PREPARACION ANTES DE LA MEDITACION Y OFRECIMIENTO
110
111
![]() |
OCTAVA HORA
De las 12 de la noche a la 1 de la mañana
La captura de Jesús
Gracias te doy, oh Jesús, por llamarme a la unión contigo
por medio de la oración, y tomando tus pensamientos, tu
lengua, tu corazón y fundiéndome toda en tu Voluntad y en tu
amor, extiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi
cabeza sobre tu corazón empiezo:
Oh Jesús mío, ya es media noche; escuchas que se
aproximan los enemigos, y Tú limpiándote y enjugándote la
sangre, reanimado por los consuelos recibidos vas de nuevo a
donde están tus amados discípulos, los llamas, los amonestas
y te los llevas junto contigo, y vas al encuentro de tus
enemigos, queriendo reparar con tu prontitud mi lentitud, mi
desgano y pereza en el obrar y en el sufrir por amor tuyo.
Pero, oh dulce Jesús, mi bien, que escena tan conmovedora
veo: Al primero que encuentras es al pérfido Judas, el cual
acercándose a Ti y poniéndote un brazo alrededor de tu cuello
te saluda y te besa; y Tú, amor entrañable, no desdeñas besar
aquellos labios infernales, lo abrazas y te lo estrechas al
corazón, queriéndolo arrancar del infierno y dándole muestras
de nuevo amor.
Mi Jesús, ¿cómo es posible no amarte? Es tanta la ternura
de tu amor que debiera arrebatar a cada corazón a amarte, y
sin embargo no te aman. Y Tú, oh mi Jesús, en este beso de
Judas, soportándolo, reparas las traiciones, los fingimientos,
los engaños bajo aspecto de amistad y de santidad,
especialmente de los sacerdotes. Tu beso, además, manifiesta
que a ningún pecador, con tal de que venga a Ti humillado,
rehusarías darle el perdón.
Ternísimo Jesús mío, ya te entregas en manos de tus
enemigos, dándoles el poder de hacerte sufrir lo que ellos
quieran. También yo, oh mi Jesús, me entrego en tus manos, a
fin de que Tú, libremente, puedas hacer de mí lo que más te
agrade; y junto contigo quiero seguir tu Voluntad, tus
reparaciones y sufrir tus penas. Quiero estar siempre en torno
a Ti para hacer que no haya ofensa que no te repare, amargura
que no endulce, salivazos y bofetadas que recibas que no
vayan seguidas por un beso y una caricia mía.
En tus caídas, mis manos estarán siempre dispuestas a
ayudarte para levantarte. Así que siempre contigo quiero estar,
oh mi Jesús, ni siquiera un minuto quiero dejarte solo; y para
112
estar más segura, ponme dentro de Ti, y yo estaré en tu mente,
en tus miradas, en tu corazón y en todo Tú mismo, para hacer
que lo que haces Tú, pueda hacerlo también yo, así podré
hacerte fiel compañía y no pasar por alto ninguna de tus penas,
para darte por todo mi correspondencia de amor.
Dulce bien mío, estaré a tu lado para defenderte, para
aprender tus enseñanzas y para numerar una por una todas
tus palabras. ¡Ah, cómo me desciende dulce la palabra que
dirigiste a Judas:
«Amigo, ¿a qué has venido?» (Mt 26,50)
Y siento que a mí también me diriges las mismas palabras,
no llamándome amiga sino con el dulce nombre de hija: «Hija,
¿a qué has venido?» Para oír que te respondo: «Jesús, a
amarte». «¿A qué has venido?», me repites si me despierto en
la mañana; «¿a qué has venido?», si hago oración; «¿a qué
has venido?», me repites desde la Hostia Santa si vengo a
recibirte en mi corazón.
¡Qué bello reclamo para mí y para todos! Pero cuántos a tu
«¿a qué has venido?» responden: Vengo a ofenderte. Otros,
fingiendo no escucharte se entregan a toda clase de pecados,
y a tu pregunta «¿a qué has venido?» responden con irse al
infierno. ¡Cuánto te compadezco, oh mi Jesús! Quisiera tomar
las mismas cuerdas con que van a atarte tus enemigos, para
atar a estas almas y evitarte este dolor. Pero de nuevo escucho
tu voz ternísima que dice, mientras vas al encuentro de tus
enemigos:
«¿A quién buscan?» (Jn 18,4)
Y ellos responden:
«A Jesús Nazareno». (Jn 18,5)
Y Tú les dices:
«Yo soy». (Jn 18,5)
Con esta sola palabra dices todo y te das a conocer por lo
que eres, tanto que tus enemigos tiemblan y caen por tierra
como muertos, y Tú, amor sin par, repitiendo de nuevo «Yo
soy», los vuelves a llamar a la vida, y por Ti mismo te entregas
en manos de tus enemigos.
