Ustedes, todos los que me aman, vengan a aprender el
heroísmo del verdadero amor; vengan a apagar en mi
sangre
la sed de sus pasiones, la sed de tantas ambiciones,
de tantas
vanidades y placeres, de tanta sensualidad; en ésta mi
sangre
encontrarán el remedio a todos sus males».
Tus gemidos continúan diciendo:
«Mírame, oh Padre, bajo esta tempestad de golpes, todo
llagado, pero no basta, quiero formar tantas llagas en
mi
cuerpo para dar suficientes moradas en el Cielo de mi
Humanidad a todas las almas, en modo de formar en Mí
mismo
su salvación, y después hacerlas pasar al Cielo de la
Divinidad.
Padre mío, cada golpe de estos flagelos repare ante
Ti, uno a
uno cada especie de pecado, y conforme me golpean, así
sea
excusa para aquellos que los cometen. Que estos golpes
golpeen los corazones de las criaturas y les hablen de
mi amor
por ellas, tanto, de forzarlas a rendirse a Mí».
Y mientras esto dices, es tan grande tu amor, si bien
con
sumo dolor, que casi incitas a los verdugos a que te
azoten aún
más. Mi descarnado Jesús, tu amor me aplasta, me
siento
enloquecer; y si bien tu amor no está cansado, los
verdugos
158
están agotados y no pueden continuar la dolorosa
carnicería.
Ya te quitan las cuerdas y Tú caes casi muerto en tu
propia
sangre; y al ver los pedazos de tus carnes te sientes
morir por
el dolor, al ver en aquellas carnes arrancadas de Ti,
a las
almas perdidas, y es tanto tu dolor, que agonizas en
tu propia
sangre.
Mi Jesús, deja que te tome entre mis brazos para
restaurarte
un poco con mi amor. Te beso, y con mi beso encierro a
todas
las almas en Ti, así ninguna más se perderá, y Tú
bendíceme.
+ + +
Reflexiones de la Decimosexta Hora (8 AM)
14-2
Febrero 9, 1922
Encontrándome en mi habitual estado, estaba siguiendo
las
horas de la Pasión y mi dulce Jesús, mientras lo
acompañaba
en el misterio de su dolorosa flagelación, se hacía
ver todo
descarnado, su cuerpo desnudo no sólo de sus
vestiduras, sino
también de su carne; sus huesos se podían numerar uno
por
uno; su aspecto era no sólo desgarrador sino horrible
al verse,
tanto que infundía temor, espanto, reverencia y amor a
la vez.
Yo me sentía muda ante esta escena tan desgarradora,
habría
querido hacer no sé qué cosa para aliviar a mi Jesús,
pero no
sabía hacer nada, la vista de sus penas me daba la
muerte, y
Jesús, todo bondad me ha dicho:
“Querida hija mía, mírame bien para que conozcas a
fondo
mis penas. Mi cuerpo es el verdadero retrato del
hombre que
comete pecado; el pecado lo despoja de la vestidura de
mi
gracia, y Yo para dársela nuevamente me hice despojar
de mis
vestidos; el pecado lo deforma, y mientras es la más
bella
criatura que salió de mis manos, se vuelve la más fea
y da
asco y horror. Yo era el más bello de los hombres, y
para darle
de nuevo la belleza al hombre, puedo decir que mi
Humanidad
tomó la forma más fea; mírame cómo estoy horrible, me
hice
quitar la piel por los azotes y quedé irreconocible.
El pecado no
sólo quita la belleza, sino que forma llagas
profundas,
putrefactas y gangrenosas que corroen las partes más
íntimas,
consumen los humores vitales, así que todo lo que el
hombre
hace en estado de pecado son obras muertas,
esqueléticas, el
pecado le arranca la nobleza de su origen, la luz de
su razón y
se vuelve ciego, y Yo para llenar la profundidad de
sus llagas
159
me hice arrancar a pedazos la carne, me reduje todo a
una
sola llaga, y con derramar a ríos mi sangre hice
correr los
humores vitales en su alma, para darle nuevamente la
vida.
¡Ah! si no tuviera en Mí la fuente de la vida de mi
Divinidad, Yo
habría muerto desde el principio de mi Pasión, porque
a cada
pena que me daban mi Humanidad moría, pero ella me
restituía la vida.