Jesús es encadenado
Y ellos, pérfidos e ingratos, en vez de caer humildes y
palpitantes a tus pies y pedirte perdón, abusando de tu bondad
y despreciando gracias y prodigios te ponen las manos encima
y con sogas y cadenas te atan, te inmovilizan, te arrojan por
tierra, te pisotean bajo sus pies, te arrancan los cabellos, y Tú,
113
con paciencia inaudita callas, sufres y reparas las ofensas de
aquellos que a pesar de los milagros, no se rinden a tu gracia y
se obstinan de más.
Con tus sogas y cadenas consigues del Padre la gracia de
romper las cadenas de nuestras culpas, y nos atas con la dulce
cadena del amor. Y corriges amorosamente a Pedro que quiere
defenderte, y llega hasta cortar una oreja a Malco; quieres
reparar con esto las obras buenas que no son hechas con
santa prudencia, y que por demasiado celo caen en la culpa.
Mi pacientísimo Jesús, estas cuerdas y cadenas parece que
ponen algo de más bello a tu divina Persona. Tu frente se hace
más majestuosa, tanto que atrae la atención de tus mismos
enemigos; tus ojos resplandecen con más luz; tu rostro divino
se pone en actitud de una paz y dulzura suprema, capaz de
enamorar a tus mismos verdugos; con tu tono de voz suave y
penetrante, si bien pocos, los haces temblar, tanto que si se
atreven a ofenderte es porque Tú mismo se los permites.
Oh amor encadenado y atado, ¿podrás permitir que Tú seas
atado por causa mía, haciendo más desahogo de amor, y yo,
pequeña hija tuya, esté sin cadenas? No, no, más bien átame
con tus manos santísimas con tus mismas sogas y cadenas.
Por eso te ruego que ates, mientras beso tu frente divina,
todos mis pensamientos, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi
corazón, mis afectos y todo mi ser, y al mismo tiempo ata a
todas las criaturas, para que sintiendo las dulzuras de tus amorosas cadenas no se atrevan a ofenderte más.
Dulce bien mío, ya es la una de la madrugada, la mente comienza a adormecerse; haré lo que más pueda por
mantenerme despierta, pero si el sueño me sorprende, me dejo en Ti para seguir lo que haces Tú; más bien lo harás Tú mismo
por mí.
En Ti dejo mis pensamientos para defenderte de tus enemigos, mi respiración como cortejo y compañía, mi latido para decirte siempre que te amo y para darte el amor que los demás no te dan, las gotas de mi sangre para repararte y restituirte el honor y la estima que te quitarán con los insultos,salivazos y bofetadas. Jesús mío, bendíceme y hazme dormir en tu adorable corazón, para que por tus latidos, acelerados por el amor o por el dolor, pueda despertarme frecuentemente,y así jamás interrumpir nuestra compañía. Así queda acordado,oh Jesús.
+ + +
114
Reflexiones de la Octava Hora (12 PM)
13-33
Noviembre 16, 1921
Esta mañana, mi siempre amable Jesús se hacía ver todo atado, atadas las manos, los pies, la cintura; del cuello le descendía una doble cadena de fierro, pero estaba atado tan fuertemente, que le quitaba el movimiento a su Divina Persona.
Qué dura posición era ésta, de hacer llorar aun a las piedras, y mi sumo bien Jesús me ha dicho:
“Hija mía, en el curso de mi Pasión todas las otras penas hacían competencia entre ellas, pero una cedía el lugar a la
otra, y se mantenían vigilantes para hacerme sufrir lo peor,para darse la vanagloria de que una había sido más dura que las demás, pero las cuerdas no me las quitaron jamás, desde que me apresaron hasta el monte calvario estuve siempre atado, es más, agregaban siempre más cuerdas y cadenas por temor de que pudiese huir, y para hacer más burla y juego de Mí; cuántos dolores, confusiones, humillaciones y caídas me causaron estas cadenas. Pero debes saber que en estas cadenas había un gran misterio y una gran expiación: El hombre, al empezar a caer en el pecado queda atado con las mismas cadenas de su pecado, si es grave son cadenas de fierro, si venial son cuerdas; entonces, si quiere caminar en el bien, siente las trabas de las cadenas y queda obstaculizado en su paso, el estorbo que siente lo agota, lo debilita, y lo lleva a nuevas caídas; si obra siente el impedimento en las manos y casi queda como si no tuviera manos para hacer el bien; las pasiones, viéndolo tan atado hacen fiesta y dicen: “Es nuestra la victoria”. Y de rey que es el hombre, lo vuelven esclavo de pasiones brutales. Cómo es abominable el hombre en el
estado de culpa, y Yo para romper sus cadenas quise ser atado, y no quise estar en ningún momento sin cadenas, para
tener siempre listas las mías para romper las suyas, y cuando los golpes, los empujones me hacían caer, Yo le extendía las manos para desatarlo y hacerlo libre de nuevo”.
Pero mientras esto decía, yo veía a casi todas las gentes atadas por cadenas, que daban piedad, y rogaba a Jesús que tocara con sus cadenas las cadenas de ellas, a fin de que por el toque de las suyas quedaran rotas las de las criaturas.
+ + +
115
14-14
Marzo 18, 1922
Estaba acompañando a mi dulce Jesús en sus penas de la
Pasión, y Él haciéndose ver me ha dicho:
“Hija mía, la culpa encadena al alma y le impide hacer el
bien: La mente siente la cadena de la culpa y queda impedida
para comprender el bien, la voluntad siente la cadena que la
ata y se siente entorpecida, y en lugar de querer el bien quiere
el mal, el deseo encadenado siente que le cortan las alas para
volar a Dios. ¡Oh, cómo me da compasión ver al hombre
encadenado por sus mismas culpas! He aquí por qué la
primera pena que quise sufrir en la Pasión fueron las cadenas,
quise estar atado para liberar al hombre de sus cadenas.
Aquellas cadenas que Yo sufrí se convirtieron, en cuanto me
tocaron, en cadenas de amor, las cuales tocando al hombre
quemaban y rompían las suyas y lo ataban con mis amorosas
cadenas. Mi amor es operativo, no sabe estar si no obra, por
eso para todos y para cada uno preparé lo que se necesita
para rehabilitarlo, para sanarlo, para embellecerlo de nuevo,
todo hice a fin de que si se decide encuentre todo preparado y
a su disposición, por eso tengo listas mis cadenas para quemar
las suyas; los pedazos de mi carne para cubrir sus llagas y
adornarlo de belleza; mi sangre para darle nuevamente la vida;
todo lo tengo listo. Tengo en reserva para cada uno lo que se
necesita, mi amor quiere darse, quiere obrar, siento una
intranquilidad, una fuerza irresistible que no me da paz si no
doy, ¿y sabes qué hago? Cuando veo que ninguno toma,
concentro mis cadenas, los pedazos de mi carne, mi sangre,
en quien los quiere y me ama, y lo cubro de belleza,
envolviéndolo todo con mis cadenas de amor, le centuplico la
vida de gracia, y así mi amor se desahoga y se tranquiliza”.
Pero mientras esto decía, yo veía que sus cadenas, los
pedazos de su carne, su sangre, corrían sobre mí, y Él se
divertía aplicándolos sobre de mí y envolviéndome toda. ¡Cómo
es bueno Jesús, sea siempre bendito! Después ha regresado y
ha agregado:
“Hija mía, siento la necesidad de que la criatura repose en
Mí y Yo en ella, ¿pero sabes cuando la criatura reposa en Mí y
Yo en ella? Cuando su inteligencia piensa en Mí y me
comprende, ella reposa en la inteligencia de su Creador, y la
del Creador encuentra su reposo en la mente creada; cuando
la voluntad humana se une con la Voluntad Divina, las dos
voluntades se abrazan y reposan juntas; si el amor humano se
eleva sobre todas las cosas creadas y ama sólo a su Dios,
116
¡qué bello reposo encuentran mutuamente Dios y el alma!
Quien da reposo, lo encuentra, Yo le hago de lecho y la tengo
en el más dulce sueño, estrechada entre mis brazos, por eso
ven y reposa en mi seno”.
+ + +
117
No hay comentarios.:
Publicar un comentario