Ahora, mis penas, mi sangre, mis carnes arrancadas a
pedazos están siempre en acto de dar vida al hombre,
pero el
hombre rechaza mi sangre para no recibir la vida,
pisotea mis
carnes para quedar llagado, ¡oh! cómo siento el peso
de la
ingratitud”.
Y arrojándose en mis brazos ha roto en llanto. Yo me
lo he
estrechado a mi corazón, pero Él lloraba fuertemente,
¡qué
desgarro ver llorar a Jesús! Habría querido sufrir
cualquier
pena para no hacerlo llorar. Entonces lo he
compadecido, le he
besado sus llagas, le he secado las lágrimas, y Él
como
reconfortado ha agregado:
“¿Sabes cómo hago Yo? Como un padre que ama mucho a
su hijo, y este hijo es ciego, deforme, tullido; y el
padre que lo
ama hasta la locura, ¿qué hace? Se saca los ojos, se
arranca
las piernas, se quita la piel y se lo da todo al hijo
y dice: ‘Estoy
más contento con quedar ciego, cojo, deforme, con tal
que te
vea a ti, hijo mío, que puedes ver, que puedes
caminar, que
eres bello”. ¡Oh, cómo está contento aquel padre
porque ve a
su hijo mirar con sus ojos, caminar con sus piernas y
cubierto
con su belleza! ¿Pero cuál sería el dolor del padre si
viera que
su hijo, ingrato, arroja de sí los ojos, las piernas,
la piel, y se
contenta con permanecer feo como está? Así soy Yo, en
todo
he pensado, pero ellos, ingratos, forman mi más acerbo
dolor”.
+ + +
14-18
Abril 1, 1922
Después he seguido las horas de la Pasión, y seguía a
mi
dulce Jesús en el momento en que fue vestido y tratado
como
loco; mi mente se perdía en este misterio, y Jesús me
ha dicho:
“Hija mía, el paso más humillante de mi Pasión fue
propiamente éste, el ser vestido y tratado como loco,
llegué a
ser el juguete de los judíos, su harapo; humillación
más grande
no podría tener mi infinita sabiduría; no obstante era
necesario
que Yo, Hijo de Dios, sufriera esta pena. El hombre
pecando se
vuelve loco; locura más grande no puede darse, y de
rey cual
160
es, se convierte en esclavo y juguete de vilísimas
pasiones que
lo tiranizan, y más que a un loco lo encadenan a su
antojo,
arrojándolo en el fango y cubriéndolo con las cosas
más
sucias. ¡Oh! qué gran locura es el pecado, en este
estado el
hombre jamás podía ser admitido ante la Majestad
Suprema,
por eso quise sufrir esta pena tan humillante, para
conseguirle
al hombre que saliera de este estado de locura,
ofreciéndome
Yo a mi Padre Celestial para sufrir las penas que
merecía su
locura. Cada pena que sufrí en mi Pasión no era otra
cosa que
el eco de las penas que merecían las criaturas; este
eco
retumbaba en Mí y me sometía a penas, a desprecios, a
burlas
y a todos los tormentos”.
+ + +
16-40
Enero 14, 1924
Estaba acompañando a mi Jesús en el misterio de la
flagelación, compadeciéndolo cuando se vio tan
confundido en
medio de los enemigos, despojado de sus vestidos, bajo
una
tempestad de golpes, y mi amable Jesús saliendo de mi
interior
en el estado en el que se encontraba cuando fue
flagelado me
ha dicho:
“Hija mía, ¿quieres saber la causa por la que fui
desnudado
cuando fui flagelado? En cada misterio de mi Pasión
primero
me ocupaba de consolidar la rotura entre la voluntad
humana y
la Divina, y después de las ofensas que esta rotura
produjo. Cuando el hombre en el edén rompió los
vínculos de
la unión entre la Voluntad Suprema y la suya, se
despojó de las
vestiduras reales de mi Voluntad y se vistió con los
miserables
harapos de la suya, débil, inconstante, impotente para
hacer
algo de bien. Mi Voluntad le era un dulce encanto que
lo tenía
absorbido en una luz purísima que no le hacía conocer
otra
cosa que a su Dios, del cual había salido, quien no le
daba otra
cosa que felicidad sin medida, y estaba tan absorbido
por lo
mucho que le daba su Dios, que no se daba ningún
pensamiento de sí mismo. ¡Oh! cómo era feliz el hombre
y
cómo la Divinidad se deleitaba en darle tantas
partículas de su
Ser por cuanto la criatura puede recibir, para hacerlo
semejante a Él. Ahora, en cuanto rompió la unión de
nuestra
Voluntad con la suya, perdió la vestidura real, perdió
el
encanto, la luz, la felicidad; se miró a sí mismo sin
la luz de mi
Voluntad y viéndose sin el encanto que lo tenía
absorto, se
conoció, tuvo vergüenza, tuvo miedo de Dios, tanto que
su
161
misma naturaleza sintió sus tristes efectos, sintió el
frío y la
desnudez y sintió la viva necesidad de cubrirse; y así
como
nuestra Voluntad lo tenía en el puerto de felicidades
inmensas,
así la suya lo puso en el puerto de las miserias.
Nuestra
Voluntad era todo para el hombre, y en Ella encontraba
todo,
era justo que habiendo salido de Nosotros y viviendo
como un
tierno hijo nuestro en nuestro Querer, viviera de lo
nuestro, y
este Querer debiera sustituirse a todo lo que él
necesitaba; por
lo tanto, como quiso vivir de su querer, tuvo
necesidad de todo,
porque el querer humano no tiene el poder de
sustituirse a
todas las necesidades, ni tiene en sí la fuente del
bien, por eso
fue obligado a procurarse con cansancio las cosas
necesarias
a la vida. ¿Ves entonces qué significa no estar unido
con mi
Voluntad? ¡Oh! si todos la conocieran, sólo tendrían
un solo
suspiro: ‘Que mi Querer venga a reinar sobre la
tierra’. Así que,
si Adán no se hubiera sustraído de la Voluntad Divina,
aun su
naturaleza no habría tenido necesidad de vestidos, no
habría
sentido la vergüenza de su desnudez, ni habría estado
sujeto a
sufrir el frío, el calor, el hambre, la debilidad,
pero estas cosas
naturales eran casi nada, eran más bien símbolos del
gran bien
que había perdido su alma.
Por eso hija mía, antes de ser atado a la columna para
ser
flagelado, quise ser desnudado para sufrir y reparar
la
desnudez del hombre cuando se desnudó del vestido real
de
mi Voluntad. Sentí en Mí tal confusión y pena al verme
así
desnudo en medio de los enemigos que se burlaban de
Mí, que
lloré por la desnudez del hombre y ofrecí a mi Celestial
Padre
mi desnudez, para hacer que el hombre fuera revestido
de
nuevo con el vestido real de mi Voluntad, y como pago,
para
que esto no me fuera negado, ofrecí mi sangre, mis
carnes
arrancadas a pedazos, me hice desnudar no sólo de los
vestidos, sino también de mi piel para poder pagar el
precio y
satisfacer el delito de esta desnudez del hombre;
derramé tanta
sangre en este misterio, que en ningún otro derramé
tanta, que
bastaba para cubrir al hombre como con un segundo
vestido, y
vestido de sangre para cubrirlo de nuevo, y así
calentarlo y
lavarlo para disponerlo a recibir la vestidura real de
mi
Voluntad”.
Yo al oír esto, sorprendida he dicho: “Mi amado Jesús,
¿cómo puede ser posible que el hombre con sustraerse
de tu
Voluntad tuvo necesidad de vestirse, tuvo vergüenza,
miedo?
Sin embargo, Tú hiciste siempre la Voluntad del Padre
Celestial, eras una sola cosa con Él; tu Mamá no
conoció
162
jamás su querer, sin embargo, tuvisteis necesidad de
vestidos,
de alimento y sentisteis el frío y el calor”.
Y Jesús ha agregado: “Sin embargo hija mía es
precisamente así. Si el hombre sintió vergüenza de su
desnudez y quedó sujeto a tantas miserias naturales,
fue
precisamente porque perdió el dulce encanto de mi
Voluntad, y
si bien el mal lo hizo el alma, no el cuerpo, pero
indirectamente
fue como cómplice de la mala voluntad del hombre, la
naturaleza quedó como profanada por el mal querer del
hombre, por lo tanto, la una y el otro debían sentir
la pena del
mal hecho. Respecto a Mí, es verdad que hice siempre
la
Voluntad Suprema, pero Yo no vine a encontrar al
hombre
inocente, al hombre antes de que pecara, sino que vine
a
encontrar al hombre pecador y con todas sus miserias,
y debí
fraternizarme con él, tomar sobre de Mí todos sus
males y
sujetarme a las necesidades de la vida, como si fuera
uno de
ellos; pero en Mí había este prodigio, que si lo
quería de nada
tenía necesidad, ni de vestidos, ni de alimento, ni de
nada.
Pero no quise servirme de él por amor al hombre, quise
sacrificarme en todo, aun en las cosas más inocentes
creadas
por Mí mismo, para atestiguarle mi ardiente amor, es
más, esto
servía para impetrar de mi Divino Padre que, por
consideración
mía y de mi voluntad toda sacrificada a Él,
restituyera al
hombre la noble vestidura real de nuestra Voluntad”.
+ + +
17-4
Julio 1, 1924
Me sentía muy oprimida por la privación de mi adorable
Jesús. ¡Oh, cómo me sangra el corazón y me siento
sometida
a sufrir muertes continuas! Sentía que no podía más
sin Él, y
que más duro no podía ser mi martirio, y mientras
trataba de
seguir a mi Jesús en los diferentes misterios de su
Pasión, he
llegado a acompañarlo en el misterio de su dolorosa
flagelación. Mientras estaba en esto se ha movido en
mi
interior llenándome toda de su adorable Persona; yo al
verlo le
quería decir mi duro estado, pero Jesús imponiéndome
silencio
me ha dicho:
“Hija mía, recemos juntos; hay ciertos tiempos tan
tristes en
los cuales mi justicia, no pudiendo contenerse por los
males de
las criaturas quisiera inundar la tierra de nuevos
flagelos, y por
eso es necesaria la oración en mi Voluntad, la que
extendiéndose sobre todos se pone en defensa de las
163
criaturas, y con su potencia impide que mi justicia se
acerque a
la criatura para golpearla”.
¡Cómo era bello y conmovedor oír rezar a Jesús! Y como
lo
estaba acompañando en el doloroso misterio de la
flagelación,
se hacía ver chorreando sangre, y oía que decía:
“Padre mío, te ofrezco esta mi sangre, ¡ah! haz que
esta
sangre cubra todas las inteligencias de las criaturas
y haga
vanos todos sus malos pensamientos, disminuya el fuego
de
sus pasiones y haga resurgir inteligencias santas.
Esta sangre
cubra sus ojos y haga velo a su vista, a fin de que no
le entre el
gusto de los placeres malos, y no se ensucien con el
fango de
la tierra. Esta sangre mía cubra y llene su boca y
deje muertos
sus labios a las blasfemias, a las imprecaciones, a
todas sus
malas palabras. Padre mío, esta mi sangre cubra sus
manos y
le dé terror de tantas acciones infames. Esta sangre
circule en
nuestra Voluntad Eterna para cubrir a todos, para
defender y
para ser arma defensora en favor de las criaturas ante
los
derechos de nuestra justicia”.
¿Pero quién puede decir el modo como rezaba Jesús y
todo
lo que decía? Después ha hecho silencio y me sentía en
mi
interior que Jesús tomaba en sus manos mi pequeña y
pobre
alma, la estrechaba, la retocaba, la miraba, y yo le
he dicho:
“Amor mío, ¿qué haces? ¿Hay alguna cosa en mí que te
desagrada?”
Y Él: “Estoy trabajando y ensanchando tu alma en mi
Voluntad. Además, no debo darte cuentas a ti de lo que
hago,
porque habiéndote dado tú toda a Mí, has perdido tus
derechos, ahora todos los derechos son míos. ¿Sabes
cuál es
tu único derecho? Que mi Voluntad sea tuya y te
suministre
todo lo que puede hacerte feliz en el tiempo y en la
eternidad”.
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